1950: Marcel Jean no podía olvidar a Apollinaire, con su lema "Yo maravillo", en su heráldica surrealista:
En Portugal, a los pocos años del Almanach surréaliste du demi-siècle, Joăo Rodrigues, quien ha ilustrado La filosofía en el tocador, lo hace también con Las tetas de Tiresias:
Gómez-Correa, en 1955, selecciona, prologa y traduce Alcoholes, para las legendarias Ediciones Mandrágora. Mucho tiempo después, le responde así a Hernán Ortega Parada cuando le pregunta por Apollinaire: "A Apollinaire lo considero un gran poeta moderno que ennobleció mucho el lugar común, las voces de la calle, los dichos, la conversación. De ahí salieron todos los poetas, de las conversaciones con él y todas esas cosas, y le dio mucha soltura a la poesía. Apollinaire es fundamental en la actual poesía. Los surrealistas le deben mucho, desde luego que hasta la palabra surrealismo".
Al año siguiente, Asger Jorn pinta su Retrato de Apollinaire, de sabor ubuesco:
En ese mismo año, Jean-Jacques Lebel, inspirándose en un sueño, hace un Retrato de André Breton y Guillaume Apollinaire, que no conozco. Y en 1958 pinta Toyen su serie sublime Las siete espadas desenvainadas, título tomado de Apollinaire (es un verso de La canción del mal amado), que le ha sugerido Georges Goldfayn. Toyen era una enamorada de su poesía y moriría, como él, un 9 de noviembre.
Ya en 1968, he aquí la casa de Apollinaire vista por Georges Malkine, una más en su galería visionaria de casas de habitantes ilustres:
El mismo año, Conroy Maddox hace este óleo con collage, Reflections on Prince Vibescu, celebrando al depravado personaje de Las once mil vergas:
De esos años debe ser el Retrato premeditado de Guillaume Apollinaire de Jean-Claude Silbermann, pero lamento no tener sino esta floja reproducción en blanco y negro, fotocopiada in illo tempore de algún libro sobre el surrealismo: