martes, 10 de marzo de 2015

Dragones


Guy Girard prosigue con sus autoediciones de pequeño formato, caracterizadas por la variedad y por la frescura imaginativa. Esta es la número trece, y la precede, como de costumbre, un bello collage de Pierre-André Sauvageot, en este caso alusivo al tema de los dragones, ya que el título del nuevo cuaderno es Le dragon du bon vouloirEl dragón de la buena voluntad.
La nota de presentación informa que estos ocho poemas en prosa acompañan una serie correspondiente de dibujos, reencontrados hace poco en un libro, y cuyo autor era un muchacho llamado Nicolas Guérin, quien hace unos diez años atravesaba “una adolescencia atormentada”. Siete de sus monstruos provocan en Guy Girard una serie de textos que se van encadenando a partir de la última frase de cada uno. Ellos son Monsieur Dragon, Dragón-Momia (con dos apariciones), Esqueleto de Ramitas, Momieflus, el Último Ácaro, Esqueleto Maléfico y Superitoloide. Algunos se pasean por el París legendario, y así vemos al Dragón-Momia  vagabundeando por las orillas del Canal Saint-Martin (uno de los lugares que más me impactaron en mi semana parisina de 1986), al lautreamontiano Último Ácaro dando vueltas en torno a la Columna Vendôme y a los jardines del Palais Royal, y al Esqueleto Maléfico inmovilizado bajo el arco de la “muy bella y muy inútil” Porte Saint-Denis, en este caso hasta para permitir el desvelamiento de la verdadera identidad de este lugar tan prestigioso para el surrealismo –en el último capítulo, con el Superitoloide desplazándose lánguidamente por encima del edificio “coronado de luz”.
He aquí al Dragón-Momia y al Superitoloide, aunque sin los colores con que los representaba Nicolas Guérin:


“Los dragones no reciben correo, pero desde una isla lejana una chiquilla les envía muy a menudo flores de papel”.