El surrealismo está lleno de
figuras ejemplares y secretas, y una de ellas es Robert Lagarde.
Desaparecido en 1997, Robert
Lagarde ha sido recordado este año con dos publicaciones magníficas, ambas en
las Éditions des Deux Corps que anima Laure Missir. Una es la monografía de
Alain Joubert Robert Lagarde, du geste à
la parole y la otra Le masque de
l’aveugle, texto suyo con fotos de unos inquietantes objetos.
Ya su amigo Alain Joubert había
escrito sobre él en Phases, y las
palabras que profirió como despedida fueron reproducidas en Le Cerceau. Ahora aborda, con su
consabida finura, la actividad creativa y crítica de Lagarde y evoca momentos
de amistad así como de combate dentro del movimiento surrealista.
La trayectoria surrealista de
Robert Lagarde se inaugura en 1958, al ilustrar À l’animal noir de Guy Cabanel, con quien colaborará estrechamente,
“a los meandros del lenguaje respondiendo los de sus trazos”, como dirá Gérard
Durozoi, del mismo modo que Petr Kral aludirá a su “grafismo proteiforme pero vigoroso
en que, a través de un lenguaje «no figurativo», aparece la unidad secreta que
da al mundo la omnipresencia del deseo” Al punto contacta con André Breton en
Saint-Cirq-Lapopie, participando en las búsquedas de piedras por las orillas
del Lot, la calidad de los hallazgos, como cuenta Joubert, decidida por la
Baronesa, o sea Toyen, quien se exaltaba con los genuinos, designados con la
palabra tan de su gusto “kohinoor”, y rechazaba como “mierda” los que no le
gustaban. Su juicio era inapelable.
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Robert Lagarde, Claro en jirones, 1990 |
Lagarde, que prácticamente nunca
expuso individualmente, participa, desde “Éros” (1959-1960), en todas las
exposiciones del movimiento surrealista, tanto en las del grupo parisino hasta
1969 como en las posteriores en São Paulo, Chicago, Londres, Milán o Quebec, o
sea en las verdaderas exposiciones
del surrealismo que proseguía su andadura. En la de “L’Écart Absolu (1965)
aportó una poética y erótica caja y se encargó, con un gran texto, del apartado
sobre los ocios organizados de la sociedad de consumo, que posteriormente irían
a multiplicar su imbecilidad hasta el delirio de las últimas décadas. Colabora,
por supuesto, en las revistas del grupo: Le
Surréalisme, même, Bief, La Brèche y, tras la muerte de Breton,
el Bulletin de Liaison Surréaliste y Surréalisme, aparte Phases, cuyo maestro de ceremonias escribirá de él que, junto a
Adrien Dax, es “sin duda quien ha aportado más inflexiones al dibujo
automático”, ya que por algo había Breton hablado en 1965 de su “mano alada”.
Alain Joubert, en las páginas de este libro, trata las cualidades de ese
automatismo extraordinario (“automatisme à système”) que lo caracteriza tanto
como a la soberbia poesía de Guy Cabanel, y es de agradecer también que dedique
una parte de su ensayo a Nanou Vialard, la mujer de Lagarde, que se dedicó un
tiempo a la escultura, con resultados asombrosos, habiendo su serie de tótems,
cetros y bastones, que fotografió Pierre Schwartz, inspirado un conjunto de
poemas a Joyce Mansour.
Robert Lagarde, aparte los de Guy
Cabanel, ilustró poemas de Benjamin Péret, Jehan Mayoux, Joyce Mansour, Georges
Henein, Maurice Blanchard y Pierre Peuchmard. ¡Casi nada! Por si hiciera falta,
se trata de una lista –un septeto– que lo dice todo.
