Ahora que los objetos
surrealistas de la era “clásica” se exponen en París, aprovechamos para presentar este documento
con los objetos de sueño que Bruno Jacobs, Petra Mandal, Kim Fagerstam y Robert
Lindroth expusieron en 2005 en la galería Candyland de Estocolmo, bajo el
título “The true for five sens”.
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Una interesante entrevista a
Alain Graubard puede leerse en esta dirección:
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Se anuncia para junio de 2014 la
exposición “La chasse à l’objet du désir”, organizada por la Liaison
surréaliste à Montréal. Las palabras al respecto de este colectivo evidencian
una postura opuesta al orden cultural dominante y sus capciosos canales,
postura que debiera caracterizar a los grupos surrealistas:
“Las facultades sensibles y
mentales que pueden transformar nuestro contexto íntimo, social y político
surgen en el bosque íntimo del deseo. Que ello ocurra en el murmullo nocturno,
el sueño, la creación de una imagen, la formulación de un sonido, en la aventura
amorosa o la irrupción del azar que provoca los encuentros, en la desobediencia
y los gritos de luchas y de emancipación social, el deseo nos atraviesa como
nos asedia. La evocación de su poder encantador devuelve a la realidad lo que
vale en ella de ser vivido. Sobre esta línea proponemos esta exposición
colectiva. Se trata para nosotros, en tanto que agrupación de creación poética,
de asumir el carácter colectivo de nuestra trayectoria instaurando nosotros
mismos un espacio autónomo de exposición en vez de seguir ciegamente la
uniformización invasora. Los peritos de la alienación se aplican en distraer el
mundo hacia su catástrofe, y la mutilación sistemática de la vida –denominada
alegremente «civilización»– parece barrer todas las instancias verdaderas del
júbilo humano. Rechazando este deterioro del espacio público, no sabríamos
comunicar la especificidad de nuestro proyecto a través de los medios
jerárquicos y racionales de los organismos institucionales. Sin por ello
sucumbir a las quimeras de un radicalismo ascético, nuestra marcha se esfuerza
por desertar de los corredores del orden cultural establecido”.
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Entre las noticias del blog que
mantiene el Surrealist London Action Group, y tras la referida a la exposición
“Levitandum” de Kathleen Fox y Patrick Hourihan, resaltemos, en el pasado
semestre, la exposición de collages por Wedgwood Steventon, la colectiva de
título “Mysteries of the Red Planet” y la de John Welson “13 Flowers”, en el
Radnorshire Museum.
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Los aforismos completos de Pierre
Peuchmaurd han sido reunidos en el libro Fatigues, incluyendo algunos
inéditos. Edita L’Oie de Cravan.
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El n. 3 de L’Échaudée,
revista de “crítica social, poesía y utopía”, ya circula. En la parte inicial
hay una entrevista a Daniel Blanchard, ex miembro de Socialisme ou Barbarie,
con motivo de la publicación de su libro Crise des mots. Blanchard habla
de poesía y revolución, de los situacionistas, del mayo francés, de la poesía y
el surrealismo... –cuestión esta última sobre la que no tiene nada que decir,
ya que él reduce la poesía a la cosa escrita, mientras que para el surrealismo
es una manera no solo de decir sino de ver, de pensar, de vivir... Como siempre
en estos pensadores monotemáticos, sus reflexiones van dando bandazos del
interés al sopor. La práctica política de los situacionistas en el mayo francés
dice que fue “una pura y simple impostura”, pero nada más. A colación sí me
gustaría traer esta declaración de Marcel Mariën, 24 años posterior a aquellos
eventos: “En 1968, cuando la estrella de Moscú, un momento rehabilitada por los
horrores de la guerra mundial, comenzó a palidecer, toda la generación nueva,
ebria de marxismo, rechazó el modelo soviético para saludar la parusía china,
nueva encarnación de la esperanza. Hasta el día en que, una vez más, llegó el
desencanto. El entusiasmo desmesurado no había sido más que un fuego de paja y
todos los rebeldes se reencontraron, una vez sentadas las cabezas, provistos de
una bella situación, la misma que habían abucheado.” Las cursivas no son
mías.
