sábado, 27 de febrero de 2016

Renzo Margonari en Matera…

Renzo Margonari, imagen en el cartel de la exposición

Renzo Margonari expone en el Estudio de Arte Visual de la ciudad italiana de Matera, bajo el título de “Signos tergiversados”.
Es una buena ocasión para recomendar su página, saturada de bellas imágenes:

Renzo Margonari, Sin título y sin motivo, 2006

Rik Lina en Amsterdam…

Hace media docena de años, se me ocurrió la idea de utilizar los viejos discos de vinilo para hacer fotomontajes, y ahora me entero de que Rik Lina realiza una exposición en la galería Arttra de Amsterdam con acrílico y arena sobre discos de vinilo. Son obras de hace veinte años, por lo que además Rik Lina se adelanta a lo que mi pereza dejó en el dique seco. Esta exposición de pinturas redondas de otro de los artistas máximos del surrealismo se inaugura el próximo viernes. En la invitación, los conocidos versos de William Blake: “To see a world in a grain of sand / and heaven in a wild flower, / hold infinity in the palm of your hand /and eternity in an hour”.
El círculo es un motivo constante en la obra de Rik Lina, como se aprecia en esta obra, vista solo de frente, con acrílico, arena, papel y objetos, pero sobre madera:


Rik Lina, Jungle clock, 2016

…y Virginia Tentindó en Japón


Más lejos (según desde donde se mire), pero aún así en un país donde el surrealismo tuvo muy notables intervenciones, expone Virginia Tentindó. La Galería Vanilla acoge sus obras hasta el 21 de marzo.


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Virginia Tentindó es precisamente uno de los nombres presentes en la magna exposición de Costa Rica “Las llaves del deseo”, que ya tiene como fecha de inauguración el próximo domingo, 6 de marzo.
Otra exposición individual que destacamos es la de homenaje a Max Schoendorff en la Galería Michel Descours, Lyon, hasta el 12 de marzo.

martes, 23 de febrero de 2016

Muy breve

"Caleidoscopio surrealista" apareció ya a la venta en Amazon.es (27 euros), a la vez que en Amazon.com la primera edición sigue apareciendo al disparatado precio de 230 euros.

domingo, 21 de febrero de 2016

De los profetas de l’Escalier al Gran Piscator Salmantino



L’an 2016, una de las primeras publicaciones surrealistas de este año, reanuda la tradición popular de los almanaques y calendarios. Los profetas son Élise Aru, Massimo Borghese, Claude-Lucien Cauët, Alfredo Fernandes, Joël Gayraud, Guy Girard, Michael Löwy, Ana Orozco, Jean-Raphaël Prieto, Pierre-André Sauvageot, Sylvain Tanquerel, Virginia Tentindó y Michel Zimbacca. Guy Girard presenta la fiesta, planteando la cuestión del carácter profético de la “voz surrealista” como “contratiempo abierto a todo espíritu de rebeldía y de deseo de emancipación revolucionaria”. El valor subversivo de la utopía poética no puede sino ponerse bajo el siglo de Charles Fourier, y eso es lo que hace Michel Zimbacca en el “aguinaldo” que antecede a los sucesos de cada mes del año. Este mes, por ejemplo, se celebra “el congreso bimilenario intergaláctico de los Grandes Transparentes”, esta vez en la Plaza Dauphine de París, y a lo largo de todo el año se asiste a la lenta demolición del Sacré-Cœur. En junio, la policía de Luis XIX (que será antes de fin de año depuesto) reconstruye la Bastilla y, como no puede detener al Marqués de Sade y al Mayor de la Inmensidad, ya que se encuentran ausentes, lo hace con algunos personajes peligrosos para la sociedad, en concreto la artista Élise Aru, el poeta Claude Cauët, el pintor Guy Girard, el cineasta Michel Zimbacca y sus amigos de la Sociedad de la Escalera; un mes después, el 14 de julio, en medio de una revuelta generalizada, a los gritos y cantos de los prisioneros acude un tropel de pueblo que los libera.

