domingo, 27 de marzo de 2016

“Peculiar Mormyrid”


En 2015 se publicaron los números 1 y 2 de Peculiar Mormyrid, que actualmente prepara un homenaje a André Breton, con motivo del cincuentenario de su muerte. Estos dos números pueden obtenerse en su página como pdf, y también impresos vía lulu.com, tanto sueltos como los dos reunidos.
En Peculiar Mormyrid participan muchos nombres familiares a los conocedores del surrealismo: David Coulter, David Nadeau, Rik Lina, Kirin, Iñaki Muñoz, Bill Wolak, Gregg Simpson, Paul McRandle, J. Karl Bogartte, Jaan Patterson, etc. Los actuales animadores o “mormíridos” de este colectivo son Angel Therese Dionne, Steven Cline, Casi Cline, Patrik Sampler y Jason Abdelhadi.
Entre las muestras visuales, las hay espléndidas (predominando el collage) de Steven Cline, David Coulter, Daniel de Cullá, Nelly Sánchez, Bill Wolak, Casi Cline, Iñaki Muñoz, Gregg Simpson (este, con textos de Paul Mc Randle), Rik Lina (solo, con Jan Giliam en dos “sueños anfibios” y con sus amigos de Cornucopia), Milana Zadworna, etc. Steven Cline ha publicado recientemente Echo & other fragments, y Casi Cline Chimaera oscura.
El número segundo lleva portada de Jason Burleigh, mientras que en el primero, aunque no se señala, detecto la peculiar imaginación mormírida de Steven Cline. En el segundo, así como en el blog, hay una sección de juegos y encuestas surrealistas. Una encuesta inquiere por el sabor y la textura de surrealismo; otra reedita la que en el n. 4 de Arsenal ideó Paul Garon, sobre lo que hay de “equivocado” en una determinada foto lamentable, en este caso la de un campesino poco amigable ante su siniestro tractor; otra es el clásico “Time traveler’s potlach”, con los regalos para Sade, Leonora, Churchill, Kafka, Elvis y Al Capone. Difícil (y tonto) es marcar las diferencias entre estas encuestas y los “juegos”, que en el blog proponen nuevos proverbios y supersticiones y el raudo urdimiento de una historia en 25 palabras que hilvane cinco que son dadas.
No dejemos de resaltar también que en la página hay una sección con publicaciones surrealistas clásicas en pdf. En fin, un nuevo espacio, marcado sin alambicamientos ni pretensiones por la inventiva y la poesía, para que, como señala Angel Therese Dionne en la presentación del primer número, las influencias del racionalismo y el capitalismo sigan encontrando obstáculos “a la anulación de la imaginación humana”: “In fact, surrealism is necessary”.


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David Nadeau, Poetik gun, 2015

Anotamos junto a las direcciones de Peculiar Mormyrid los dos blogs de su colaborador David Nadeau, con cuya magnífica pistola de mango de raíz de roble (“como si hubiera sido vista en un sueño de maravillosos robos y asesinatos”) ilustramos esta nota informativa sobre los peces elefantes del surrealismo.
Señalemos también que el enlace de enlaces surrealistas por excelencia, o sea el elaborado por el grupo de Estocolmo, se ha trasladado a la dirección que damos en última línea y que ya hemos actualizado en el blog.


“Analogon”, 2015


Con su pasmosa regularidad de tantos años, salieron los tres números de Analogon en 2015. El 75 se dedicó al objeto, el 76 trató de la “alimentación” y el 77 de “la nostalgia de la edad de oro”.

