Bajo el signo de Eros, y
conciliando a Fourier y a Sade (y sin adosarles, por supuesto, a aquel
siniestro Loyola, como perpetró antaño un escritor académico y muy verboso, a
la sazón famoso), Ardemar ediciones hace esta nueva entrega de Javier Gálvez,
titulada Himeneo sucumbido.
De Sade, en un billete suelto de
Ardemar, vienen estos versos: “Je voudrais renverser tes dangereux autels / Et
démontrer à ceux qu’un Dieu captive encore / Que ce lâche avorton que leur
faiblesse adore / N’est pas fait pour poser un terme aux passions”.
Derribar esos peligrosos altares
ha sido siempre tarea del surrealismo, aunque no se haya limitado ni limite a
solo esos.
De Fourier, por cuyo nuevo mundo
amoroso brindamos siempre, viene esta cita: “...debe de haber un modo de
entregar decentemente la hermosa pareja a las otras veinte que la desean...”
Este cuadernillo desplegable, en
la mejor tradición de exquisitez de las publicaciones surrealistas (exquisitez muy
diferente a esa otra, vacía, pretenciosa y/o narcisista, de los poetas del
cerebro y la pureza), consta de dos poemas y de tres fotografías, dos en blanco
y negro y una –un “inversage”– a todo color. En dos pequeñas pegatinas
transparentes, las palabras “abiertamente” y “hermética”, que se corresponden
con cada una de las dos fotos en blanco y negro.
Los poemas a mí me recordaron los
versos eróticos y enigmáticos del Emeterio Gutiérrez Albelo de Romanticismo
y cuenta nueva y Enigma del invitado:
“Era preciso / descansar la
musculatura / en el ojal. // Preciso desaparecer / en la equidistancia / de los
flujos desarbolados. // Era preciso, pues, / tomar la puntiaguda / sombra de tu
cuerpo / y clavarla / como una aguja.”
“En vano este fruto lívido /
masticado lento en el vientre. // En vano este sabor recio / a horcajadas
paladeado. // En vano este tacto luctuoso / acariciado al límite de una
astilla. // En vano este rigor / desequilibrado fugazmente / de pliegue en
pliegue. // En vano esta equinoccial recta sinuosa / derivando en
archipiélago.”