Esta publicación de más de 500
páginas y 26 trabajos, titulada El surrealismo y sus derivas: visiones,
declives y retornos (Abada editores, Madrid, 2013) y coordinada por Eduardo
Becerra, viene enriquecida por un disco que contiene la reproducción, con
estudios correspondientes, de las revistas Mandrágora, Leitmotiv,
A partir de cero, Que, Ciclo, Postismo, La
Cerbatana gaceta de arte (su número surrealista) y el Boletín
Internacional del surrealismo firmado en Tenerife. Como ya indiqué hace
unas semanas, se encuentran también disponibles en la red.
El propio título ya señala la
pluralidad de orientaciones, encajadas en una serie de secciones que son
“Cuestiones generales”, “El surrealismo en sus revistas”, “Literatura” y “Artes
visuales”. Pero lo que al fin y al cabo interesa es la valía y el interés de
los trabajos, inevitablemente desigual. El coordinador merece ser felicitado
porque, a pesar de tratarse de un “proyecto de investigación” de esos con que
hoy se atavía la institución universitaria, ha dado entrada a nombres no
universitarios, e incluso a dos componentes del surrealismo, José Manuel Rojo y
Eugenio Castro, del grupo madrileño Salamandra. El primero trata extensamente
las relaciones entre surrealismo y política y el segundo traza un panorama del
surrealismo “en su presente”, muy útil dada la inconciencia de ese presente que
tienen quienes estudian el surrealismo, o simplemente se interesan por él. Ese
panorama es incluso más rico que el ofrecido, en parte porque se atiende solo,
o sobre todo, a las “afinidades electivas” del grupo madrileño y en parte
porque faltan referencias posteriores a la fecha de escritura. Los grupos de
Chicago, París, Praga, Estocolmo, Leeds, Londres y Madrid son los enfocados,
más breves referencias a la actividad de Brumes Blondes y a los grupos de
Ioanina, Atenas y Estambul. Hay que añadir a todo ello la intensa actividad en
los Estados Unidos al margen del grupo de Chicago –contemplada en la impactante
obra Invisible heads, 2011–, la no menos intensa que ha lanzado en los
últimos años Miguel de Carvalho en Portugal –con exposiciones de excepcional
aglutinación, la formación de la Cabo Mondego Section of Portuguese Surrealism
y la tan rica como lujosa revista-objeto Debout sur l’Œuf–, el grupo
deCollage en Brasil –donde como siempre continúa el grupo de Sergio Lima, quien
acaba de editar el n. 2 de A Phala–, la eclosión del grupo Derrame en
Chile, los números monográficos de Patricide que coordina Neil Coombs en
el Reino Unido... Un volumen de envergadura, Hydrolith, apareció hace un
par de años, además con la colaboración de los propios surrealistas madrileños.
Ese volumen es ahora mismo la principal muestra del surrealismo “en el
presente”, pero no menos capital es el catálogo Other Air de los checos
y eslovacos, también de hace un par de años. En fin, quien siga “Surrealismo
internacional” tiene conocimiento detallado de todo esto.
A lo largo del libro no hay
rastro de lo del “papa del surrealismo” ni de la “misoginia” surrealista, y en
general no se ha dado cancha a los insultos y calumnias de rigor. Eso sí, aquí
y allá encontramos tópicos de costra dura: “ortodoxia”, “estética”, “escuela”,
surrealismo “oficial”, surrealismo “francés”, surrealismo como momento de las
vanguardias, Nadja “novela”, etc., y no falta quien evidencie haberse
quedado en 1969, quien llame surrealismo a lo que no lo es y se ocupe de la
explotación literaria del surrealismo (esto podría dar pie a unos dos mil
proyectos de investigación), quien se apoye aún como autoridades en Guillermo
de Torre o en Maurice Nadeau o quien dé muestras de ese chovinismo
hispanoamericano que es tan despreciable como cualquier otro.
En la primera sección, hay un
buen trabajo de Rita Eder relacionando a Benjamin Péret con Paul Westheim,
crítico alemán estudioso del arte prehispánico, que llega a México al mismo
tiempo que Péret: dos miradas diferentes sobre la misma materia. En la sección
de revistas, se estudian tres argentinas: Que (todos le ponen acento,
cuando Pellegrini dejó claro que era el relativo desnudo de tilde), Ciclo
y Letra y Línea. En Chile tenemos Mandrágora y Leitmotiv.
