Malas referencias me han llegado
del Diccionario del objeto surrealista, por lo que hemos de contentarnos
con este ensayo hecho al alimón por Emmanuel Guigon y Georges Sebbag, quienes
han aunado fuerzas para un resultado evidentemente muy competente, y que además
asume formas lúdicas en la exposición, sobre todo en el muy fino capítulo
primero. Como es de rigor en estos estudiosos del surrealismo, la época
enfocada no va más allá de la era Breton, pero sin centrarse solo en el grupo
de París, ya que hay apuntes sobre los grupos de Bélgica, Rumanía o Praga, muy
ricos en la materia.
El lector español tiene el
privilegio del soberbio catálogo de Guigon El objeto surrealista (Ivam,
1997), y muchos de los breves textos que componen este Sur l’objet
surréaliste (Les Presses du Réel, colección Dedalus) le resultarán
conocidos. Las intervenciones de Sebbag, planteando siempre cuestiones, son
también detectables a quien esté al tanto de sus habituales preocupaciones.
K. Fijalkowski, "Una promesa", 2001 |
El objeto surrealista surge como
respuesta a la invasión de objetos industriales que se produce en los países
occidentales a comienzos del siglo XX, un fenómeno que, como es tristemente sabido,
no ha hecho sino agravarse hasta extremos aberrantes. Marcel Duchamp, con sus
“ready-mades”, da una respuesta, pero la surrealista podríamos decir que surge
con El enigma de Isidore Ducasse, de Man Ray, año de 1920. Este
“folletín” del enigma del objeto surrealista, objeto que se sitúa “entre
desmistificación de la obra de arte y reinvención de lo real”, es un paseo a
que Guigon y Sebbag nos invitan desde aquella fecha, con hitos como Meret
Oppenhein, Salvador Dalí, Maurice Henry, Hans Bellmer, Albert Giacometti,
Marcel Broodthaers o Konrad Klapheck (aunque la lista es enorme), capítulos
sobre los maniquíes, las bolas de nieve (y el tema del ojo), los objetos
dislocados (y el cuerpo desmembrado), los poemas-objeto de André Breton, los
objetos oníricos, los objetos en las exposiciones, etc., y pequeños apartados
magníficos, en particular el dedicado a los siete objetos robados de Aniceto
o el panorama de Aragon y el que nos exalta con el recuerdo del “dandy de
las trincheras”, o sea Jacques Vaché, transfigurando de modo pasmoso la
realidad más espantosa. La única pena es que no vayan acompañados los textos de
más imágenes, por mucho que la mayoría de las referidas sean bien conocidas.
El objeto surrealista continuó,
por supuesto, su travesía después de 1969. En el Bulletin de liaison
surréaliste ya encontramos el juego de los objetos paralelos, y sobre todo
la intervención checa en torno a Jan Svankmajer y su verdadera apoteosis de los
objetos, que nunca se detendrá hasta el momento presente, como muestra el
catálogo Other air. A la vuelta de la esquina, podríamos nombrar los
objetos de sueño de Patrick Hourihan o las jornadas celebradas por el grupo
surrealista Salamandra con el título de “La noche de los objetos vivientes”.
Michel Zimbacca, "La pipa-taza", 2007 |