Sheila Legge es un nombre famoso del
surrealismo, ya que el mediodía del 11 de junio de 1936 fue ella quien irrumpió
en Trafalgar Square con la cabeza completamente cubierta de rosas rojas,
encarnación del “fantasma surrealista del sex appeal” que venía a presentar la
magna exposición internacional surrealista londinense. El impacto en la prensa
fue enorme.
Poco o nada más se sabía de ella, pero ahora
Silvano Levy, a quien se deben tan importantes publicaciones sobre Conroy
Maddox y sobre Desmond Morris, le ha dedicado un pequeño libro, muy bien
editado por Dark Window Press: Sheila Legge. Phantom of surrealism.
Tras indagar sus orígenes familiares,
Silvano Levy cuenta cómo la bellísima Sheila Legge fue a París para ser modelo
de Man Ray, quien le hizo un retrato dibujístico incluido luego en La ballade des dames hors
du temps, libro
publicado en 1970 junto al texto bretoniano de 1934.
La inspiración de la cabeza floral la
encuentra Silvano Levy en tres obras dalinianas de aquel mismo año, y sobre
todo en Primavera
necrofílica,
pero es en Max Ernst donde ya aparecían unidas la idea del fantasma y la de la
cabeza sustituida.
Sheila legge (dcha.) |
Entre las varias fotos de Sheila Legge que
reproduce el libro, hay una viendo El último viaje del capitán Cook, de Roland Penrose, otra sentada en el
grupo de surrealistas (es la que vemos aquí, en un detalle junto a Eileen Agar)
y otra en la inauguración de la exposición, con la pierna artificial (la idea
original era llevar en una mano la pierna y en otra una chuleta de cochino,
pero el calor de aquel día lo impidió).
Solo se conoce de ella un texto, larga prosa
automática que apareció en el número de diciembre de 1936 de Contemporary Poetry and
Prose, la
revista de Roger Roughton abierta al surrealismo. Este texto lo traduce Michel
Remy en su preciosa antología del surrealismo inglés, Au treizième coup de
minuit.
Un capítulo dedica Silvano Levy a las
amistades surrealistas de Sheila Legge, que fueron sobre todo Penrose,
Roughton, Gascoyne, Mesens y Paul Nash. En este capítulo hay otra sorprendente
fotografía periodística: la de las admirables extremidades inferiores de Sheila
Legge (¡cómo es posible que se las llame
“inferiores”!), bailando, con dos pinturas surrealistas, la del muslo un
cadáver exquisito que empieza un velero y acaban unos labios sonrientes y la de
la pierna una figura demoniaca digna de un viejo libro de magia negra.
Desgracias personales y un fantasma no
poético sino siniestro, o sea la guerra, condujeron luego a Sheila Legge al
existencialismo, vía Kierkegaard, pero también con la lectura de esa gruesa
nulidad llamada El ser y la nada. Sheila Legge murió de una pulmonía en 1949, cuando solo tenía 37
años, pero este meritorio libro de Silvano Levy nos la hace resurgir en sus
tiempos de gloria, dejándonos de ella una imagen encantada.