Ahora que podremos leer la reciente conferencia de Georges Sebbag sobre esta efemérides insólita, se me ocurre que si el surrealismo tuviera ahora 1095 años podría compararse a la ceniza de este cigarro canario que me fumaba el otro día en la playa tinerfeña del Pris, cerca de las posesiones tacorontenses de Óscar Domínguez y por tanto de la cueva de Astrakán, el Bandido de Guayonje:
Sería pues como ese "gaillard millénaire" de que habla Sebbag. Paradójicamente, si solo cumpliera este año los cien años, estaríamos ante un viejo achacoso que, cuando cumplió los 96, se encerró en su casa para no coger la gripe y luego salió a la calle, muerto de miedo, con la cara tapada, hasta que se convirtió en un pinchómano, muy obediente a todo lo que le ordenaban sus políticos gubernamentales y las "autoridades sanitarias". El pobre anciano decrépito no se diferenciaba, hay que reconocerlo, de sus amigos anarquistas y de la izquierda radical en general, que chochean desde entonces aún más que él, si es que ya no se han muerto. Centenario del surrealismo: