miércoles, 27 de agosto de 2014

Ensueño en los pasajes

“En el ensueño –escribía Rousseau– no se es activo. Las imágenes surgen en el cerebro y allí se combinan como en el sueño, sin el concurso de la voluntad. Dejamos a todo esto seguir su rumbo y se disfruta sin actuar”. El ensueño rousseauniano anticipa el “flâner” de Nerval, y es también algo muy becqueriano, ya que Bécquer se nos retratará, por ejemplo en el maravilloso relato “Tres fechas”, vagabundeando, dejándose llevar por el azar, en el polo opuesto del trabajo intelectual, de la “reflexión”. La palabra tuvo un sentido peyorativo (al igual que “delirio”, o “visión”) y el ensueño fue juzgado algo superficial por los contemporáneos de Rousseau, quien por cierto abandonó el uso del reloj, simbólico abandono que suponía la entrada en otro tiempo, el de la vida interior, para pensar y soñar en libertad, como si se abolieran el espacio y el tiempo.
Esta nueva entrega de Javier Gálvez en Solsticio ediciones se sitúa bajo el signo del ensueño, pero a la vez es un homenaje a la fascinación surrealista por los pasajes, en este caso convertidos en pasillos de comercios ruinosos, sin duda mucho más atractivos que cuando estaban abiertos y no había nada más cerrado.
Porque, como escribe Javier Gálvez a lo largo del folleto desplegado, “cuando todas las relaciones dentro de una sociedad se fundamentan en la impaciencia, las posibilidades de subversión de sus estructuras paradisíacas son proporcionales a las capacidades de esa misma sociedad de reducir todas las antinomias vitales a un punto de obsolescencia”.
Una nota final aporta el elemento de azar objetivo: “Los 77 pasos del subtítulo hacían referencia a un cálculo, por lo demás totalmente aleatorio, sobre el número de pasos dados dentro del pasaje durante el período de ensoñamiento. Un dato este, aparentemente banal, pero que posteriormente tomaría un cariz alucinatorio y emblemático... En una segunda visita al pasaje y al salir por uno de sus extremos (justo el que va a dar a la calle Fuencarral) me percaté de que el número de la calle en el que se encuentra ubicada la entrada del pasaje por el lado de esa misma calle de Fuencarral, era justamente el número 77...”

Infosurr, n. 108

Como de costumbre, Infosurr nos descubre cosas que se nos han escapado, o enfoca publicaciones que, por una razón u otra, no nos llegaron a interesar como para obtenerlas.
En la portada, la magnífica Máscara para injuriar a los estetas (hacen falta muchas máscaras con esta función) anticipa la reseña que France Élysées hace de la retrospectiva de Mesens en el museo de Ostende, aportando la información de que hay un catálogo de 288 páginas en neerlandés, francés e inglés, con un texto, entre otros, de Xavier Canonne y la reproducción integral del Alfabeto sordomudo. Este catálogo lo comentaremos aquí, una vez obtenido.
Esta exposición ya la habíamos anunciado aquí, así como la publicación de Directivas para el consumidor de Jan Bervoets y de Las esquilas, bella colaboración de Guy Cabanel y Georges-Henri Morin que el Umbo rescata de una pequeña edición de 1999. Respectivamente, Guy Girard y Laurens Vancrevel escriben notas sobre estos dos títulos.
En el capítulo expositivo, Richard Walter se ocupa de una retrospectiva de Jacques Zimmerman, Gérard Durozoi de una muestra de cajas de Florent Chopin y de nuevo Walter de la celebración del centenario de Onslow Ford, por la Galería Weinstein. El catálogo de esta galería puede verse en esta dirección:
Vancrevel reseña, de Alain Joubert, Le passé du futur est toujours présent, que no es otra cosa que su participación en el almanaque Huit mois avec sursis, proyecto del colectivo Quando (en el que también participó Georges Sebbag), publicado en 1978. Lo ha editado Ab Irato, como en su día ya señalamos.
Jean-François Bory es noticia por partida doble. Jerôme Duwa reseña el primer número de Celebrity Café, revista atenta a las vanguardias codirigida por Bory, y por otro lado se nos informa de la reedición de los 26 números de L’Humidité, que dirigió Bory entre 1970 y 1978. Cercanías (más o menos) del surrealismo, con alguna que otra antípoda como Augusto de Campos.
Otra edición ya señalada en “Surrealismo internacional” es la del filme de Ludovic Tac sobre Jacques Lacomblez. En este caso es mi inapetencia por los documentales (y en particular los no subtitulados) lo que me ha disuadido de hacerme con él, ya no poco cansado, todo sea dicho, de la decadente colección auspiciada por la hija de André Breton (¡esas músicas! ¡esos vejestorios! ¡esos profesores!). Por ello viene de perillas la larga e inteligente reseña que hace Guy Ducornet, quien no deja de señalar el contraste entre la primera parte, centrada en la obra y en el estudio de este pintor maravilloso, y la segunda, filmando la inauguración de una de sus exposiciones, a donde a lo menos que se va es a ver unos cuadros que además exigen, como señala Ducornet, “ser contemplados largamente, con la misma solemnidad que la palabra del artista y la misma atención que el zoom ultrasensible de Ludovic Tac”.
Me entero aquí de que se ha iniciado la publicación de las obras completas –¡volumen 0!– de ese gran personaje que fue Alain-Pierre Pillet. Interesante es la nota de Richard Walter, como lo es la que le hace al libro de Gilbert Guiraud André Breton, médecin malgré lui, y como lo es la de Laurens Vancrevel a Assault on the impossible, obra en que se aborda la conjunción del movimiento Provo con el surrealismo y el situacionismo, publicada en Nueva York.
En el capítulo mortuorio, Maurice Nadeau (desaparecido a los 102 años) concita la atención de Gérard Roche y de Dominique Rabourdin. De interés bien escaso para el surrealismo (su famosa Histoire contribuyó no poco para que, hasta pasadas varias décadas después de su aparición, muchos consideraran acabado el surrealismo en los años 40, y su nombre ha quedado asociado al ridículo estrepitoso en que lo puso André Breton con el asunto de la falsificación rimbaldiana), no sucede lo mismo con Gaston Puel, evocado finamente por Jean-Pierre Lassalle y a quien sí dedicamos aquí, en su momento, un largo artículo de semblanza.

jueves, 21 de agosto de 2014

“La chasse à l’objet du désir” (y 3)