domingo, 20 de marzo de 2016

Pierre-André Sauvageot


Poco después de que hayamos celebrado Paris Thèbes, fruto de la alianza entre Claude-Lucien Cauët y Pierre-André Sauvageot, componentes del grupo surrealista de París, tomamos conocimiento de dos series de seis collages cada una, realizadas en 2014 por el segundo, y en las que, como siempre, reinan la sorpresa y la poesía.
La primera se titula “París. Grandes mareas de equinoccio”, y presenta a la ciudad bellamente inundada, emergiendo de las aguas algunos de sus edificios emblemáticos, tanto en un sentido general como en el surrealista, ya que aparecen la Torre Saint-Jacques y Les Buttes Chaumont.
La segunda es “Colonización tropical”. Aquí, en espacios como los jardines del Trocadero o el Museo de Arte Moderno, irrumpen no solo la botánica tropical sino las hermosas gentes del África no occidentalizada. Apréciese en una de las que presentamos la superioridad absoluta de la black beauty (por evocar el inmortal tema de Duke Ellington) sobre la frígida belleza clásica.

Rik Lina, &c

Rik Lina, To whom to keep a record, 2, 1996

Ya disponemos de algunas imágenes de la exposición de Rik Lina en la galería Arttra de Amsterdam. Aquí tenemos dos de las grandes formas circulares y una pared con discos de vinilo transmutados por acrílico y arena. Estas últimas se incluyen en unas carpetas dentro de una maleta dedicada a quienes guardan los viejos elepés, como rezan las palabras pintadas por fuera de ella.

Rik Lina, Oursin, 2016
Rik Lina, Plankton soup, 1998

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En Madrid se presentó el 30 de enero la revista El ojo tópico, de Eugenio Castro, Eloy Santos y Marcos Isabel, y recientemente se ha editado La llama, publicación editada por Andrés Devesa. Nos ocuparemos de estas novedades próximamente, así como de los poemas de Eugenio Castro reunidos bajo el título de Las insomnes.

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Casi a la vez que las cartas de Mário Cesariny al poeta Alberto de Lacerda, ha aparecido en Debout sur l'Oeuf el libro Monsieur Cesariny, conjunto de fotos de Cesariny realizadas hace una década por Susana Paiva y expuestas en la galería de Miguel de Carvalho en octubre de 2014.

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El n. 41 de Les Hommes sans Épaules merece destacarse por su fuerte componente surrealista, que comienza por el dossier “La parole est toujours à Péret”. Contiene también textos sobre Jean-Clarence Lambert y Marc Patin (de quien acaba Christophe Dauphin de publicar su poesía completa, con el título de Les yeux très bleus d’une nuit pareille à un rire sans regret) y poemas de Philip Lamantia, Hervé Delabarre, Guy Cabanel, Jean-Dominique Rey, Annie Le Brun, Jean-Pierre Guillon, Jehan Mayoux.

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Gracias a la amabilidad de Steven Harris y Georges Sebbag, hemos podido completar los nombres de quienes aparecen en las fotos con Marianne Ivsic. Añadamos, por rizar el rizo, que en la del Desierto de Retz aparecen solapados Nicole Pierre y Vincent Bounoure.

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Saludamos la reedición de La valija de fuego, poesía completa de Aldo Pellegrini, ahora con portada de Luis Felipe Noé. Como siempre, se da por editado el libro de sus ensayos, La conquista de lo maravilloso, libro “fantasma” donde los haya
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El n. 36 de Mélusine incluye un dossier sobre el surrealismo en el Japón, acompañado de una antología poética.

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Siguen las misas de aniversario del dadaísmo, un movimiento que siempre ha causado un paradójico furor en el mundillo académico internacional, a diferencia del surrealismo, que si ha servido para algo a los profesores en general es para expresar su consustancial odio de la poesía y de toda autenticidad a través del odio manipulador y calumnioso a André Breton.
A la vez, el estamento académico festeja a bombo y platillo a los “rebeldes” del surrealismo, que es como ellos llaman no a quienes han sido fieles a la voz surrealista, o sea a los verdaderos rebeldes, sino a quienes acabaron disintiendo en esto o aquello de esa verdadera sedición del espíritu que ha sido y es el surrealismo. Queneau y sus veleidades literarias, Tzara y sus veleidades políticas, Masson y sus veleidades artísticas, son situados así en posición privilegiada por estos “especialistas del surrealismo” –esto, por poner solo tres ejemplos de figuras por lo demás harto consagradas. (En otra dirección, pero que acaba confluyendo con esta, se pretende convertir a un surrealista integral como Claude Tarnaud en un rebelde “al margen del surrealismo”).

