Aunque apareció en 2012, solo recientemente,
tras leer la lista de novedades del último número de Phosphor, he podido obtener esta
importante publicación del London Surrealist Group, titulada The overflowing milkmaid
with curved feet
y distribuida por lulu.com. En Phosphor se preguntaban si el grupo se encuentra dormido o ya desapareció, y lo
cierto es que sus últimas noticias en la red son de diciembre de 2013.
El director de la publicación (“editor” como
dicen los anglosajones) es Timothy B Layden, y los participantes, aparte él,
son Darren Thomas, Dimitri Antorka-Pieri, Gillian McIver, Jane Sparkes, Jazzman
John Clarke, J.J. von der Heydt, Lilo Topchev, Martin Marriott, Megan Jones,
Philip Kane, Ronnie McGrath y Stuart Inman.
The overflowing milkmaid with curved feet es una recopilación de
exploraciones y aventuras del grupo, cuyo tema central es la analogía y que se
sitúa bajo el signo tarótico del Loco, aunque también, desde el inicio, en un
dibujo de Layden y en un poema común de textos recortados, se nos aparece
Alicia, por lo que no nos alejamos en demasía del más reciente y también colectivo Alice, the looking glass
threw.
El primer trabajo no es el más feliz, ya que
Gillian McIver, al hablar del “Estado de lo surreal en el cine contemporáneo”,
sigue la costumbre ya molesta de buscar surrealismo en lo que más le gusta a
cada uno, que en su caso es el hinchado Ken Russell; sí se justifican, en
cambio, los comentarios sobre Jan Svankmajer y sobre una película underground inspirada
en Los cantos
de Maldoror,
aunque de esta no tengo yo ni idea. (Al margen, se dice de Russell que “tiene
en común con muchos de los surrealistas franceses, belgas, checos y latinos el
ser católico”, lo que debe referirse si acaso a que tuvieron una primera
educación católica, ya que es imposible ser a la vez católico y surrealista.
Dicho así, es de una confusión absoluta).
Jane Sparkes, En el torbellino |
Quien más me ha gustado de esta antología es
Jane Sparkes. En un bello texto, refiere sus primeros encuentros con el
surrealismo, al descubrir a Dalí y Magritte, pero en seguida con la lectura de The stain de Rikki Ducornet y luego de Nadja, Arcane 17 y los Manifiestos. Una delicia es el relato de su búsqueda de
“monstruos” por Londres (“Monster safari”), acompañado de fotos de sus trofeos
–y por cierto que en la contraportada de este libro-revista hay un mapa de
metro londinense donde los nombres de las estaciones son Alice, Ithell
Colquhoun, Jan Svankmajer, Jean Benoît, Karel Teige, Ubu, William Blake,
Charlie Mingus’s Cat, Toyen, Merlin, Toussant Louverture, Melmoth the Wanderer,
André Breton, Benjamin Péret, etc. También son propuesta suya dos juegos: el de
la frenología, a partir de la idea de las analogías entre las facultades de la
personalidad clasificadas en la cabeza humana por aquella vieja teoría y las
características inconscientes de un área urbana (en este caso los alrededores
del castillo y la catedral de Rochester Kent, por lo que se ejemplifica lo que
en el almanaque Lo que será quedaba limitado a las reglas del juego), y el de la libertad del Loco,
que ella presenta en el texto “Tarot analógico” y que acompañan distintas
imágenes de este arcano. En consonancia, suyos son cuatro collages del tarot
(“Los amantes”, “El ahorcado”, “La emperatriz” y, por supuesto, “El loco”).
De Stuart Inman hay dos contribuciones
valiosas, una dedicada a la analogía, apoyándose sobre todo en esos dos grandes
textos que son “Signo ascendente” de André Breton y “Escándalo
de rostro tan secreto” de Nora Mitrani, y otra sobre la “(in)comprensión” del
surrealismo, donde se ocupa de las discrepancias entre los grupos surrealistas
y de los abundantísimos “estudiosos” del
surrealismo, de los que dice no sin gracia que “hay estudiosos y estudiosos, y
todos no son estudiosos, algunos son idiotas y fraudulentos, algunos son
decentes pero aburridos y algunos son en verdad muy buenos, pero no dejan de
ser estudiosos”.
Añádase de
Philip Kane “Revolución erótica: un manifiesto” y de Martin Marriot “Cómo hacer
escritura automática”. Este trabajo, que viene acompañado de unos dibujos de
sueño de Dimitri Antorka-Pieri,
comienza hablando de la tradición aborigen australiana, aún viva, de la pintura
en las rocas, y refiere una anécdota sabrosa: al preguntarle un antropólogo a
un guía por qué se había puesto a pintar en una piedra en que los colores ya estaban
desvaídos, este le respondió: “Yo no estoy pintando. La pintura la está
haciendo la mano del espíritu”. Martin Marriot alude en su artículo a la
“borrachera de liberación” que fue el descubrimiento del automatismo para los
surrealistas de los años 20, aunque ello es extensible a cualquier época del
surrealismo.
Destaquemos también un comic de Timothy B
Layden en que aparecen los globos completamente vacíos y la presentación
detallada de un pionero del surrealismo británico: Alfred Hicklebaum, estudioso
de las artes mágicas que ya cultivaba el automatismo en los años 20, se carteó
con Breton, Péret y Éluard y no quiso participar en la exposición londinense de
1936 porque había demasiados oportunistas. Esto hace pensar en el Surrealist
London Action Group de 1958, del que hay tan nulas referencias como de este
supuesto “pionero”, pero no parece que estemos ante nuevos capítulos de la
enciclopedia Da Costa...
The overflowing milkmaid with curved feet se cierra con el apoyo dado en
2012 por los surrealistas a Angye Gaona, reproduciendo su poema “El volcán
habla”. Por supuesto, en la publicación abundan los dibujos colectivos,
collages y textos automáticos. Hay también frases a los lados de las páginas y
una “Oda a Sun Ra” por Ronnie McGrath. En conjunto, una fiesta de surrealismo
explosivo.
Megan Jones, Dream boat |