Recordamos el propósito de esta exposición colectiva internacional, celebrada recientemente en Montreal, y que ha originado el libro-catálogo de Sonámbula:
“Las facultades sensibles y mentales que pueden transformar nuestro contexto íntimo, social y político surgen en el bosque íntimo del deseo. Que ello ocurra en el murmullo nocturno, el sueño, la creación de una imagen, la formulación de un sonido, en la aventura amorosa o la irrupción del azar que provoca los encuentros, en la desobediencia y los gritos de luchas y de emancipación social, el deseo nos atraviesa como nos asedia. La evocación de su poder encantador devuelve a la realidad lo que vale en ella de ser vivido. Sobre esta línea proponemos esta exposición colectiva. Se trata para nosotros, en tanto que agrupación de creación poética, de asumir el carácter colectivo de nuestra trayectoria instaurando nosotros mismos un espacio autónomo de exposición en vez de seguir ciegamente la uniformización invasora. Los peritos de la alienación se aplican en distraer el mundo hacia su catástrofe, y la mutilación sistemática de la vida –denominada alegremente «civilización»– parece barrer todas las instancias verdaderas del júbilo humano. Rechazando este deterioro del espacio público, no sabríamos comunicar la especificidad de nuestro proyecto a través de los medios jerárquicos y racionales de los organismos institucionales. Sin por ello sucumbir a las quimeras de un radicalismo ascético, nuestra marcha se esfuerza por desertar de los corredores del orden cultural establecido”.
Los poemas contenidos en la publicación, al igual que las imágenes y los ensayos, tienen como detonador la cuestión del deseo. El texto de Dominique Paul podía haber servido de pórtico, ya que, con las 22 letras de “La chasse à l’objet du désir”, en un verdadero tour-de-force, genera 22 frases anagramáticas, como “je brûlai lest, choses dada” o “jubile, char de la tasse d’os”; va, además, acompañado de una impresionante pintura de Rik Lina titulada Cold Mountain. Lo mismo puede decirse de “Quest for the object of desire”, poema en prosa de Beatriz Hausner que concluye definiendo así esa búsqueda: “Every door has two fronts, this way and that”.
“Los ojos de la avalancha”, de Mauro Placì, nos revelan a un gran poeta amoroso. Placì es un poeta suizo cofundador de la revista Nomades, que ha publicado en las Éditions Surréalistes Passage à nouveau y que, fascinado por los cactus, alberga en su casa una colección enorme de ellos. Otro bello poema de amor es el de Fernando Palenzuela “Vibraciones”, que, como no está incluido en sus libros anteriores, esperamos leer pronto, en español y en el anunciado libro Uno sin uno.
De Guy Cabanel, que sigue siempre alimentándonos de poesía, hay también poemas pertenecientes a libros aún inéditos, titulados Au féminin y Le monde du feu.
Uno de los dos poemas de Alex Januário se abre con una cita de uno de los grandes cazadores del objeto del deseo: Malcolm de Chazal, el teórico por excelencia de la voluptuosidad: “La voluptuosidad es el lado más occipital del tocar”.
Otra intervención admirable es la de Alexandre Pierrepont, quien, en el semanario “Luna a luna”, nos va dando, de cada día, las cartas poéticas de la mañana, la tarde y la noche, con la “fría claridad mítica” de que habla Stanislas Rodanski en uno de los dos epígrafes.
Extrema originalidad hay también en la colaboración de W. A. Davison y Sherri Lyn Higgins, componentes de Recordism: “Nabos” es un “texto sustitución”, basado en un libraco de hace 102 años y de nombre Chamber’s elementary science readers. El resultado es hilarante.
Otros poemas hay de Raúl Henao, Georges-Henri Morin, Joël Gayraud, Jacques Lacomblez, Ludwig Zeller, Carmen Bruna (recientemente desaparecida), Claude-Lucien Cauët, Her de Vries, Laurens Vancrevel, Arturo Schwarz (manuscrito), Rikki... El de Laurens Vancrevel no es otro que Waartoe: een gedicht (¿Para qué?: una poética, 2011), texto nacido del diálogo poético con las obras de Empédocles, André Breton, Mário Cesariny, Paul Celan, Octavio Paz, Benjamin Péret, Philip Lamantia y François Di Dio, y motivado por la conocida cuestión planteada por Hölderlin (“¿Para qué los poetas en tiempos de penuria?”) –recordemos que Di Dio organizó un gran debate sobre el tema en 1978, del que salió un libro colectivo. Es una feliz idea hacer accesible este largo poema, con su traducción al francés.
“Logé au cœur des aspirations révolutionnaires du surréalisme, le désir demeure aujourd’hui comme hier le facteur-clé de la dissolution d’un monde asservi au principe de réalité” (“Message aux visiteurs”, Liaison Surrèaliste à Montréal).

