Seguimos en el terreno de las
sorpresas con esta publicación que nos llega de París, titulada Pornographie
courtoise y compuesta de poemas de Claude-Lucien Cauët, dibujos y poemas de
Guy Girard y fotocollages de Pierre-André Sauvageot.
Se trata de un juego en trío,
bautizado con el nombre de “Juego de la transición de fases”, en que uno de
ellos aporta un poema, fotocollage o dibujo, interpretado por otro en un modo
de expresión diferente, y volviendo el tercero a la forma de expresión inicial,
sin tener conocimiento del punto de partida. La intención, obviamente, es, como
apunta Guy Girard en la nota introductoria, “observar cómo y según qué dinámica
se relanza la imaginación ante un texto poético o una imagen”, por lo que esta
indagación se sitúa en la onda de la reciente entrega de los propios Guy Girard
y Claude-Lucien Cauët Les cerises, le soleil et l’escargot, ya aquí
comentada.
En el “triálogo”, por usar una
expresión que consagró en sus grandes años Agustín Espinosa, las posibilidades
van variando: fotomontaje - poema - dibujo, dibujo - poema - fotomontaje y
poema - fotomontaje - poema, resultando seis “historias” (dos por cada combinación),
tituladas “La bella inanimada”, “Emergencia”, “La hamaca de luna”, “Atalante”,
“La china” y “La obstinada”. Como el erotismo es el que rige esta aventura, el
título ha querido señalarlo, en una apelación oximorónica que remite a la vez
al inventor de la palabra “pornografía”, Rétif de la Bretonne, y al Benjamin
Péret que en “El núcleo del cometa” disertaba sobre el amor cortés.
El fotomontaje de Sauvageot
arriba reproducido abre “La bella inanimada”. El poema de Cauët incorpora el
“humus”, la luz lejana, la palma de la mano abierta de la bella durmiente, las
“hojas frescas” y el murciélago como emisario diabólico, añadiendo elementos
ausentes en el fotomontaje, como un caballero medieval y unas serpientes, que
van a marcar el dibujo de Girard, donde además se multiplican los murciélagos y
la dama aparece ya con los ojos abiertos.
Esta que vemos enseguida es la no
menos bella china, a la que enmarca Guy Girard con dos sátiros que, tras el
poema de Claude-Lucien Cauët, aparecerán convertidos en el fotomontaje de
Pierre-André Sauvageot en dos estatuas fálicas, el escenario lacustre
sustituido por una pedregosa costa marina: