Vasto es el universo de las
erratas y los gazapos, verdadera pesadilla de quienes hacen libros. Existe en
español hasta una monografía, de José Esteban, dedicada a la cuestión; la leí
hace un par de décadas y no la tengo a mano, pero recuerdo la historia de un
escritor que garantizaba rotundamente, en un breve colofón, la inexistencia de
una sola errata en todo su libro, deslizándosele una... en el propio colofón.
Al revisar Caleidoscopio
surrealista para su segunda edición, me han aparecido erratas y despistes
de todo tipo, más de la cuenta, y que son el único disgusto de un libro en el
que no tengo otra cosa que lamentar, como no sea, muy raramente, algún que otro
juicio que hoy puede parecerme injusto o alguna que otra ausencia. Entre las erratas
no incluidas en el capítulo de correcciones que puede consultarse en un
apartado de “Surrealismo internacional”, hay tres que me han sorprendido, y que
no pertenecen a las categorías habituales (errores de fechas, de números de
revistas, de algún título, de alguna traducción, de nombres próximos como Alain
Joubert /Alain Jouffroy o Jorge Cáceres/Jorge Camacho).
Una de ellas convierte “Tempestad
en la cámara oscura”, el clásico texto de Radovan Ivsic sobre un fenómeno
fotográfico de azar objetivo acontecido con su retrato “analógico” de Mimi
Parent, en... “Tempestad en la arena”.
Otra pone en la portada de la
publicación colectiva Violette Nozières, que yo siempre he sabido
perfectamente que lleva una foto de Man Ray con una N hecha de varas de azúcar
rotas sobre un ramo de violetas, la muy conocida pintura de Magritte La
violación, que es un año posterior, y que donde apareció fue en la portada
de la edición belga del Qu’est-ce que le surréalisme? de André Breton. Y
es que muchas veces, al revisar un texto se está pendiente de las erratas
expresivas y formales más habituales, y no se repara en las de contenido, por grandes
que sean.
Pero la que me ha dejado más
perplejo es la que aparece al principio de la entrada de Wilhelm Freddie,
quien, como es bien sabido, nació y vivió en Copenhague. Pues bien: ahí se dice
que prácticamente se crió en el Instituto de Patología General (donde trabajaba
su padre) de la universidad de... Grenoble. Cómo demonios fue a parar ahí el
nombre de Grenoble, creo que es algo que nunca podré saber.
Hace unos días, manejando los
textos de Pierre Peuchmaurd, me lo encontré quejándose airadamente de que
Édouard Jaguer (otro experto en gazapos, lo que me sirve de algún consuelo) había
cometido el pecado mortal de poner mal la fecha de nacimiento de Valentine
Penrose. Pues bien: al par de minutos me encontré a Pierre Peuchmaurd citando
mal el título de un ensayo de Paul Nougé que afirmaba haber sido decisivo para
él.
Alejandro Puga, ese gran poeta
argentino, leyó antes de su publicación la nota que le dediqué, y a él mismo se
le escapó que su libro La inspiración del universo aparecía como La
respiración del universo, errata que en este caso, eso sí, no deja de tener
su encanto poético. Otro caso cercano es el de Laurens Vancrevel quien, al
consultarle el capítulo holandés, no reparó de entrada en que aparecía
repetidamente mal el nombre de Emile Van Moerkerken, como Van Moerkeren. Por supuesto
que con estos dos ejemplos no quiero disculparme, sino señalar la universalidad
del fenómeno aún en quienes más confianza podemos tener para algo muy concreto.
¡Ni son estos despistes de Jaguer,
Peuchmaurd, Puga o Vancrevel lebranchos como el de Grenoble!
Tiene esta plaga también algo de
divertido, pero con todo prefiere uno continuar de modo implacable la caza a
las erratas, errores y gazapos que son el tormento de quien trabaja en obras
vastas y en laberintos como el surrealismo. Desde esta ciudad de Oklahoma (isla
de Tenerife), seguiremos hasta 20114 esa cacería inplacable a su majestad la
errrata.
Por lo demás, lo importante será siempre la sustancia del contenido, y Caleidoscopio
surrealista habrá conseguido, y seguirá consiguiendo, creo, su principal
objetivo: contribuir a demostrar con contundencia que el surrealismo, aventura
enorme del espíritu, revuelta contra un mundo inadmisible e injustificable (hoy
como ayer), modo de vivir y de ver y sentir la vida regido por la poesía, no
nació en 1924 (o 19, o 16) y feneció en 1969 (o incluso antes, para otros
enterradores), sino que nunca se ha interrumpido desde aquellas fechas hasta el
presente. El almanaque ya impreso de Brumes Blondes, como recientemente Other
Air y el número 2 de A Phala, o como el segundo número de Hydrolith
que se anuncia para 2014, o como infinidad de publicaciones y eventos
personales y colectivos, lo expresan del modo más fehaciente –sin errata
posible.