sábado, 12 de marzo de 2016

Miguel de Carvalho: “No princípio não era o verbo”


Como ya señalamos durante abril de 2015, en el Patio de la Inquisición de Coimbra, ya que no ha sido arrasado, supuso al menos una buena venganza que se celebrara una exposición titulada “En el principio no era el verbo”, y también decíamos que ello se debía a la instalación de un surrealista, Miguel de Carvalho, en esa ciudad portuguesa.
Ahora, Miguel de Carvalho publica en las esmeradas ediciones de Debout sur l’Oeuf, acompañado de su conocido texto sobre el collage (aquí mismo traducido), un conjunto magnífico de cincuenta muestras de esta serie inconfundible, caracterizada por su fondo de amarillentas cartas portuguesas de fines del siglo XIX y principios del XX en que se inscriben sobre todo imágenes de planchas médicas y astronómicas y rostros y figuras humanas de corte correspondientemente decimonónico. No faltan los habituales relojes y formas circulares en general, contrastando con la abundancia de bandas celestes que cortan horizontalmente el collage. Como ocurre en la ilustración de portada, a veces los rostros aparecen vaciados de sus ojos, dejando ver el fondo epistolar, en un efecto sorprendente.


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A la vez, nos llega la edición artesanal del poema North Star, que va acompañado de un collage de la misma serie, pero no incluido en No principio não era o verbo.


Sergio Lima: “O rasgo absoluto”


Debout sur l’Oeuf ha tenido el gran acierto de publicar en su colección editorial una versión “de bolsillo” del legendario Collage em nova superfície, editado en 1984. Sin duda, esta selección de textos cumple la función a que aspira Sergio Lima: “La actualización del álbum Collage em nova superficie, con sus cuestionamientos y sus polémicas, puede iluminar y enfocar en los días de hoy aspectos del collage y, por extensión, de lo Maravilloso contra lo Fantástico (y contra el Realismo Mágico). O sea, aspectos del propio Surrealismo, ya que el collage es el lenguaje por excelencia del Surrealismo”.
El monumental tratado sobre la imagen como saber, como saber del deseo, o sea como erótica y no como estética, se reduce aquí a los primeros capítulos y a unos pocos “desarrollos”, con sus notas correspondientes, que siempre en Sergio Lima son poderosas y cargadas de referencias a las más diversas disciplinas.

