El mismo espacio que acoge la exposición de David Coulter, celebra otra sobre Eugenio Granell y Rik Lina. Allan Graubard contribuye con otro texto, pero en este caso la relación está tan cogida por los pelos que no parece ser sino un pretexto, por loable que resulte, para hacer otra exposición del artista español.
Si en el surrealismo existe un artista de los dragones, con el que sí sería legítimo establecer una relación sólida, ese es Renzo Margonari, aunque también pensemos, junto a Rik Lina, en Carl-Henning Pedersen o Martin Stekskal, este último habiendo celebrado en 2007 la exposición "Pensar el dragón"; o aunque recordemos de hace ocho años el precioso Le dragon du bon vouloir, conjunto de poemas en prosa de Guy Girard ya comentado aquí.
Carl-Henning Pedersen, Fuga celeste, 1967 |
Resulta curioso saber que hubo en París, en la calle del Dragón, una librería surrealista llamada, en homenaje a la vez a Jarry, La Dragonne; en Buenos Aires la Librería Dragón, donde Aldo Pellegrini, figura cumbre del surrealismo argentino, sostuvo tertulia al final de su vida; y en Caracas la Galería del Dragón, en que hizo una de sus escandalosas exposiciones el grupo El Techo de la Ballena, allá por 1965.
El dragón no gozó de muchas simpatías en la encuesta sobre las criaturas mitológicas y legendarias que hicieron los surrealistas en 1942 (número primero de VVV). De las quince presentadas, quedó en el puesto 13, pero es que Breton, Tanguy y Masson lo mandaron a la cola. Entre los más proclives, Leonora Carrington le dio el quinto puesto, Kay Sage el sexto y Max Ernst (que le había dedicado "El patio del dragón" en Una semana de bondad) el séptimo.
En su serie de cincuenta visiones de Maldoror (publicadas en 2003), David Martí se sintió obsesionado por el dragón: El Dragón de Maldoror, Drakon Maldoror y Drakon lautréamontien, este último ya reproducido aquí.
David Martí, El Dragón de Maldoror |
Pero es en Renzo Margonari, en efecto, donde la figura del dragón, protagonista de una buena serie de sus pinturas, alcanza toda su cualidad poético-explosiva, que Arturo Schwarz exploró en su bello estudio de la "alquimia del inconsciente" del artista italiano, situándolo en la fase del "albedo".
Renzo Margonari, Draghessa, 1994 |