Con motivo de los 90 años de Ludwig Zeller, figura mayor del surrealismo,
se ha publicado un magnífico volumen dirigido por Enrique de Santiago y en el
que colabora la plana mayor de Derrame junto a otros nombres cercanos al
entrañable artista y poeta. Será presentado el día 9 en el Taller de Rokha, a
las 6 de la tarde.
En la presentación, óptima, Enrique de Santiago subraya la “generosidad” de
Zeller y habla de los collages de este “poeta de pluma y tijeras”, a la vez que
explica el sentido del volumen, donde muchas voces han querido dialogar con su
obra en la forma de poesía escrita y visual.
Tras una antología de poemas y collages del propio Zeller, encontramos los
tributos (tres páginas por autor), donde la libertad expresiva permite
contribuir de la manera que se quiera, pero donde, a la postre, lo que más nos
interesa son los homenajes directos o que conciernen directamente al
homenajeado, y que son, a saber: el de Rodrigo Hernández Piceros, para quien
“soñar con Ludwig Zeller es también soñar con Susana Wald” (así titula uno de
sus poemas); las litografías intervenidas de Mario Murua para el poema A Aloyse de Zeller; el poema “El
encantador de los espejos” de Enrique de Santiago; los tres cadáveres
exquisitos de Ximena Olguín con Ludwig y Susana; la composición fotográfica de
Zebrah con Zeller maravillado ante un picaflor; los dos poemas que le consagra
Daniela Sol; unos emocionados versos de Guillermo García; y el tríptico de
dibujos “La invisible presencia” de Susana Wald, inspirados en el poema
homónimo que Zeller dedicó a Frida y Laurens Vancrevel y que está incluido en
la antología anterior.
Entre las restantes colaboraciones, citaré las de Singwan Chong, Patricio
Álvarez, Magdalena Benavente, Beatriz Hausner y Rodrigo Verdugo, nombres todos
aquí conocidos y reconocidos.
Esta es una publicación de primer rango ofrecida a uno de los
verdaderamente grandes del surrealismo en la América de habla castellana, tan
grande como Gómez-Correa, como Aldo Pellegrini, como Jorge Camacho. Que un
movimiento como el surrealista haya podido tener durante tantas décadas entre
sus luces fijas a una figura tan maravillosa, tan extraordinaria como Ludwig
Zeller, no puede sino incidir en la visión del surrealismo como un universo
imantado, que ha contribuido de modo ardiente y sin concesiones a sostener la
dignidad humana en un mundo donde han reinado y reinan la estupidez, la bajeza
y el horror. La “generosidad” zelleriana de que habla Enrique de Santiago, tan
rica y duradera, tan en las antípodas de ese mundo de desesperanza, no tiene
precio, y merece el homenaje no solo de los nombres que componen este
espléndido volumen, sino del surrealismo en su totalidad.
Ludwig Zeller, La locura poética, 1971-1972 |