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Endre Rozsda, Iniciación, 1976 |
Venus d'ailleurs prosigue con sus libros de bandera, en este caso el catálogo de la exposición sobre surrealismo y masonería que se celebra en París y uno de cuyos organizadores es Patrick Lepetit. Esta exposición es una continuación de la dedicada al surrealismo y la alquimia.
Le château étoilé et la parole perdue. Surréalisme et franc-maçonnerie no deja nada por estudiar de lo esencial en esta materia. En el pórtico, de modo muy apropiado, el Gran Transparente de Jacques Hérold, cuya mano derecha originó un juego ideado por Guy Girard, quien envió a sus amigos surrealistas una fotografía de ella con la pregunta "¿A quién pertenece?", cuyas respuestas comenta en uno de los artículos.
Pero antes nos encontramos con la presentación del catálogo por un "Gran Maestro", que ya nos crea ese sentimiento embarazoso del que luego hablaremos. Sigue al artículo de Guy Girard uno de David Nadeau sobre el talismán atribuido a Charles Fourier y dos aportaciones de sumo interés sobre Ithell Colquhoun y Roland Sig por Patrick Lepetit. A la primera la considera "surrealista olvidada", lo cual no me parece que se ajuste a la realidad, y se centra en su serie Dead of intelligence, serie de pinturas comentadas sobre la Cábala, publicada en 2016 y que aquí es reproducida en su totalidad, junto a su Taro as color, de 1977. Del mismo modo, el catálogo ofrece reproducciones del Mutus Liber Roland Sig, publicado en 1984. Es, en conjunto, un invalorable material facilitado.
Pierre Mabille, masón como los dos nombres anteriores, resulta de referencia obligatoria, ya que se trata quizás de la figura más prominente del surrealismo entre las que han accedido a la masonería, y Jean-Pierre Lassalle ha llegado a verlo como "el eslabón entre Guénon y Chazal", a lo que hay que añadir su influjo decisivo a la hora de realizarse la exposición internacional surrealista de 1947, apogeo de la comunicación entre el surrealismo y el hermetismo. El ensayo "Mabille y la lógica iniciática", por Emmanuel Bauchard, lo complementan la reproducción de un manuscrito inédito de Mabille, "El secreto iniciático", y un apartado sobre el "test du village", curioso juego psicológico ideado por él y en el que participaron Breton, Elisa, Brauner y Marcel Jean.
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René Alleau, Paisaje |
Tras un artículo de Laurent Segalini sobre Fulcanelli, se reproduce el ensayo de René Alleau "Los orígenes de la masonería", extraído de la enciclopedia Las sociedades secretas (1963), no exento de cháchara generalizante e idealista, a pesar del respeto que siempre merecen los trabajos de Alleau. Fascinante es en cambio la investigación que hace Ivo Spurs sobre Alleau en Praga.
Jean-Pierre Lassalle, como miembro destacado de la francmasonería y del movimiento surrealista, es una autoridad incuestionable en la materia de este catálogo, y a ello nos hemos referidos en varias ocasiones (véase por ejemplo este enlace). Su ensayo sobre Breton y la masonería es de 2000, pero resulta de presencia obligatoria, por la lucidez y el conocimiento de que hace gala y también por la honestidad intelectual proverbial que siempre lo ha caracterizado.Tras aludir a El tesoro de los jesuitas y su temática masónica, aborda Pleine Marge, donde Breton, en 1940, se distanciaba de los "adeptos" y mostraba, en palabras de Lassalle, su "rechazo a compremeter su libertad en la aceptación de un proceso inicático", lo cual es tocar el meollo de la cuestión. No es menos cierto que Breton en los años 40 profundiza en sus conocimientos del hermetismo en general, hasta llegar a la exposición de 1947 (en que además, como es sabido, pretendió crear una revista del surrealismo titulada Supérieur Inconnu), y no cejando el resto de su vida esa atracción, con el hito en 1952 de su asistencia a las conferencias de René Alleau sobre la alquimia, aunque no podamos aquí enumerar todas sus indagaciones sobre la relación que él veía del esoterismo con los escritores faro del surrealismo, como Raymond Roussel. Pero Jean-Pierre Lassalle no solo estudia el contenido disidente de Pleine Marge, sino que cita estas palabras de Jean-Louis Bédouin, que considera "reductoras pero contundentes": "He conocido un