viernes, 1 de agosto de 2014

Ráfagas estivales


Ya anunciamos que, en la Galerie Krans de Ouwerkerk (Holanda), abría el 6 de julio una exposición que reúne las cajas y objetos de Her de Vries con bronces y pinturas de Vincent Krans, y que a la vez sería lanzada una monografía sobre Her de Vries.
Aquí tenemos su cubierta. Es un precioso libro en capa dura, con muchas ilustraciones, prólogo de Krans, un estudio, extenso, de Laurens Vancrevel y al final la bibliografía de esta figura entrañable para el surrealismo, cuyo destino ha sido el de su vida. Solo deseamos que se pueda hacer una edición en lengua francesa o inglesa, o que los textos sean asequibles en traducción, aunque sea a través de la red.
Yo imagino a Her de Vries en el vagón escarlata del tren Surrealismo, repartiendo las cartas mágicas del juego de los enmascarados, que él mismo ha inventado. Lleva un impecable smoking, y la sala está iluminada por unos hachones que solo se encienden al atravesar los bosques. Como quiera que en los juegos surrealistas (a diferencia de los civilizados) siempre se gana, Her de Vries no se queda con la mejor parte, pero sí que se desconfía de él porque da liebre por gato, y las cartas mágicas que reparte son siempre la de la sorpresa y la de la metamorfosis.
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El n. 107 de Infosurr presenta en portada una típica pieza de Klapheck, y es que Heribert Becker hace en el interior una amplia reseña de la gran retrospectiva celebrada en Dusseldorf hace ahora un año, reseña que es a la vez una buena caracterización del arte verdaderamente único de quien afirmaba que sus “armas mayores” eran “el humor y la precisión”. Heribert Becker dedica también una nota a la exposición, en el mismo museo de Dusseldorf, de la “boîte-en-valise” de Marcel Duchamp.
El Annandale Blues de Guy Ducornet, vivamente recomendado por nosotros, lo reseña Richard Walter, quien también se ocupa de dos poemarios de Guy Cabanel (Chants d’autres mémoires y Le revenant) y del pequeño catálogo lagunero de Juan Ismael, cuyas imágenes le evocan algunas de Granell y Camacho. En un comentario apresurado al libro de Patrick Lepetit Le surréalisme. Parcours souterrain, Walter, poco proclive a los esoterismos, dice que las intenciones le recuerdan el título de Le surréalisme au service de la révolution, pero también podría recordarse que otra revista del surrealismo se tituló Médium, y que Breton proyectó titular otra Supérieur Inconnu.
Otro texto extenso es el dedicado por Ludovic Tac al primer número de los Cahiers Benjamin Péret. Al observar que Péret nunca fue anarquista, Ludovic Tac considera “saludable” que esto se señale, ya que en el presente “se quiere hacer pasar al surrealismo por un movimiento anarquista”, algo de lo que no tenemos noticia. Lo que no puede negarse es el espíritu libertario del surrealismo, desde sus orígenes, y que a fin de cuentas fue lo que llevó a la ruptura con los dogmas y las maneras del comunismo autoritario (por no hablar de las infamias estalinistas).
De Laurens Vancrevel hay notas del libro dedicado por Marcus Salgado a Flávio de Carvalho, de los Targets de Allan Graubard y David Coulter, de la exposición chilena de Papeles surrealistas (“el surrealismo continúa existiendo porque es necesario”, afirma Ludwig Zeller citado aquí por Vancrevel) y, muy generosa y comprensiva, de mi recopilación Mares y fábulas.
Por último, Gérard Durozoi recomienda el Petit vocabulaire de Jacques Villeglé, con nombres comunes y propios, y que yo ya estoy intentando agenciarme, y una monografía sobre Leonora Carrington en la colección Surrealism, Alchemy & Art, obra de Susan L. Alberth, quien, pese a citar de paso “los habituales comentarios de sus mayores como Whitney Chadwick, que han erigido en dogmas sus prejuicios feministas con respecto a André Breton”, al parecer ha hecho un trabajo interesante, respetando el misterio de sus obras más enigmáticas.
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Una muy interesante entrevista con Silvia Guiard, seguida de algunos textos suyos, puede leerse en esta dirección:
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Sobre el juego surrealista de “El transformador del cerebro”, pueden verse los primeros resultados en la nueva página de “La vertèbre et le rossignol”:
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Sobre la exposición retrospectiva de Iván Tovar en la Fundación Eugenio Granell, se ha creado este sitio:
El catálogo, con textos clásicos de Jean-Michel Goutier y Jose Pierre, esperamos reseñarlo en septiembre. 
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Nombre siempre de fiar, Pierre Vandrepote sostiene un blog que merece conocerse:
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Un libro de referencia sobre el surrealismo servio acaba de publicarse: Infra-noir un et multiple: un groupe surréaliste entre Bucarest et Paris, 1945-1947. Son 418 páginas con ensayos y una sección de textos colectivos y correspondencia. La editora es Monique Yaari.
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En su n. 13 (primavera de 2014), La Sœur de l’Ange dedica un dossier a Élie-Charles Flamand, uno de los más grandes poetas vivos, hoy con 85 años. Entre los textos dedicados, los hay de Marc Kober, El Janabi y Jean-Pierre Lassalle. Lassalle hace el voto de que los muchos poemarios de Flamand sean reunidos, por ejemplo en Gallimard, como ya se ha hecho con Radovan Ivsic, Annie Le Brun y Alain Jouffroy. Voto que hacemos nuestro, sin duda, ya que la mayoría de esos poemarios son hoy muy difíciles de obtener.
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Con el n. 3 de A Phala ya en fase final de elaboración, aprovechamos para mostrar aquí uno de los collages aportados por Zuca Sardan, puntal de la aventura surrealista brasileira desde hace tantas décadas. Y lo hacemos, sobre todo, porque el color, tan importante en la imagen, se perderá en la edición, que, por obvios motivos económicos, será en blanco y negro.