Allá por el año 1988, a la vuelta de uno de
mis primeros viajes largos por Portugal, tuve unos días de frenético cultivo
del collage.
Intentaba entonces poner algo de orden en el
arsenal de poemas, automáticos o semiautomáticos, que se me habían ido
acumulando en cuadernos y carpetas. Separé los que luego incorporaría a Mares y fábulas de otros muchos que no quería
publicar. Las imágenes y versos empezaron a combinarse de modo azaroso con los
recortes, muchos de los cuales provenían de revistas eróticas y de recientes
fotos portuguesas. Los títulos de los collages eran, en la mayoría de los casos, los de cada poema.
El título del conjunto, “Rua do imaginário”,
lo tomé del nombre de una calle de la ciudad de Évora. Aunque debe referirse a
alguien que vivía allí y hacía estatuas o pinturas de imágenes, acepta también
la traducción de “Calle de lo imaginario”, y a mí me pareció uno de los nombres
más sorprendentes y surrealistas con que me había topado nunca.
Hice varias fotocopias a todo color.
Entonces eran carísimas, y de hecho solo había una tienda de fotos en la isla
de Tenerife que las hiciera. Todas las cuartillas iban en una carpeta con el
muy bonito dístico circular y amarillo de la calle recortado. Al menos sé que
hice tres ejemplares: uno para Édouard Jaguer, otro para Sergio Lima y otro
para Emmanuel Guigon. Mi idea, con todo, es que hice cinco, pero no logro
recordar ningún otro destinatario. Sergio Lima gustó de ellos, y también
Emmanuel Guigon, pero eran demasiado amigos míos como para fiarme.
Édouard Jaguer, a quien había conocido el
invierno de 1989 en La Orotava, le dedicó una breve nota en el número 23 de Signes, junio-julio de 1990,
calificándolo de “initiative énigmatique (mais plaisante)” y, como no tenía
indicación de autor, de lugar y de editor, apuntaba que “pudiera deber algo al
espíritu curioso de Miguel P. Corrales, gran especialista de Agustín Espinosa y
del surrealismo canario”. Luego, Emmanuel Guigon me diría que los collages no
le habían gustado mucho a Édouard Jaguer, creo recordar que por su erotismo,
que debió encontrar algo burdo. Esto bastó para abandonar su práctica, pero
confiante en lo de “plaisante” y aprovechando la facilidad de los tiempos
informáticos, me he decido a escanearlos y publicarlos, sin más pretensiones.
Los dos collages de los enmascarados son muy
posteriores, del año 2003, y fueron destinados a Disparos del archibrazo, donde también aparecen los
dos siguientes, como en el catálogo Los sueños del durmiente. Encuentros con el foto-collage de Juan
Ismael (2007).
Los cuatro escritos en portugués fueron expuestos por Miguel de Carvalho en la
exposición colectiva surrealista O reverso do olhar, Coimbra 2008.