De ahí que no le cueste nada a
Alain Joubert poner a Robert Lagarde como ejemplo de la ética surrealista, lo
que demuestra, por ejemplo en sus posiciones obvias e inmediatas con respecto a
la guerra argelina como en el trance de 1969, cuando Jean Schuster intentó
liquidar el surrealismo tras haberle sido imposible controlarlo al estilo
estalinista. Alain Joubert, que ha desentrañado, en su decisivo Le mouvement des surréalistes, los
intríngulis de aquella batalla, se refiere aquí al de veras “ridículo” tract “Aux grands oubliers, salut!”,
operación de los surrealistas fatigados (muy fatigados) Philippe Audoin, Claude
Courtot, Gérard Legrand, Jose Pierre y Jean-Claude Silbermann, para darle el
poder al futuro “recoge-migajas” del surrealismo. Una carta de Guy Cabanel a
Adrien Dax y otra de Lagarde a Joubert y Nicole Espagnol, en que Lagarde se
refería a la fabricación de una capilla sin puerta ni ventanas, “pero con un
portero”, evidencia la lucidez de uno y de otro, que no se engañaron un ápice.
Fue entonces cuando, fallida la operación, el “portero” se sacó de la manga
aquella monumental sandez del “surrealismo histórico” y el “surrealismo
eterno”.
Robert Lagarde, du geste à la parole se enriquece no solo con las
bellas ilustraciones del artista sino con la incorporación al final de tres
textos de Lagarde: el poema “Tais-toi”, las respuestas a la encuesta motivada
por la exposición colectiva de 1975 “Arms et bagages” y un manuscrito donde
explica el método que utilizó para ilustrar la cubierta de Maliduse (1961) de Guy Cabanel.
Le masque de l’aveugle había aparecido en revista en 1986, pero es
muy de agradecer que lo haga ahora en esta publicación de los Dos Cuerpos, con
esas muy bellas y poderosas imágenes de objetos-máscaras de cuero y latón. El breve
texto de Lagarde, una reflexión sobre los objetos y sobre el modo de
abordarlos, viene también en versión inglesa, trasladado por el inolvidable
Peter Wood. Lo precede una cita de Lovecraft (“Mientras más miraba ese objeto,
más me fascinaba, y en esa fascinación que ejercía sobre mí percibía un
elemento turbador que no sabría explicar
ni definir”) y acaba con una referencia al profesor Canterel y otra a La mariée de Duchamp, con la que
dialogan las distintas máscaras del ciego en una página antológica.
Pero todo esto es preciso verlo, como había que ver la
exposición-homenaje que en 1999 le hizo a Lagarde la galería L’Or du Temps, y
cuyo pequeño catálogo ofrecía textos, aparte Alain Joubert y Guy Cabanel, de
Jean Benoît, Jimmy Gladiator, Pierre Peuchmaurd y Guy-René Doumayrou. Por
cierto que una frase de este último (“El camino seguido por un hombre que
avanza sosteniendo su propia cabeza en las manos no sabría ser indiferente”),
junto a otra de Joë Bousquet (“La realidad de un objeto no se mantiene más que
a través de sus metamorfosis”), acompaña tanto La masque de l’aveugle como Robert
Lagarde, du geste à la parole, dotando aun de mayor unidad a este doble
homenaje de 2013.
*
Las Éditions des Deux Corps han
publicado ya textos de Anne-Marie Beeckman, Joyce Mansour, Hervé Delabarre,
Jacques Lacomblez, Guy Cabanel y Laure Missir, aunando la calidad poética a la
exquisitez en la presentación.
Señalemos, por último, que el
libro de Joubert anuncia la aparición de La
septième case (“Periféricos surrealistas. Crónicas intemporales en torno y
a propósito de 31 escritores, pensadores, pintores y cineastas”), Le poil de la bête (con las vivaces
crónicas de Le Cerceau) y La boîte noire (con las siempre agudas
crónicas de La Quinzaine Littéraire),
y pone como “en preparación” un título que hace soñar: Le Grand Surréalisme ou la rébellion permanente.
...gran surrealismo y rebelión
permanente en que se inscribe con todos los honores la figura siempre viva de
Robert Lagarde.