El almanaque Lo que será es
también una muestra de la poesía surrealista actual, con algunos textos largos
(a veces de carácter más narrativo), como los de Cruzeiro Seixas, Jacques
Lacomblez, Eric Bragg o Riki Ducornet, el de esta última acompañado por la
imagen de un armario delirante.
Poemas que nos traen nombres del
surrealismo son el de Will Alexander –Artaud–, Carmen Bruna –“A propósito de
Luis Buñuel y las ensoñaciones de Severine”–, Raúl Henao –con un epígrafe de
António Maria Lisboa, hace poco aquí mismo traído a ardiente colación–, Nicolau
Saião –dedicado a Cesariny–, Laurens Vancrevel –de nuevo con Cesariny, ya que
su poema se titula “Walking down the streets with Mário Cesariny”– y Emma
Lundenmark –“a la memoria de Leonora Carrington”.
Muy novedosos son los
poemas-collages de John Digby, y resaltaré también en este sentido la
contribución de Beatriz Hausner, entre cuyos versos inserta, en letras cursivas,
fragmentos de una canción del grupo Lit, de un ensayo sobre el comportamiento
humano y de poemas de los antiguos trovadores –sobre todo, de la Condesa de
Dia, también llamada Beatritz.
El centenar de poemas que hay en
el almanaque de Brumes Blondes revela la vigencia plena de la escritura
surrealista, siempre irrigada de automatismo y exuberante de vida, a
años luz de los ejercicios cerebrales o babosos que por ahí se destilan.
La antología, por llamarla así,
que emana de este almanaque, tiene un carácter rotundamente internacionalista,
lo que ha sido desde sus orígenes la apuesta de Brumes Blondes.
En 1959, o sea, hace ya la
friolera de 54 años, Her de Vries, fundador del Bureau de Recherches
Surréalistes de Amsterdam y constante animador de la aventura surrealista en
los Países Bajos, escribía una declaración de la que se publicaron unos pasajes
en el n. 12 de la revista del grupo parisino, Bief, que editaba el
editor surrealista por excelencia, o sea el inolvidable Éric Losfeld. Quiero
reproducirla aquí, como nuevo homenaje a una vida de fidelidad a la verdad, a
la poesía, al amor y a la libertad, y también a la amistad, sin la cual tampoco
se hubiera podido hacer un número tan excepcional, tan abarcador como
este almanaque de Brumes Blondes. Porque sin el carácter noble y generoso, sin
sectarismos pero a la vez nunca reñido con el rigor en todo lo esencial, de Her
de Vries, como de Laurens Vancrevel, la travesía de Brumes Blondes a lo largo
de más de medio siglo de surrealismo, no hubiera tenido el esplendor que ha
tenido, tantas veces dejando huella y testimonio de la aventura poética en sus
más diversas procedencias, y siempre con los medios más modestos. Dicho a la
antigua usanza portuguesa: honra les sea dada.