Marianne Ivsic

Al morir en 1995, Jean-Michel Goutier trazaba esta semblanza de Marianne Ivsic en el n. 1 de Infosurr:
“Ligada a las actividades del movimiento surrealista a partir de los años 50, participó, en 1959-1960, junto a Radovan Ivsic, en la preparación de la exposición «Eros» en la galería de Daniel Cordier. Colaboró en los juegos colectivos, en particular en el de las «Cartas de analogía» y en «Lo uno en lo otro». Por lo que respecta a este último, muy apreciado por los surrealistas, se la puede ver en las secuencias filmadas por Robert Benayoun en Saint-Cirq-la-Popie. Marianne Ivsic contribuyó, en marzo de 1969, a colocar de nuevo en su pedestal de la Place Clichy la estatua de Charles Fourier. En su estudio de la rue Charlot, realizó poemas ilustrados, objetos, pinturas y esculturas.”
Figura secreta del surrealismo parisino, Marianne Ivsic aparece muy bien enfocada en el largo artículo al que remitimos, y cuyo conocimiento debemos a la atención de Joël Gayraud. En el retrato de la época, hay una jugosa referencia de Marianne Ivsic a la schusterada, indicativa de la decadencia a que se había llegado, de poner durante el mayo de 1968 el surrealismo “al servicio de los estudiantes”.
Marianne Ivsic poseía sin duda la energía intelectual de una Nora Mitrani, de una Nicole Espagnol, de una Annie Le Brun, de una Mimi Parent, por limitarme algunos nombres de su época y su lugar. Y no viene mal traducir aquí estas palabras escritas en 1987 nada menos que por André Pieyre de Mandiargues, tras beligerar con las “estupideces” sobre el surrealismo y Breton de los y las docentes inspirados e inspiradas por el feminismo:
“Lo que resulta hoy apasionante es constatar que ningún movimiento, ninguna escuela, ningún grupo intelectual o artístico, incluido el romanticismo alemán, atrajo y reunió nunca tantas mujeres verdaderamente extraordinarias como el surrealismo tal y como se desarrolló en París en torno a André Breton durante cerca de medio siglo. Mujeres artistas, mujeres poetas, mujeres que en el modo de vida surrealista se encontraban ellas mismas en su elemento como peces en el agua. Y que no se me tome por un viejo loco si añado que la mayoría de esas criaturas de sueño eran de una belleza que se podría decir mágica, por no usar la palabra milagrosa, que no se usaba en el grupo.”

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Foto (detalle) de William Klein, diciembre de 1959

En esta foto de William Klein, Marianne Ivsic aparece junto a Aube Elléouët y André Breton, sentados, durante el “festín sobre el cuerpo de una mujer desnuda” preparado por Meret Oppenheim para la exposición Eros, en diciembre de 1959. La foto queda más equilibrada sin las figuras, a la derecha, de Jean-Louis Bédouin y Jean Schuster (no es otro el motivo de que la presente aquí incompleta). Se mezclan con los surrealistas varios maniquíes, y Radovan Ivsic y Pieyre de Mandiargues parecen otros más. A la izquierda está el primer maniquí y detrás Radovan Ivsic, junto al cual siguen (detrás de Marianne, Aube y Breton) Yves Elléouët, Mimi Parent, Elisa Breton, Robert Benayoun, Sam Mansour, un segundo maniquí femenino, Jean Benoît y delante Joyce Mansour, el único maniquí masculino (con antifaz), Nora Mitrani, Pieyre de Mandiargues y el tercer maniquí femenino.
En la siguiente, de Denise Bellon, desierto de Retz, abril de 1960, con una serie en que los surrealistas aparecen enmascarados, Marianne Ivsic es la primera en primera fila, seguida de Gérard Legrand, Nicole Espagnol, Alain Joubert, Joyce Mansour, Robert Benayoun, Radovan Ivsic, Roger Van Hecke (el otro fotógrafo de la excursión), Jose Pierre, Marianne Van Hirtum y Jean Benoît; de pie, Jean Thiercelin, Aube Elléouët, Yves Elléouët, Elisa Breton, Arsène Bonafous-Murat, Georges Goldfayn, Toyen, Mimi Parent, André Breton, Sam Mansour, Édouard Jaguer, Anne Éthuin y Jean-Pierre Lassalle.