Del surrealismo registramos
nuevas colaboraciones de Guy Cabanel y Alain Joubert. Cabanel selecciona dos
jornadas más de su Journal intime (1943-1953), que suceden a las cuatro
del número anterior. Este es un diario onírico, de título irónico, por lo que
nada tiene que ver, por supuesto, con esos diarios de los que ha dicho Joël
Gayraud: “El siglo XX ha inventado la aberración literaria del diario íntimo
destinado a ser leído y publicado en vida del autor. Ese falso diario íntimo,
que yo llamaría diario éxtimo, me parece el género más sospechoso que
existe”. Y antes que él, Louis Scutenaire: “Los autores de diarios íntimos
confiesan sin pudor sus defectos físicos, morales o psicológicos. Ello se debe
a que consideran que sus lectores no pueden ser sino desfallecientes como
ellos; los hombres sanos no se interesan por las confesiones de los otros”.
Diarios de esos siguen saliendo (y hasta en varios tomos), muchas veces ni
dándose cuenta quien los escribe de esos “defectos”, que incluso son ostentados
con vanidad.
De Alain Joubert hay dos textos,
como siempre del máximo interés. El más largo versa sobre la individualista
revolucionaria Gabrielle Wittkop; como Joubert piensa que puede ser mal
interpretado al hablar del feminismo –y eso que su texto es totalmente nítido–,
puntualiza las cosas en una nota inicial. ¡A lo que hemos llegado! ¡Que el
biempensantismo izquierdista –tan execrable como el que antaño reinaba– obligue
a temer, o tan siquiera a preocuparnos, por las interpretaciones que algunos
cretinos y cretinas hagan de nuestras palabras!
Destaquemos por fin los sueños de
Alfredo Fernandes y la evocación del icariano Étienne Cabet.
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Los escritos sobre arte de
Georges Limbour se han publicado en un volumen de 1328 páginas: Georges
Limbour, spectateur des arts. Écrits sur la peinture. Van de 1924 a 1969,
por lo que solo la primera parte coincide con el surrealismo.
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Un catálogo que recomendamos evitar es el titulado Surrealismo. Vasos
comunicantes, del Museo Nacional de Arte / Ediciones El Viso. Se trata del
típico catálogo historicista, en capa y cara dura, donde se acumulan los
despropósitos sobre el surrealismo. Se supone que se centra en México, pero absolutamente
nadie se ocupa de los artistas mejicanos poco o nada conocidos de los que hay
ilustraciones a lo largo del volumen (siendo esas ilustraciones, quizás, el
único interés del libro). Antes al contrario, se abre con tres trabajos donde,
por enésima vez, se pasa revista superficial al surrealismo parisino en su
estipulada historia del 24 al 69. Ya la presentadora de la función dice que 1969
es el “año de disolución”, mientras que Didier Ottinger va del 19 al 69,
repitiendo lo mismo de siempre, como hace del 29 al 33 Serge Fauchereau, quien ya
se merece algún premio por la constancia de su inquina hacia André Breton. Las
repeticiones bostezantes se dan también en el típico “panorama” de Juan Manuel
Bonet, picoteando urgentemente aquí y allá, y sazonando el conjunto con alguna
que otra “confidencia” (como la de Elisa Breton cuando en París “se me quejó”,
dice, de que Breton no quisiera aprender la lengua española ni conocer su
literatura), o en el artículo de Fabienne Bradu sobre Péret, Breton y Artaud en
México, materia que ya ha abordado en sus libros con más detalle, aquí
ofreciendo pues una versión a lo reader’s digest. Todo esto es inocuo, pero no
falta lo inicuo: un ex agregado cultural y fundador de una agencia de
desarrollo que habla del “papa del surrealismo” y acaba situando el surrealismo
en México a la altura del surrealismo en París, una indigesta tapa de lacán con
grelos y un vomitivo artículo de un admirador de Xavière Gauthier, doctor,
médico y psicoanalista, que abre su trabajo con la ultraacadémicamente arcaica
batalla del “superrealismo” y el “sobrerrealismo”. No faltan de vez en cuando
los motivos favoritos del antisurrealismo, como la interpretación
descontextualizada del “acto surrealista más simple”, o el pase de revista a
las mujeres que había en los primeros grupos surrealistas, tan alejados de la
paridad. Patético.