Massimo Borghese y la revancha de las plantas

L’an 2016 tiene portada conjunta de Guy Girard y Alex Januário, y cuenta con dos dibujos de Massimo Borghese y al final un collage de Michael Löwy. La portada superpone uno de los trazos automáticos de Januário a un dibujo solar de Girard; los dibujos de Borghese ilustran dos textos suyos sobre la revancha de las plantas y sobre el descubrimiento de una nueva civilización precolombina; el collage de Löwy funde el actual Café de la Escalera con la imagen de la Bastilla en el momento de ser liberados los profetas.



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Pero este juego me vale para hacer una digresión sobre los calendarios españoles de la primera mitad del siglo XVIII, o sea anteriores a la devastación ilustrada. Hubo más de cincuenta cultivadores, que vendían muchos ejemplares, incluida una mujer, la gaditana Teresa González, “la Pensadora del Cielo”. Casi todos eran a la vez poetas populares, por lo que los ilustrados los detestaban doblemente, al considerarlos a la vez chabacanos y supersticiosos. De 1746 es este texto de un tal Francisco de Robles, al que no le faltan los ribetes racistas: “Has de saber que ya los poetas se han hecho astrólogos, y sacan un Piscator hermafrodita, medio macho y medio hembra, que se reduce a juicios y coplas, o coplas sin juicio, si bien cumplen con los preceptos de la astrología, porque en nada aciertan, y es tal la necedad de los ocupados de la Corte que apenas pregonan sus Piscatores los ciegos cuando ellos los compran a ojos cerrados, creyendo sus conjeturas más ciertas que las de Tolomeo... Y lo mejor es que no basta a desengañar a los ignorantes la ingenuidad con que el mismo Torres les advierte en sus prólogos el motivo con que los escribe; pues Torres, y los que no son torres sino campanarios y veletas, llevan la misma certidumbre de acertar en sus juicios que en carnestolendas corren un gallo... siendo una secta la de la Astrología que jamás abjuran de ella, que aun los poetas ya los vemos com-versos.”
Torres es, por supuesto, don Diego de Torres Villarroel, fabuloso escritor salmantino, el más grande del siglo XVIII español, genio y figura hasta la sepultura, maestro del desparpajo y del humor negro, autor de páginas violentísimas contra los privilegios sociales y el más temible cultivador del género profético.     El gusto por los almanaques no es más que otra de las muestras de la pervivencia popular del mundo antiguo adentrándose en el siglo de las Luces, pero lo que interesa sobre todo es lo que hace Torres con ellos: convertirlos en género literario y dotarlos de un humor corrosivo. Antes de él, fueron cultivados con espíritu creativo por Leonardo da Vinci, Rabelais y el propio Swift. Pero Torres tiene un modelo inmediato, que es el Gran Piscator Sarrabal de Milán: parodiándolo, se autoproclamará “Gran Piscator de Salamanca”.
Los señores de la Ilustración, siempre alimentados de bellas palabras, acabaron prohibiendo el género, en un típico gesto de lo que se llamó “despotismo ilustrado”. Cuando el ministro Campomanes manda secuestrar el de Villarroel en 1766, da como paternal razón el uso subversivo que hace el pueblo de ellos: “Estas obras anuncian diferentes sucesos políticos, en forma de adivinanzas, que pueden traer siniestra interpretación; y su leyenda es perjudicial al público”. Con su habitual desfachatez, Villarroel responde diciendo que los tiene hechos desde hace años. Un año después sigue en las mismas (“la situación general del orbe político se registra con nuevas evoluciones... Un ministro es depuesto de su trono... Ciertos genios turbulentos trastornan una Corte”) y acarrea por ello no sólo la orden de retirar todos los ejemplares, sino la prohibición general del 21 de julio de 1767.