Foto de Denise Bellon, 1960

domingo, 6 de marzo de 2016

París surrealista

                                                                                                             
Paris Thèbes es una de esas raras publicaciones que nos devuelven al surrealismo quintaesencial, y a veces me pregunto si ello casi que solo puede producirse precisamente, y a pesar de la debacle, en la ciudad donde este movimiento surgió (y quizás también en aquella en que más potentemente se proyectó, o sea Praga); hablo de lo maravilloso surrealista en su estado puro –el surrealismo de Nadja, de El campesino de París o de La libertad o el amor–, sin ganga añadida por el tiempo, o sin los elementos válidos que se fueron sumando en otros lugares (y en París mismo), por mucho que estos hayan sido enriquecedores, y a veces hasta decisivos. Esto es surrealismo crudo y duro, sin la más mínima confusión tangencial (y sin que tampoco domine ninguna nostalgia), lo cual para mí no puede significar sino lo mejor de lo mejor.
Presentado con la máxima economía, el cuaderno es una gloria de contenido, en que tan soberbios son los textos de Claude-Lucien Cauët como las imágenes de Pierre-André Sauvageot como la conjunción de estas y aquellos. Podríamos hablar de un doble homenaje que en efecto remite a la esencia original del surrealismo, o sea de un homenaje al París surrealista y de otro a la pasión cinéfila de un Breton en sus años de forja, o a la que va de un Desnos a un Kyrou o un Benayoun. El París es el de Eugène Atget, pero superado por la irrupción de imágenes electrizantes en sus paisajes vacíos. Paris Thèbes es también un filme de los que ya no se hacen, porque la imaginación para hacerlos parece haber desaparecido tanto como el París de la primera mitad del siglo pasado.


En el hilo argumental, tenemos a un narrador que posee el pergamino de Thot, con el que quiere rescatar a la princesa que amó tres noches, hace cuatro mil años; por su pasión transgresora, fue enterrado vivo y ella envenenada y embalsamada, pero un imbécil egiptólogo que ha descubierto en un filme el famoso pergamino, abre su tumba y lo resucita al leer “la fórmula”. Nuestro resucitado aparece no en Luxour, sino en un París desértico, de muros, puentes y escaleras con carteles cinematográficos, donde espera que el alma de su princesa reviva en el cuerpo de una mujer contemporánea. Esa mujer se llama Helena, y con ella visita el Louvre, donde está el sarcófago de la princesa, pero un guardián siniestro se la lleva. Nosferatu presume de haberla violado en unas escaleras de la ciudad, y también la busca Fantomas, quien afirma que es su hija, a la que precisamente quiere hacer princesa (como ya lo intentó en su saga). El Inaccesible hace huir a Nosferatu, pero sorprendentemente, tan valeroso como ha sido siempre, siente miedo al acercársele por la calle el Dr. Caligari, volviendo a su cartel. Para recuperar a Helena, nuestro campesino egipcio de París se dirige primero a Sam Spade, pero este lo remite a Harry Dickson, quien, pese a ser considerado un tipo “íntegro”, resulta ser un corrupto total, un verdadero tipejo. Cuando todo parece perdido, se le aparece una mujer literalmente erótico-velada, protegida desde su cartel por la mirada sublime de Irma Vep. El final es enigmático, como quedan en el aire otros enigmas menores (¿por qué Fantomas siente miedo de Caligari?, ¿por qué Sam Spade se niega a llevar el caso que le encomiendan?).
El relato se estructura en forma de cinco enigmas que le dirigen al héroe del relato un tocador de organillo, un gato sagrado, una danzarina oriental, un pájaro y la “fatalmente bella” Pam Revi, quien no es otra que la mujer encontrada al azar, cuando ya la desesperanza se apoderaba del atribulado protagonista. En cuanto a las imágenes –me hubiera gustado reproducirlas todas–, encontramos en ellas los carteles de La momia, The mummy’s shroud, Caligari, Fantomas, M, Los vampiros, Retorno al pasado, Envuelto en la sombra, El halcón maltés y To be or not to be. En la primera de ellas, un personaje que recuerda tanto a Broderick Crawford como a E.L.T. Mesens, avanza bajo un puente hacia una escalera donde está saliendo de su caja la preciosa embalsamada.
Esta publicación me ha calado hondo, y lo ha hecho desde su portada, ya que, en mi descubrimiento de París –junio de 1986–, una de las 80 ó 90 fotos que tomé (heroicos tiempos aquellos en que nadie registraba chorradas, sino lo que juzgaba esencial) fue precisamente la del Passage du Caire, no solo por el lugar –fui siguiendo el itinerario de los pasajes que describía la fantástica Guide de Parys mystérieux–, con sus efigies de Hathor (diosa del amor, la alegría, la danza y la música, que tenía orejas de vaca), sino por un detalle pintoresco en el centro de la cornisa: la nada egipcia caricatura del pobre narizudo Bougenier (luego pintor y fotógrafo), objeto de las burlas de sus compañeros de estudio allá por 1820.