En dos de los tres trabajos, sendos profesores aprovechan para ocuparse de
Mandrágora y la guerra civil española –que da siempre tan buenos dividendos–, haciendo
así carambola con dos proyectos de investigación a la vez. Ninguno aprecia el
movimiento Mandrágora, por lo que merece destacarse que, al menos en una nota
de su trabajo, Eduardo Becerra, que tampoco lo aprecia mucho, se haya
preocupado algo por explicar la cercanía de los chilenos al grupo de París, que
todos ellos llaman “ortodoxia”. El enfoque del grupo Mandrágora es muy externo,
y nadie da cuenta de que, por mucho que se le quiera discutir su originalidad,
dio, aparte la figura fascinante de Jorge Cáceres, uno de los poetas
verdaderamente inmensos de América en todo el siglo XX: Enrique Gómez-Correa.
En España, la historia se desgaja
en una parte de surrealismo y otra de postismo. Poco hay que decir del segundo,
que solo cuenta con influjos del surrealismo y bastantes incomprensiones del
mismo, a diferencia de lo que ocurrió, sobre todo gracias a Cirlot, con Dau al
Set. Uno de los grandes aciertos del volumen es sin duda la relevancia dada a
Canarias, y que incluso va a permitir bajar el volumen en casa con esa
matraquilla del desconocimiento del surrealismo insular fuera de las islas.
Maisa Navarro es una autoridad en gaceta de arte, Isidro Hernández en
Óscar Domínguez (aquí se detiene en sus calcomanías), Morris es el editor del Boletín
Internacional del Surrealismo (aquí estudiado, reproducido y anotado) y
Nilo Palenzuela hace una síntesis magistral de la cuestión, que debiera manejar
todo el que se ocupe de la cuestión (“El surrealismo en las Islas Canarias”).
Domínguez recibe también la atención de Federico Castro (“Óscar Domínguez:
surrealismo y paisaje nativo en Gaceta de Arte”). Un aplauso por esta
sección canaria.
Para acabar con las revistas, en
otro apartado damos con un trabajo excelente de Eva Valcárcel, dedicado a La
Poesía Sorprendida, con el maestro Granell soberbiamente rechazando lo de
“escuela surrealista”. Este es, creo, un estudio de referencia.
El resto tiene algo de cajón de
sastre, con temas algo manidos (Cernuda, la poesía de Buñuel, los andaluces del
27). Un texto sobre arquitectura encaja al abominable Le Corbusier y los
pelmazos constructivistas rusos, que nada tienen que ver con el surrealismo
–son incluso el antisurrealismo. Sobre el primero, Ávida Dollars, quien, del
mismo modo que no hizo sino cuadros horribles tras alejarse del surrealismo,
siguió lanzando de vez en cuando genialidades, dijo: “Vomito contra la infame
arquitectura de Le Corbusier. ¡Qué pesadez de plomo la de ese protestante
masoquista que ha despersonalizado la construcción!”; y: “La muerte de Le
Corbusier me ha producido una inmensa alegría. El piadoso Le Corbusier
trabajaba con el cemento armado. Los hombres van a llegar muy pronto a la luna
e imaginen que, según ese payaso, lo harán llevando bolsas de cemento armado.”
Frederick Kiesler sí que hacía “arquitectura mágica”, o después René-Guy
Doumayrou.
Por fin, como muestra del
“surrealismo y el cine”, hay un buen ensayo de Isabel Castells sobre la última
película de Jan Svankmajer, Sobrevivir a la vida. Para rotura de cabeza
de liquidacionistas y otros que, a veces, como decíamos, por desconocimiento,
cierran el surrealismo en épocas pretéritas, Svankmajer, surrealista
“absoluto”, se ha convertido en una figura trascendente del cine contemporáneo.
En suma, un volumen de interés,
ya muy alejado de tantos espantos como se le han infligido al surrealismo desde
los años 70. El disco que lo acompaña incluye trabajos de Armando Minguzzi
sobre las revistas argentinas, Eduardo Becerra sobre las chilenas, Belén Castro
Morales sobre las canarias y Raquel Arias y José Teruel sobre las postistas.
Retrato de Jorge Cáceres por Enrique Gómez-Correa, h. 1940 |