Como hace poco señalamos, los
estudios sobre Benjamin Péret concitan por parte del surrealismo una atención
constante. Es muy llamativo que una figura de su misma envergadura, o sea
Antonin Artaud, haya podido caer en las manos académicas, con sus innumerables
“métodos”, de un modo que no se ha dado con Péret. Este segundo número confirma
lo dicho, aunque es de lamentar que la Association des Amis de Benjamin Péret, nacida
como una asociación del movimiento surrealista, haya quedado convertida, esencialmente
y a diferencia de la evolución que, gracias al espíritu internacionalista de
Édouard Jaguer y Richard Walter, ha tenido Infosurr, en un reducto del
liquidacionismo surrealista, lo que, a mi juicio, al ser Benjamin Péret una
referencia inamovible de dicho movimiento, supone un obstáculo a su crecimiento.
En la nota introductoria, se considera que el surrealismo es un “movimiento
artístico de larga duración (1924-1969)”, cuando ni es un “movimiento
artístico” ni su duración es tan poco larga como, en pacífica consonancia con
el estamento académico y con el estamento periodístico, ahí se pretende.
Pero esto es lo que hay, y ya es mucho:
una bella publicación, muy bien maquetada e ilustrada, con textos en general de
gran o notable interés. El primer dossier se dedica al Méjico de Péret, y es
presentado por Gérard Durozoi. Gérard Roche se ocupa de los mitos y el arte
mejicanos en la obra de Péret, Richard Spiteri de las fuentes y la estructura
de Air mexicain (el más bello poema inspirado por aquel país, y al que
ya Jean-Marc Debenedetti consagró un magnífico trabajo en el Benjamin Péret editado
por Jean-Michel Goutier en 1982) y Guy Prévan de Péret y Octavio Paz, con
destaque para su encontronazo de 1948, cuando un lamentable Octavio Paz, ya
entonces diplomático y aún estalinista, reacciona chauvinistamente a unos
juicios despectivos de Péret hacia la querida patria que él representaba. Estos
tres trabajos son excelentes, completando el dossier un artículo de Lourdes
Andrade sobre Péret, publicado en 1994, y una presentación de la misma por
Claude Courtot, el presentador y prologuista oficial de la armada
liquidacionista desde que esta iniciara su malhumorada cruzada hace 44 años.
El segundo dossier incluye
documentación sobre el nacimiento de la Asociación, y por tanto sobre el
“affaire” con el innoble Georges Hugnet. La Asociación nació para defender la
memoria de Péret y para profundizar en su conocimiento, y su balance no puede
cuestionarse que es extraordinario. Con todo, la defensa de la memoria de
Benjamin Péret no es ya lo que fue en los orígenes: por cada ataque a Benjamin
Péret debe haber algo así como 500 a André Breton, y creo que me quedo corto,
si imagino los cientos de trabajos (artículos, tesis, memorias, libros) sobre
el surrealismo que vomitan al año las instituciones universitarias. En cuanto
al conocimiento de la obra de Péret, bien debiera quedar entre quienes amamos
tanto su figura como su obra. Cuando hace poco unas feministas del Canadá se
preguntaban “¿quién
conoce hoy a Unica Zürn, Joyce Mansour, Claude Cahun, Leonora Carrington o
Alice Rahon?”, y comenté esa pregunta retórica, me faltó decir que ojalá fueran
muchos menos quienes las conocen, y hubieran quedado solo para quienes de
verdad las aman y las saben apreciar, y por tanto a salvo de los tontos y los canallas.
Pero sobre esto volveré al final de esta reseña.
En este segundo dossier hay una
estupenda evocación que hace Michael Löwy de su encuentro con Benjamin Péret,
nada menos que en 1958, con el relato de la entrada en un café donde estaba un
cura: “¡Mierda! –exclamó Péret– ¡Un cura en mi café! ¡Esto es el colmo! ¡Estos
parásitos infestan toda la ciudad!” Sigue un dossier sobre Jean-Louis Bédouin, superfluo cuando se tiene el
libro de “Les Archipels du Surréalisme” Libre espace et autres poèmes
(Syllepse, 1998). Claude Courtot, como siempre arrimando el ascua a su
sardina, en la presentación a las cartas Péret-Bédouin, dice que Péret y
Breton, en los años 50, “no alimentaban ilusiones excesivas sobre la vitalidad
del movimiento surrealista”, pero sin duda que nunca ha citado este pasaje de la
entrevista que André Breton dio a Le Monde en 1962: “El surrealismo
continúa viviendo como espíritu y como movimiento a través de los grupos que se
renuevan”. Breton y Péret es obvio que alimentaban más ilusiones que las de los
surrealistas fatigados de 1969, tipo Schuster, Pierre o el propio Courtot.
