He aquí el n. 5 de L’Impromptu, boletín “fotoblefarántropo” del umbo que de nuevo, pese a que solo consta de poco más de una docena de pequeñas páginas, nos aporta muchas novedades y algunas bellas improvisaciones.
Lo ilustran su director de orquesta, o sea Jean-Pierre Paraggio, y Georges Lem, Guy Bodson, Laurent Seroussi, René Appalec, Rik Lina y Antonio Ramírez.
“Collagista visionario en el secreto” nos da a conocer a René Appalec, de quien se descubrió en 2007 una centena de collages en el desván de una casa de Toulouse, remitiéndosenos a la página www. reneapallec.com.
De Antonio Ramírez, componente del grupo surrealista de Madrid conocíamos siete dibujos y sus escritos en los números 13-14, 15-16 y 17-18 de Salamandra, siempre incisivos: el magnífico “Regreso al subterráneo, o el erotismo reconquistado”, “El objeto robado”, “El tiempo muerto” y, con María Santana, la propuesta de acción subversiva “Extrañamiento en el centro comercial”. Sus laberínticos dibujos en tinta china, que componen la serie “La habitación negra”, se anuncian para una inminente publicación, con un texto de Lurdes Martínez, figura vital de Salamandra. En L’Impromptu se reproduce “Ángel de la electricidad” (que vemos aquí), y nosotros conocemos ya “El domador de gallinas”, “El jesuita”, “La gran orgía”, “La presa”, “Misterios de la oficina”, “Reunión de vecinos” y “Huesos”:
La ilustración de Rik Lina da a conocer el libro con Raúl Henao que ya hemos destacado en “Surrealismo Internacional”. Otra ilustre “colaboradora” es Dorothea Tanning. Se señala su partida, informándonos de que ha aparecido en 2011 su segunda antología poética, titulada Coming to That, y la ilustración que la homenajea es su “Canapé en tiempo de lluvia”, que nos lleva en línea directa a los ultramuebles pasionales de Susana Wald, también hace muy poco reseñados aquí:
Entre los textos anotemos: el collage de citas (François-René Simon, Joël Gayraud, Reverdy, Dorothea, Artaud, Breton y otros) de Paraggio; un poema publicado en 1993 de Pierre Peuchmaurd; un adelanto de La main de glace, la main de foudre de Jean-Yves Bériou; una muestra de Le poirier de Laurent Albarracin, publicado este mismo año en la Collection de l’umbo, y una nota sobre él de Christian Ducos; un extracto del artículo de François-René Simon en el n. 1053, enero de 2012, de la Quinzaine littéraire, con un retrato de Artaud como el “rebelde absoluto”; sendas citas de Breton, Reverdy y Claude-Henri Chouard tomadas de Annie Le Brun en La matricule des anges; una nota de Jean-Yves Bériou sobre la imagen como “corazón de la poesía”; un fragmento de la entrevista a Georges-Henri Morin sobre Peuchmaurd publicada en el n. 12 de Contretemps, diciembre de 2011, aludiendo a Maurice Blanchard y su idea de la poesía como una propiedad de la materia, y recordando cuando Peuchmaurd, con gracia y verdad, respondía a la pregunta sobre si el poeta razona que no, que el poeta no “razona” sino que “resuena”.
Por este número de L’Impromptu nos enteramos de la aparición de la revista Mirabilia, cuyas 151 primeras páginas van dedicadas a “Lo maravilloso”, seleccionándose aquí las consideraciones de Anne Guglielmetti, Laurent Albarracin y Joël Gayraud, uniformemente interesantes. En otra página, una frase de Peuchmaurd: “Hay la maravilla y no el misterio”, evoca “Lo maravilloso contra el misterio” de André Breton, por lo que sigue una cita de este: “Es la más bella de las noches, la noche de los relámpagos; el día, a su lado, es la noche”.
En el apartado de las “apariciones” de que se hace recibo, asterisquemos un Maldoror de Guy Bodson, compuesto de doce citas de los Cantos y doce dibujos; el intercambio Laure Missir-Jacques Lacomblez, con este ilustrando La lumière change de robe de aquella, y aquella haciendo lo propio con Presque rien (mélanges légers) de Lacomblez; La voie sèche de Johnny Lebigot, en testimonio de una exposición, con presentación de François Leperlier y una contribución de Joël Gayraud; y la “pieza de convicción” de Georges-Henri Morin Entre deux points de distance inégale.
L’Impromptu sigue pues en su tónica de captar algunas de las mejores vibraciones que emiten los tiempos presentes, atando en un hilo de luz ebulliciones dispersas.