J.-C. Charbonel y J. Lacomblez, sobre el puente de Kerigan, Le Bodéo-Merléac (Côtes d'Armor), mayo de 2009. |
El pasado
jueves, a las 4 de la madrugada, mientras dormía, murió uno de los grandes
poetas-artistas del surrealismo. Como sencillo homenaje, transcribo la
semblanza que le dedico en Caleidoscopio surrealista,
y reproduzco algunos textos sobre él, algunas de sus tan mágicas imágenes (que
tengo la certeza hubieran fascinado a André Breton) y algunas hojillas de sus
exposiciones, distinguidas siempre por su carácter prácticamente secreto.
Jean-Claude Charbonel
conectó conmigo a raíz de la desaparición de un amigo común: Édouard Jaguer,
para que le enviara el texto que le había dedicado en La Página. Siguió un contacto escueto pero muy cordial, del que
pongo también aquí su graciosa felicitación para el año 2013. Perdemos un gran
surrealista, un fabulador único y una bella persona.
*
Artista
extraordinario, autor de pinturas, esculturas y collages, valiéndose del
“frottage” y de la calcomanía. En 1964 fundó con Pascal Colard el grupo
Rupture, que preconizaba la creación de una nueva Federación Internacional del
Arte Revolucionario Independiente, y al año siguiente tomó la dirección de la
revista homónima. Enlazó con André Breton y Édouard Jaguer, participando desde
1975 en Phases (Jaguer, en 1980, le dedicaría un gran texto, “País de
conocimiento”, hablando de su “automatismo a varias velocidades”). En 1976, su Buzo de los bosques latentes ilustra el
“Dominio de Robin Hood” en el catálogo de la exposición surrealista mundial de
Chicago. Ya en los años 90, Charbonel colabora con el grupo Chapeau.
En 2006,
Ludovic Tac realizó la fascinante película Les
voyageurs du temps des rêves armorigènes, estrenada en la exposición de
Charbonel “Arqueología del tiempo de los sueños armorígenes”; el propio artista
aparece en esta película, colaborando en el guion y con la realización de
totems, pinturas e instalaciones. “Jean-Claude Charbonel –afirma Ludovic Tac al
hablar de este pueblo imaginario de los armorígenes, engendrado por el artista
bretón en Côtes d’Armor–, vigilante nocturno para mejor escuchar el canto del
rocío, mide las orillas imaginarias de una civilización más estable, más
maravillada, más encantadora que la impuesta por nuestro tiempo”. En 2011, sus
imágenes armorígenes se asocian a las de John Welson en la exposición
“Surrealismo: la mirada céltica”.
“La práctica
del automatismo conduce a pintar como se sueña. Cada obra que de ahí resulta es
un fragmento del paisaje interior.”
“Lo
maravilloso es un castillo cuyas llaves están en el interior”.