Paris Thèbes es un modelo de obra íntegramente original, o sea que sabe conciliar los dos sentidos de la palabra: como creación que ni copia ni imita, sino que es, por decirlo con los lexicógrafos, “fruto de la creación espontánea y se distingue por su novedad”, y como vuelta a los orígenes, lo que me ha hecho pensar en las deslumbrantes palabras finales de Poisson soluble: “Los muros de París habían sido cubiertos con carteles que representaban a un hombre disfrazado de lobo blanco, que tenía en la mano izquierda la llave de los campos. Y ese hombre era yo”. Claude-Lucien Cauët y Pierre-André Sauvageot, a quien debemos muchas aportaciones al surrealismo en la última década, poseen también esa “llave de los campos”.
"Decididamente, mi imaginación continúa inspirándome combinaciones maravillosas" (Fantomas, en La cravate de chanvre).
claude.cauet@orange.fr


jueves, 3 de marzo de 2016

“Drosera”, n. 4

Dibujo de Anthony Earnshaw

Pensábamos que Drosera, “comunicación onírica”, había sido sustituida por Dreamdew, pero al final se trataba de solo una bifurcación, con la primera en edición española dirigida por Vicente Gutiérrez Escudero y Andrés Parchal y la segunda en inglés a cargo de Bruno Jacobs y Sasha Vlad.

Homenaje a António Maria Lisboa

Alex Januário, Encontrado en los peldaños del tiempo,
António Maria Lisboa en la tempestad de la niebla negra

El número 14 de los Cadernos del Centro de Estudos do Surrealismo, dirigidos con juicio certero por Perfecto E. Cuadrado, es un precioso homenaje al gran poeta António Maria Lisboa, quien, con Mário Cesariny y Artur do Cruzeiro Seixas, formó el triunvirato central del surrealismo portugués.
El homenaje adopta la forma antológica, y es una publicación vivamente recomendada para quien quiera acceder a tan fascinante escritor. Hay dibujos y textos, entre estos poemas, cartas y ensayos de quien tenía la cabeza más teórica del grupo. También se reproducen las portadas de todas sus publicaciones independientes, siempre breves pero riquísimas, en una época especialmente potente del surrealismo, tanto en Portugal como en general. Los poemas de Ossóptico son pasmosos, y entre las cartas está la enviada a Cesariny en abril de 1950, donde sienta las bases de la “metaciencia”, que “como los surrealistas ve el universo uno y mágico”.
En la selección de textos sobre él, los hay de Mário Cesariny, Henrique Risques Pereira (un bello poema de 2003), Fernando Alves dos Santos y Alfredo Margarido.
En la sencillez de presentación de estos Cadernos, estamos ante una publicación magnética, que da bella cuenta de la obra y el signo de un nombre ineludible.

Más cartas de Mário Cesariny

Um sol esplendente nas costas es el título que reúne las cartas de Mário Cesariny al poeta Alberto de Lacerda. Edita la Fundação Cupertino de Miranda en ocasión de los IX Encontros Mário Cesariny, celebrados en noviembre de 2015. Ya en esta colección Documenta han aparecido las cartas a Cruzeiro Seixas, las cartas a la Casa de Pascoaes, Le temps des pionniers y las fotos de su casa por Duarte Belo (Cesariny –em casas como aquela).
Se encarga de la edición Luís Amorim de Sousa, quien refiere cómo, en la visita de Lacerda a Cesariny el 29 de mayo de 1981, se leyeron entre ellos poemas de Breton, el primero al segundo “La casa de Yves”, y el segundo al primero “Fata Morgana”, diciéndole que en 1947 había sido el poema que lo había situado “en la verdadera vía”; Lacerda define la casa de Sete Rios (donde yo estuve en un par de ocasiones) como “una auténtica central surrealista”.
La correspondencia sorprende por su extensión, ya que va de 1962 a 2000 (Cesariny moriría en 2006 y Lacerda en 2007). Para una postal enviada de París en junio de 1964, Cesariny elige una imagen de la Torre Saint-Jacques.
El gran valor de estas cartas es hacer revivir al incomparable Mário Cesariny. Luego, hay de todo, como ocurre siempre en las grandes correspondencias: genialidades y sorpresas, pero también banalidades, de las que ya prefiero no ocuparme, como no sea aludir a los típicos gimoteos portugueses, que llegan (tanto en uno como en otro) a los elogios españoles; voy a decir lo que parecerá una enormidad, pero me da igual: creo que ni Mário Cesariny ni Alberto de Lacerda ni ningún intelectual portugués de cualquier época (con las relativas excepciones de Miguel Torga y José de Leite Vasconcelos) supieron nunca en qué país habitaban.
Hay detalles muy simpáticos, como el de ver a Cesariny pidiéndole a Lacerda (quien vivía en Londres) le envíe Del asesinato considerado como una de las bellas artes en 1973 y de nuevo en 1985. Señalemos también el interés que manifiesta Cesariny en sus cartas por los prerrafaelitas, por Fabre d’Olivet, por Machen (La casa de las almas), por Aliester Crowley. Ambos poetas compartieron la amista con Octavio Paz, pero a Cesariny no le gustó Plural: “bien escrita y bien colaborada”, pero nada que ver con lo que sería de esperar: “hará un gran servicio en casa, pero visto de fuera es más provinciano que azteca”; no se equivocaba Cesariny al advertir el giro académico de quien se pasó la vida dando bandazos.
Por lo que respecta al surrealismo, Cesariny teje comentarios a la exposición de Chicago, que contó con su presencia, y a la de Lisboa de 1985, organizada por él mismo. En la misma carta de 1973 en que celebra de Laurens Vancrevel su “bello poema en torno a Galileo”, dice de los Rosemont que “están completamente locos” y que llevaron para América “el surrealismo joven”, o sea un surrealismo alejado ya de la fatiga parisina artístico-archivista de los Pierre, Schuster y complementos, a los que Cesariny no tragaba. Ya en 1985 le pide a Lacerda mande unas cosas “a mi amigo Franklin Rosemont, que es ahora el jefazo y teoría del Surrealismus Usa, simpático, pero bastante gordo, al contrario de Penélope, su mujer, que evolucionó de lo gordo para el rectángulo en pie –es muy alta”. Por hacer otra cala, esta de carácter local, resulta gratificante verlo llamar a Lopes Graça, el insoportable teórico musical estalinista, “imbécil con ideas corales”.
En fin, puro Cesariny, en un libro a una sola voz, ya que las cartas de Lacerda no se han encontrado. El editor, que ha hecho un buen trabajo, sin atiborrar a notas, cierra así su introducción:
“Lo que hay para descubrir de Cesariny en el mundo íntimo de Alberto de Lacerda excede en mucho los contornos de este libro. Pero en ese mundo y siempre en ambos sentidos, resplandecen admiración y amistad que el tiempo siempre sustentó. Ninguno de los dos deseó que fuera una amistad literaria. Lo que la define es un alta camaradería marcada, muy al contrario, por el deseo de aventura y de magia con que Alberto y Cesariny siempre quisieron vivir”.
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Casi de modo simultáneo, ha aparecido en Debout sur l'Oeuf el libro Monsieur Cesariny, conjunto de fotos de Cesariny realizadas hace una década por Susana Paiva y expuestas en la galería de Miguel de Carvalho en octubre de 2014.