Siendo cierto que, a lo largo y ancho del planeta, los infinitos museos, galerías y fundaciones artísticas no son más que templos del bostezo, aquí, en “Surrealismo internacional”, damos cuenta de vez en cuando de unas pocas excepciones en que rigen los valores antiguos de la imaginación y la pasión. Una de esas excepciones es la exposición de últimas obras de Víctor Chab que se inaugura el próximo viernes.
En 2002 se publicó el libro esencial sobre una de las grandes figuras que el surrealismo ha dado en tierras argentinas, enfocando toda su obra desde 1947 hasta dicho año. Con 212 páginas y ricamente ilustrado, este volumen editado por el Palais de Glace, incluía textos, entre otros, de Édouard Jaguer, Julio Llinás, Enrique Molina, Aldo Pellegrini y Juan Andralis (que fue quien le descubrió el surrealismo a un muy joven Víctor Chab).
Con motivo de la exposición que originó el catálogo, Floriano Martins entrevistaba en el n. 31 de Agulha al artista, quien manifestaba su total adhesión al surrealismo, rechazando de paso todas las operaciones liquidacionistas:
“Si bien los fundamentos del surrealismo están muy claramente expuestos en el primer manifiesto de 1924, a partir de ese mismo año se le dio por muerto sistemáticamente, por los espíritus idiotas que no vieron más allá de sus narices. Estoy de acuerdo en que el límite que Jean Schuster establece entre el surrealismo histórico y el eterno –con la muerte de Breton– es una violencia golpista y arbitraria y totalmente innecesaria. Carece de fundamento teórico”.
Con respecto al surrealismo y a su propia aventura plástica, también merecen citarse estas otras palabras suyas, en la misma entrevista:
“En el año 2001, Aldo Galli describe mi pintura como oscilando entre el surrealismo y el expresionismo. Y bien, no solo él sostiene esta idea, sino que muchos otros hablan de este maridaje. A mí no me incomoda en absoluto esta idea, porque algo tiene de real. El surrealismo ha tenido históricamente todo tipo de influencias, que no le han quitado nada de su fuerza esencialmente revulsiva. Y en cuanto al expresionismo en particular, es un movimiento al que yo me siento ligado y que ha dado pintores de la talla de Grosz, Schiele, Dix, etc. Yo concibo el arte de pintar como el camino de la gran libertad. De igual manera que transité por caminos distintos y opuestos, en la actualidad mi obra está fijada al desnudo femenino; el cuerpo de la mujer no tiene igual como cantera para las variaciones estéticas y me produce un placer sin límites. El surrealismo tiene la particularidad maravillosa de no basarse en un corpus técnico como el cubismo, el fauvismo o el neoplasticismo, donde los fundamentos están basados estrictamente en la descomposición de la figura (cubismo), la plenitud del color (fauvismo) o la geometría ortogonal (neoplasticismo). El surrealismo nos abre las puertas a lo desconocido. Todas las formas y todas las técnicas pueden adscribirse a las fantasías más delirantes: figuración o no figuración, y todas las variantes de la reunión de los contrarios”.
De seguro que estas obras recientes de Víctor Chab –y la pintura que aquí vemos ya lo evidencia– hacen cierta la predicción de su amigo Édouard Jaguer, para quien el artista argentino seguiría “renovándose, sorprendiéndonos y jugando siempre, valientemente, con el fuego de las imágenes”.