Este segundo número de Hydrolith
vuelve a ofrecer una representación muy amplia del movimiento surrealista
actual. Amplia pero no exhaustiva, ya que, por ejemplo, del grupo surrealista a
mi juicio más valioso, el checo y eslovaco, que suele ir por libre, no hay
colaboración alguna. Se trata, pues, de la reunión de grupos e individualidades
que se han aproximado en un proyecto que auspician ahora Eric Bragg y Ribitch;
el número primero añadía en el editorial los nombres de Merl Fluin, Mattias
Forshage, Shibek y Nikos Stabakis, por lo cual los polos geográficos eran
Berkeley, Londres, Estocolmo, Portland y Atenas. La polémica desatada por el texto
de Eric Bragg hará sin duda que un tercer número, si lo hay, no suponga la
coalición de fuerzas de estos dos primeros, ya que no hay conflictos que no
arrastren otros.
Con respecto al primer número, encontramos
bajas considerables: Raúl Henao, Kathleen Fox, Bill Howe, John Welson, Joël
Gayraud, Michel Zimbacca, Dominique Paul, Bertrand Schmitt, Katerina Pinosova,
Allan Graubard, Robert Green, Debra Taub..., pero, en contrapartida, en el
total de 99 nombres de este número aparecen muchos nuevos, concretamente 61,
por lo que solo 38 coinciden en uno y otro. El peso mayor va para los grupos de
Estambul, Madrid, Londres, Atenas y Estocolmo, con muchas colaboraciones
holandesas.
Sharon Olson, The healer |
Entre las abundantes
ilustraciones, con predominio de los collages y los dibujos, pero también con pinturas
y trabajos digitales, solo puedo destacar algunas preferencias: John Adams, de
Austin, que además se encarga de la portada; David Coulter con sus collages ya
comentados aquí; las cubomanías de Richard Waara, a partir de la Melancolía
de Durero, tan apreciada por los nervalianos; los collages del Inner Island Surrealist
Group; el arcimboldiano Curandero de Sharon Olson, de Grass Valley,
California; y el muy original cómic de Xtian, de Melbourne, titulado The
micturating angel, “cuento de ciencia y erótica” en que se interviene sistemáticamente,
con un resultado muy divertido, sobre unas figuras a lo George Levis, narrándose las
historias de las muchachas Bella, Hayley, Molly, Gaby y Lucinda –todo un descubrimiento,
que nos da ganas de hacer lo propio con tantos comics favoritos, o incluso
indiferentes (en estos, la mejoría sería obvia).
Más ilustraciones –una pequeña
parte de ellas, ya conocidas– hay de Wedgwood Steventon, Wendy Risteska,
Timothy B. Layden, Susie Malinowski, Paul Cowdell, Lisa Simonson, Andrew Juris,
Richard Misiano-Genovese, Dale Houstman, Shibek, Dan Boyer, Mary
Behm-Steinberg, Ali Mete, Sancak Taroolu, Rafet Arslan, Ayse Ozkan, Cins, Rik
Lina, Miguel de Carvalho, Alex Januário, Sergio Lima, Zazie, Her de Vries,
Bastiaan Van der Velden, Guy Girard, Antonio Ramírez, Dan Stanciu, Alexandra
Halkias, Elias Melios, Diamantis Karavolas, Alex Fatta, David Nadeau y Pascale
Dubé. Llamo también la atención hacia un valioso texto de Miguel de Carvalho
sobre sus propios collages, a mi juicio inédito.
Entre los poemas y las prosas
contenidos, y, como siempre, haciendo notar mis limitaciones con la lengua del
Imperio, única de Hydrolith, momentos fuertes me parecieron “La práctica
de la noche” de Josie Malinowski; “El demonio del paraíso. Un sueño dantesco”,
de Laurens Vancrevel con imágenes de Jörg Remé, a quien va dedicado;
“Allucinatio insulae” de Noé Ortega y Eugenio Castro; “Cada hombre su propio
Fantômas, o de nuevo con nostalgia”, de Paul Cowdell, que ya añadí a la lista
de homenajes fantomáticos del surrealismo, aquí pidiéndosenos no solo
admiración hacia el Maestro, sino que seamos él; y el soberbio extracto del
libro de Dan Stanciu Actos calientes en un decorado negro sobre escenas
separadas por una línea pesada, de 2011.
Otros textos “creativos”, aunque
en algunos casos las fronteras con el lenguaje ensayístico se diluyan, hay de
Beatriz Hausner, Peter Dubé, Gaetan Blais, David Nadeau, Josse De Haan, Rodrigo
Hernández Piceros, Andrew Torch, John Adams, Sotère Torregian (ya conocidos,
pero también un homenaje a Marie Wilson y Nanos Valaoritis), Andrew Joron, Dale
Houstman, Alexandra Halkias, Yannis Xourias, Rafet Arslan, Aye Ozkan, Ali
Kartal, Zuca Sardan, Sergio Lima (“La imagen como conocimiento”, en versos que
completa el ensayo “Imágenes en libertad”), Hans Plomp, Pieter Schermer,
Wijnand Steemers, Merl Fluin y Jesús García Rodríguez (“30 proverbios de los
Padres del Desierto”).
Este número de Hydrolith
se ameniza con una serie de “noticias latentes” enviadas por los colaboradores,
en la vieja tradición surrealista de los “faits divers”. Encuestas solo hay
una, pero importante. Viene del grupo de Atenas, y, titulada “Los misterios del
Minotauro”, se ocupa de la película The devil’s man, dirigida en 1975
por Costas Carayannis con intervención de Peter Cushing y Donald Pleasance y
música de Brian Eno. Yo no la he visto, y Carlos Aguilar, un habitualmente buen
detector de bodrios, la califica como tal, aunque señalando su valor “exótico”.
Es lo de menos que sea un bodrio o no, porque las preguntas sobre la película recibieron
respuesta ¡antes de que nadie la viera! Tras las respuestas de pura inspiración,
vienen las respuestas “correctas” y una nota de Nikos Stabakis, presentador de
este documento que es preciso unir al de la famosa encuesta de L’Âge du
Cinéma sobre El embrujo de Shangai.
Declaraciones colectivas las hay
del grupo turco (“Revuelta: el juego del nuevo milenio”), del Inner Island
Surrealist Group (“Funeral del Imperio”, ya aparecido en el n. 9 de The
Oystercatcher), del grupo de Saint Louis (sobre las revueltas de este mismo
año, motivadas por un nuevo acto racista) y de los grupos de Madrid y Atenas
(también sobre las revueltas sociales, en este caso las bien conocidas
agitaciones de los últimos tiempos en estas ciudades).
En siete días continuaremos con
este comentario descriptivo, deteniéndonos en los juegos y experiencias y en
los numerosos ensayos contenidos, algunos de extremo interés, como el de Bruno
Jacobs “Surrealismo y esfera cultural”, del que extraigo estas palabras para
concluir: “El surrealismo sigue siendo una cuestión de principios, de método y
de actitud para cambiar definitivamente el actual estado escandaloso de cosas;
para cambiar, de manera fundamental, la vida. Su característica principal es,
en el fondo, la de armonizar el pensamiento crítico y el espíritu poético, la
reflexión y la sensibilización”.