La década maldororiana de los 60 se abre con este Retrato de Lautréamont por el surrealista canadiense Roland Giguère:
En ese mismo año 1960 se publica el libro del surrealista cubano Álvarez Baragaño Poesía, revolución del ser, donde se incluye el poema "Palabras del conde de Lautréamont". Una excelente selección de poemas de Baragaño (anterior a su derrape castrista), con este homenaje, podemos ver en la página de Fernando Sabido Poetas Siglo XXI.
Al año siguiente, el primer número de la segunda serie de Phases se abre con el Maldoror de Karl Otto Götz:
Man Ray, que en 1920 tiraba veinte ejemplares de El enigma de Isidore Ducasse (como en 1971 tirará diez), que en 1933 hacía un Homenaje a Lautréamont con el paraguas y la máquina de coser, que participaba en 1938 en la edición colectiva de Los cantos de Maldoror y que en 1950 componía su retrato como cisne negro, reaparece en 1961 con este Perfil fantástico de Isidore Ducasse:
En 1963 (recordemos que el año anterior se publicaba la edición crítica de las poesías de Ducasse por Legrand y Goldfayn) aparece una de las más bellas ediciones de los cantos, caracterizada así en el libro sobre los "écartelages" de Pierre Faucheux: "Ce sont des épreuves typographiques découpées, déchirées puis collées", aunque "la première idée de Faucheux avait été de faire composer le titre en plomb en Didot gros corps, d'abîmer les caractères avec un marteau puis de faire des épreuves de cette composiction détériorée pour maqueter sa couverture":
En otra edición, de 1972 y también ideada por Faucheux, hay una evocación de los caracteres dibujados con espray sobre los muros:
De 1963 es el fino ensayo de Marcel Lecomte "Sobre una conexión de pensamiento entre Cornelio Agripa y Lautréamont", y de 1964, en el número 6 de La Bréche, unas puntualizaciones de Radovan Ivsic a tres recientes versiones de Los cantos de Maldoror. Más trascendente es la edición de esta obra a cargo de Aldo Pellegrini. Aparece en 1964 en Boa y la precede un estudio soberbio del gran poeta argentino.
Ya hemos reproducido en el dosier que le dedicamos esta fabulosa obra de Gabriel Derkevorkian, infaltable en cualquier pinacoteca ducassiana que se precie mínimamente:
Gabriel Derkevorkian, La cámara mortuoria de Isidore Ducasse, 1965 |