miércoles, 26 de noviembre de 2014

“Hydrolith”, n. 2 (I)


Este segundo número de Hydrolith vuelve a ofrecer una representación muy amplia del movimiento surrealista actual. Amplia pero no exhaustiva, ya que, por ejemplo, del grupo surrealista a mi juicio más valioso, el checo y eslovaco, que suele ir por libre, no hay colaboración alguna. Se trata, pues, de la reunión de grupos e individualidades que se han aproximado en un proyecto que auspician ahora Eric Bragg y Ribitch; el número primero añadía en el editorial los nombres de Merl Fluin, Mattias Forshage, Shibek y Nikos Stabakis, por lo cual los polos geográficos eran Berkeley, Londres, Estocolmo, Portland y Atenas. La polémica desatada por el texto de Eric Bragg hará sin duda que un tercer número, si lo hay, no suponga la coalición de fuerzas de estos dos primeros, ya que no hay conflictos que no arrastren otros.
Con respecto al primer número, encontramos bajas considerables: Raúl Henao, Kathleen Fox, Bill Howe, John Welson, Joël Gayraud, Michel Zimbacca, Dominique Paul, Bertrand Schmitt, Katerina Pinosova, Allan Graubard, Robert Green, Debra Taub..., pero, en contrapartida, en el total de 99 nombres de este número aparecen muchos nuevos, concretamente 61, por lo que solo 38 coinciden en uno y otro. El peso mayor va para los grupos de Estambul, Madrid, Londres, Atenas y Estocolmo, con muchas colaboraciones holandesas.

Sharon Olson, The healer

Entre las abundantes ilustraciones, con predominio de los collages y los dibujos, pero también con pinturas y trabajos digitales, solo puedo destacar algunas preferencias: John Adams, de Austin, que además se encarga de la portada; David Coulter con sus collages ya comentados aquí; las cubomanías de Richard Waara, a partir de la Melancolía de Durero, tan apreciada por los nervalianos; los collages del Inner Island Surrealist Group; el arcimboldiano Curandero de Sharon Olson, de Grass Valley, California; y el muy original cómic de Xtian, de Melbourne, titulado The micturating angel, “cuento de ciencia y erótica” en que se interviene sistemáticamente, con un resultado muy divertido, sobre unas figuras a lo George Levis, narrándose las historias de las muchachas Bella, Hayley, Molly, Gaby y Lucinda –todo un descubrimiento, que nos da ganas de hacer lo propio con tantos comics favoritos, o incluso indiferentes (en estos, la mejoría sería obvia).


Más ilustraciones –una pequeña parte de ellas, ya conocidas– hay de Wedgwood Steventon, Wendy Risteska, Timothy B. Layden, Susie Malinowski, Paul Cowdell, Lisa Simonson, Andrew Juris, Richard Misiano-Genovese, Dale Houstman, Shibek, Dan Boyer, Mary Behm-Steinberg, Ali Mete, Sancak Taroolu, Rafet Arslan, Ayse Ozkan, Cins, Rik Lina, Miguel de Carvalho, Alex Januário, Sergio Lima, Zazie, Her de Vries, Bastiaan Van der Velden, Guy Girard, Antonio Ramírez, Dan Stanciu, Alexandra Halkias, Elias Melios, Diamantis Karavolas, Alex Fatta, David Nadeau y Pascale Dubé. Llamo también la atención hacia un valioso texto de Miguel de Carvalho sobre sus propios collages, a mi juicio inédito.
Entre los poemas y las prosas contenidos, y, como siempre, haciendo notar mis limitaciones con la lengua del Imperio, única de Hydrolith, momentos fuertes me parecieron “La práctica de la noche” de Josie Malinowski; “El demonio del paraíso. Un sueño dantesco”, de Laurens Vancrevel con imágenes de Jörg Remé, a quien va dedicado; “Allucinatio insulae” de Noé Ortega y Eugenio Castro; “Cada hombre su propio Fantômas, o de nuevo con nostalgia”, de Paul Cowdell, que ya añadí a la lista de homenajes fantomáticos del surrealismo, aquí pidiéndosenos no solo admiración hacia el Maestro, sino que seamos él; y el soberbio extracto del libro de Dan Stanciu Actos calientes en un decorado negro sobre escenas separadas por una línea pesada, de 2011.
Otros textos “creativos”, aunque en algunos casos las fronteras con el lenguaje ensayístico se diluyan, hay de Beatriz Hausner, Peter Dubé, Gaetan Blais, David Nadeau, Josse De Haan, Rodrigo Hernández Piceros, Andrew Torch, John Adams, Sotère Torregian (ya conocidos, pero también un homenaje a Marie Wilson y Nanos Valaoritis), Andrew Joron, Dale Houstman, Alexandra Halkias, Yannis Xourias, Rafet Arslan, Aye Ozkan, Ali Kartal, Zuca Sardan, Sergio Lima (“La imagen como conocimiento”, en versos que completa el ensayo “Imágenes en libertad”), Hans Plomp, Pieter Schermer, Wijnand Steemers, Merl Fluin y Jesús García Rodríguez (“30 proverbios de los Padres del Desierto”).
Este número de Hydrolith se ameniza con una serie de “noticias latentes” enviadas por los colaboradores, en la vieja tradición surrealista de los “faits divers”. Encuestas solo hay una, pero importante. Viene del grupo de Atenas, y, titulada “Los misterios del Minotauro”, se ocupa de la película The devil’s man, dirigida en 1975 por Costas Carayannis con intervención de Peter Cushing y Donald Pleasance y música de Brian Eno. Yo no la he visto, y Carlos Aguilar, un habitualmente buen detector de bodrios, la califica como tal, aunque señalando su valor “exótico”. Es lo de menos que sea un bodrio o no, porque las preguntas sobre la película recibieron respuesta ¡antes de que nadie la viera! Tras las respuestas de pura inspiración, vienen las respuestas “correctas” y una nota de Nikos Stabakis, presentador de este documento que es preciso unir al de la famosa encuesta de L’Âge du Cinéma sobre El embrujo de Shangai.
Declaraciones colectivas las hay del grupo turco (“Revuelta: el juego del nuevo milenio”), del Inner Island Surrealist Group (“Funeral del Imperio”, ya aparecido en el n. 9 de The Oystercatcher), del grupo de Saint Louis (sobre las revueltas de este mismo año, motivadas por un nuevo acto racista) y de los grupos de Madrid y Atenas (también sobre las revueltas sociales, en este caso las bien conocidas agitaciones de los últimos tiempos en estas ciudades).
En siete días continuaremos con este comentario descriptivo, deteniéndonos en los juegos y experiencias y en los numerosos ensayos contenidos, algunos de extremo interés, como el de Bruno Jacobs “Surrealismo y esfera cultural”, del que extraigo estas palabras para concluir: “El surrealismo sigue siendo una cuestión de principios, de método y de actitud para cambiar definitivamente el actual estado escandaloso de cosas; para cambiar, de manera fundamental, la vida. Su característica principal es, en el fondo, la de armonizar el pensamiento crítico y el espíritu poético, la reflexión y la sensibilización”.