En la Galería Emma –que quiere decir... Emoción & Madrid– se abre el 21 de este mes una exposición titulada “Surrealismo ibero-ruso 2012”.
Es sabido que los surrealistas, en su etapa de espejismo comunista, hicieron un mapa del mundo donde, provocativamente, la entonces Unión Soviética ocupaba un espacio descomunal, y que, en contraste absoluto, el surrealismo no ha tenido prácticamente ninguna proyección en dicho país.
¿Tanto han cambiado las cosas? No han cambiado nada, puesto que el adalid de esta exposición es el pseudosurrealista portugués Santiago Ribeiro, ya desenmascarado por Miguel de Carvalho a raíz de su primera impostura, a la que han seguido muchas otras. Al respecto ya escribimos una nota hace unas cuantas semanas, cuando el tal expuso con otros, valiéndose de la palabra “surrealismo”, en la galería Dorothy de París.
Pero estos “surrealismos” han acompañado al Surrealismo desde sus orígenes, con Yvan Goll, pasando por ridiculeces como el “Surrealismo revolucionario” o el “Surrealismo popular”. Son moscas de paso, cuando no –también aquí hay categorías– aberraciones parecidas a esta que dibujó en 1961 Sergio Lima para uno de los panfletos del grupo de París, dirigido contra otro tipo de impostores.