La poesía del escritor canadiense Gilles Petitclerc (Quebec, 1954) es conocida de los seguidores de La Tortue-Lièvre, pero además ha publicado dos libros de poemas: Les escargots des grands boulevards descendent à l’hôtel (2004) y L’oreille de l’escalier trébuche (2008), el primero con dibujos de Edouard Jaguer y el segundo con collages revestidos de Anne Éthuin.
Ha sido publicado este último poemario en la misma colección, “La escalera de cristal”, que Le verger dans l’île de Ludovic Tac, comentado aquí mismo la semana pasada. Esta colección, propuesta por Jacques Lacomblez, “no tiene otra razón de ser que la de propiciar el encuentro entre poetas verbales y plásticos que un cuestionamiento de lo real hace caminar por los diversos «Territorios» del surrealismo no-frontera”. El encuentro entre Ludovic Tac y Lucques Trigaut se produce aquí entre Gilles Petitclerc y Anne Éthuin, y de él escribía Michel Remy en el n. 79 de Infosurr: “Gilles Petitclerc nos invita a leer en la fulgurancia de las palabras que se escapan por los poros de sus páginas para hacer el amor con las mantis y los visires de los suntuosos collages revestidos de Anne Éthuin. Publicación donde lo fabuloso y lo maravilloso juegan en cada verso a la gallina ciega”.
Si hace unos días nos quejábamos de la ausencia de una buena monografía sobre Lucques Trigaut, ¿qué decir de Anne Éthuin, autora de una obra tan original y sorprendente, pero que pocos conocen fuera del ámbito surrealista? Lo único que ello tiene de bueno es que al menos ha logrado hasta ahora escapar al esterilizante discurso académico, pero cuánto echamos de menos un buen catálogo que dé cuenta de sus creaciones...
Uno de los poemas de L’oreille de l’escalier trébuche va dedicado a la memoria de Mary Low, y otro a la de Edouard Jaguer, quien supuso una influencia fundamental para Gilles Petitclerc. Al final hay una breve sección de aforismos, entre ellos este:
“Una palabra vale más que mil imágenes
Boca”
Sin duda, vale más que millones de las imágenes que vomitan a diario las sociedades de Occidente, aunque nuestro mundo se merezca quizás más la designación de mundo del ruido que la de mundo de las imágenes (realistas), que a fin de cuentas no son otra cosa que más ruido, y ensordecedor.
He aquí el poema titulado “Siempre”: “Los ojos que nos miran / son ojos / sin párpados // Los ojos que nos miran / son ojos / sin luz // Los ojos que nos miran / son ojos / de miseria // Los ojos que nos miran / son ojos / de desierto // Los ojos que nos miran / no son ojos // Los ojos que me miran / son ojos verdes”.
La Tortue-Lièvre es el boletín “que no se desplaza sino en alfombra voladora”. Nació en París el 28 de diciembre de 1994 a las cuatro y media de la tarde y sabemos que “el pequeño híbrido surrealista tomó su primera refección a las cinco menos cuarto, consistente en hojaldres garapiñados y vino blanco”. Desde entonces ha sido un nunca parar de recorrer el planetario surrealista, bajo la mirada siempre atenta y perspicaz de Gilles Petitclerc y Pierre Boulay.