Desde Quebec,
David Nadeau anima una investigación sobre el surrealismo y el mito templario,
señalando cómo este ha representado para un Jarry o un Villiers “el triunfo del
amor y del espíritu sobre las miserables condiciones de existencia” (y nada más
surrealista) y apuntando datos de relieve en Antonin Artaud, André Breton, René
Alleau, Jean Palou, Seixas Peixoto, Alain-Pierre Pillet y el grupo Stir-Up (que
en 2007 celebró la exposición “Templarios, iniciados en el misterio”).
A partir de las
imágenes del sello de los templarios y del Baphomet (jeroglífico que, según
Fulcanelli, resume la Gran Obra), la investigación “propone enfrentar el
contenido utópico y distópico asociado al tema templario”, con su edición a
través de cualquier método surrealista o con la realización de un dibujo o un
texto inspirados en las figuras de los jinetes del sello o en el Baphomet tal y
como lo encontramos en el frontispicio de la segunda parte del clásico de
Éliphas Lévi Dogma y ritual de la Alta Magia.
A juicio de David
Nadeau, “el mito esotérico asociado a los templarios sigue alimentando el
proyecto surrealista”, en oposición a una realidad histórica que “representa más
a los monjes, soldados y banqueros”, fortalecedores del “poder político,
económico y religioso de la iglesia católica”.