general masón que era una basura; sé que hay policías en la masonería, y por tanto estoy contra una institución que acepta a ese tipo de gente". Por reductor que sea, el mismo sentimiento tuve yo cuando supe que uno de los mayores carniceros de las últimas décadas, George Bush, era masón, como lo habían sido infinidad de monarcas abyectos y políticos igualmente abyectos, esos hasta hoy mismo, por no hablar de que la masonería parece aclimatarse muy bien a la actual política de las élites mundiales y su Agenda 2030, dando muestra del tragacionismo a la orden del día, y de manera flagrante, sin ir más lejos, cuando el monstruoso atentado a las libertades elementales a que asistimos en todo Occidente tan recientemente. En el mismo sentido, y volviendo al "embarazo" que me producía la presentación del catálogo por un "Venerable Maestro", en la página 113 del catálogo se reproducen las declaraciones de obediencia masónica de Alleau y Doumayrou, en 1959 y 1960, que me resulta inimaginable hubieran firmado un Breton, un Péret, un Tanguy, una Toyen, un Marcel Mariën, un Ted Joans, un Jean Benoît o una Annie Le Brun, por citar algunos de los muchos nombres indomables del surrealismo (y no quiero olvidar las virulentas cartas de Artaud a Breton cuando la citada exposición del 47). O un Mesens, del que cuenta Lassalle cómo se burlaba de su integración masónica. Lassalle evoca a Mesens en términos muy gratos, y nos informa en particular de la Logia Thebah, que es la que atrajo a los surrealistas, y de Jean Palou.
Dos espléndidos trabajos de Pierre Mollier iluminan la figura ascendente y creciente del propio Lassalle y estudian el papel de la Logia Thebah, a la que David Nadeau dedicó un libro clave. Por supuesto, la Logia Thebah, y lo mejor que pueda haber en la masonería (donde hay tendencias muy dispares), distanciada del racionalismo, a la vez se ha enfrentado al "desastroso ocultismo confesional". Originariamente, la masonería es un producto del protestantismo liberal británico, de los que se creían "librepensadores" y no eran a fin de cuentas sino esclavos de un sistema diferente de prejuicios, pero su aparato simbólico, enraizado en tradiciones seculares, tenía que atraer a quienes no se podían contentar con el racionalismo, cartesiano, positivista o de cualquier orden. Era de esperar, también, que la alquimia supusiera una atracción aún mayor, y lo que desde luego impide llegar a posiciones obtusas o cerriles es el hecho innegable de que el hermetismo en general ha sido una fuente fertilísima para la poesía y el arte más valiosos de los últimos siglos, y en particular para la tradición romántica en que se inscribe el surrealismo.
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Patrick Lepetit, Homenaje a Jorge Camacho, 2021 |
El catálogo prosigue su singladura con una nota de Patrick Lepetit sobre Jorge Camacho y un bello ensayo de Marie-Dominique Massoni titulado "Habitar la analogía. Las islas voladoras de la arquitectura utópica", centrado en las indagaciones de Bernard Roger, Martin Stejskal, los jardines de utopía, Ithell Colquhoun, Jorge Camacho y René-Guy Doumariou, de quien se reproduce en seguida su celebrada contribución al número 4-5 de L'Âge du Cinéma.
Charles Jameux publicó en 2018 un importante libro sobre la materia de este catálogo, que reseñamos aquí. Combinando anarquismo, surrealismo y masonería, lleva a cabo una prospección en los lazos que los ligan, pero vuelve uno a sentir cierto tufo a sacristía con eso del "Venerable Maestro" (al que se dirige) y lo de los "hermanos" y las "hermanas". Más concreto es el último artículo del catálogo, consagrado a los símbolos masónicos en la obra de Endre Roszda.
Al final hay semblanzas de estudiosos y estudiados, pero importa más señalar la riqueza iconográfica del catálogo. Aparte las reproducciones apuntadas de Ithell Colquhoun y Roland Sig, sorprenden las de Jean-Pierre Lassalle, Élie-Charles Flamand, René-Guy Doumayrou, Martin Stejskal, Patrick Lepetit, Dominique Paul (preciosos collages y montajes de objetos, incluido un "Registrador de sueños"), Marie-Dominique Massoni y René Alleau, el mundo plástico de este último exigiendo con urgencia un mejor conocimiento.
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Élie-Charles Flamand, La noche se abre, 2002 |