Bédouin, de quien se ensalza su “fidelidad” al surrealismo, acabó convertido, nueve
años después, en un desertor tardío (y en 1993, junto a Gérard Legrand, avisará
a los vigilantes del siniestro centro Pompidou para que echen a la calle a los
amigos de Benjamin Péret que se habían reunido para contrahomenajear a Péret de
un modo informal y muy peretiano, como se refiere en “Le déshonneur des
poteaux”, Insoumission poétique. Tracts, affiches et déclarations du groupe de Paris du mouvement surréaliste.
1970-2010).
Las cartas entre Bédouin y Péret,
con ser interesantes, pecan de demasiado cortas las del segundo y demasiado
largas las del primero. Las fechas van de 1951 a 1956, con referencias al
Quilombo de los Palmares, Le Surréalisme, même y la guerra de Argelia.
En 1951, comenta Bédouin que Toyen no podrá viajar a la Bretaña porque no tiene
dinero. ¡La más grande artista del siglo XX, y no tenía ni para darse un salto
a un lugar tan cercano de París!
Rik Lina, "Study for Péret", 1997 |
Tres trabajos componen la sección
de estudios. El de Gaëlle Quemener sobre “El imaginario escolar en los cuentos
de Benjamin Péret” ofrece mucho más de lo que uno se espera. Al comentar las
relaciones entre Péret y Breton, Claude Courtot, siempre refiriéndonos todo lo
que se emociona, insiste en “el surrealismo que fue”. Jean-Michel Goutier, en
fin, habla de Cárdenas y sus amigos surrealistas.
En los documentos, Bruno Duval
trata de Péret visto por Audiberti, Mikaël Lugan celebra a Jean-Pierre Lassalle
(de quien se reproduce un testimonio sobre el surrealismo ya publicado en Histoires
Littéraires) y Patrice Allain presenta dos textos, uno de Maurice Lemaître
y otro del mismo más Isidore Issou: si el primero, de 1952, es un ataque
rastrero a Péret, el segundo, con ser un homenaje, los retrata a ambos como unos
arribistas y conformistas.
En la sección “Potlach” hay un
muy bello poema de Guy Prévan, uno de los grandes conocedores y estudiosos de
Péret. De temática mejicana, “Un chili con carne aux haricots sauteurs” viene
que de perillas a un número en que se han enfocado las estancias mejicanas de
Péret.
Cerramos con las “Actualidades”,
recordando Gérard Roche y Dominique Rabourdin a Max Schoendorff y a Alain
Gheerbrant respectivamente, como en su momento lo hice yo en este sitio. Jerôme
Duwa reseña brevemente Jetées d’exil de Jacques Lacomblez y Michel
Jacubowski llama la atención sobre la extraordinaria calidad de los dos números
de la revista L’Or aux 13 îles, también ya reseñados aquí por nosotros.
Pero lo mejor de esta parte final
es sin duda el demoledor análisis que hace Gérard Durozoi (lúcido como siempre)
de un esperpento perpetrado por una tal Elena Poniatowska contra Leonora
Carrington, esperpento que hasta hace buena la “biografía novelada” de Nadja
publicada hace unos años. “Cronología incierta, errores groseros, una
desconfianza, si no hostilidad, permanente con respecto al surrealismo”, perlas
como esta: “Los surrealistas tratan a las mujeres como no importa qué esposa.
Las llaman sus musas pero ellas acaban por limpiar los lavabos y hacer la
cama”... Pero hay mucho más en lo que dice Durozoi ser una pequeña muestra de
dislates y sandeces: “Un cadavre” lo hizo solo Aragon y en seguida apareció
Péret en una manifestación disfrazado de soldado alemán; Pierre Janet le
descubrió a André Breton el “amor loco”, que, le dice este a Leonora, es “un
estudio de la histeria en las mujeres. Él descubrió el erotismo y la estética
que yo he transmutado en surrealismo”; Breton cierra el Bureau de Recherches
Surréalistes a causa de la carta a los directores de los manicomios de Artaud
(que además no fue quien la escribió); Cocteau formó parte del grupo
surrealista; las sesiones de hipnotismo se interrumpen en... 1937 (no
prestándose a ellas Max Ernst y Leonora porque se consideraban “demasiado
cerebrales”); Arp escapó al cuartel presentándose desnudo a la inspección;
Péret colaboró asiduamente en Dyn... Tal cúmulo de burradas produce más
bien hilaridad, y no cabe duda que Gérard Durozoi algo se ha divertido al leer esta
novelilla barata. Y es aquí donde volvemos a la reflexión anterior, cuando
lamentábamos que los surrealistas sean más conocidos de la cuenta. Ojalá la
pobre Leonora hubiera quedado al abrigo de estas operaciones literarias de baja
estofa, de estos grotescos triunfos de la mediocridad satisfecha que dan la
pauta de estos tiempos de miseria generalizada.
Una vez más, remitimos a la
página de la Association:
http://www.benjamin-peret.org