Aun el más escéptico no deja de sorprenderse ante la lista de aciertos de los pronósticos de Villarroel, que incluye la muerte de Luis I, el motín de Esquilache, una epidemia de viruelas, el terremoto de Lisboa y, como Jacques Cazotte, la Revolución Francesa, 33 años antes de que suceda (“Cuando los mil contarás / Con los trescientos doblados / Y cincuenta duplicados, / Con los nueve dieces más, / Entonces, tú lo verás, / Mísera Francia, te espera / Tu calamidad postrera / Con tu Rey y tu Delfín, / Y tendrá entonces su fin / Tu mayor gloria primera”).
Con orgullo de hombre racionalista evocará el ingenuo Leandro Fernández de Moratín, en 1813, el tiempo de los piscatores: “¡Oh, tiempo feliz, aquel / de inepta credulidad, / tan fecundo en maravillas, / que no conocemos ya! / Pasó aquel tiempo, y con él, / la ciencia de adivinar: / los profetas se acabaron / para no volver jamás. / Dejemos los otros mundos / en el espacio en que están; / giren como Dios lo quiso; / brillen, si deben brillar. / Y en esta pequeña bola, / llena de error y de mal, / posada incómoda y triste / que debemos habitar, / tratemos de ser felices / pues la prudencia nos da / el secreto de sufrir / y los medios de gozar.” L’An 2016 aporta un desmentido rotundo a estos pésimos versos fúnebres del autor del mortífero Sí de las niñas.
Los pronósticos de Villarroel van de 1718 a 1767, casi cincuenta años de cultivo ininterrumpido de este género que por sí solo ya le permitía vivir.           Veamos por ejemplo el de 1742, titulado “La librería del Rey y los corvatones”. Villarroel renueva y enriquece el género en sus cuatro primeras partes, insertando a veces sorpresas (como en el de 1741, que incluye la muy quevedesca “Fe de vida y testimonio de sanidad del doctor Don Diego de Torres, predicado por muerto, sin haberle llegado su hora, y sin consultarle si tenía ganas de morirse”). Todos los pronósticos comienzan con una calculada dedicatoria y con un inevitable prólogo al lector (lleno de agresividad, e incluyendo casi invariablemente la burla del propio almanaque; este de 1742, dirigido “a todo el género humano de mis lectores”, incluye una frase sensacional: “Dios te perdone los desatinos que me has hecho escribir”). En tercer lugar tenemos la magnífica “Introducción al juicio del año”. Se trata de una escena o cuadro de costumbres de carácter humorístico y con descripciones esperpénticas, cuyos protagonistas dan título al propio almanaque. Son relatos muy cercanos a sus Visiones y visitas con don Francisco de Quevedo por la Corte, y en los que además irrumpe el propio Villarroel como personaje.
Torres Villarroel, como Gran Piscator Salmantino
El resto de las partes del pronóstico villarroelesco es más predecible: predicciones, por estaciones, de los sucesos políticos del año en prosa y en verso (que es lo que más temían los gobiernos); cómputos y números del año, fiestas movibles, eclipses y témporas; calendario o almanaque propiamente dicho, con el juicio del tiempo para cada día del año y el santoral; datos diversos como las fechas de nacimientos de los reyes, etc.
El éxito de los almanaques de Villarroel era total. Isla, en su Fray Gerundio, dirá de un escrito que “pasó de mano en mano, como suelen pasar la Gaceta y el Pronóstico de Torres”. En contraste con el entusiasmo popular hacia los almanaques de Villarroel, se encuentra la repulsa no sólo de los ilustrados sino de los propios frailes, que veían con malos ojos el saber astrológico.
¿Cuál era la actitud de Torres hacia la astrología? De un lado, nuestro escritor cultiva el género y sabe de lo que habla; por otro, presume muchas veces de vivir a costa de la ignorancia de sus lectores. Hay una clave irónica en Villarroel –y en gran parte de sus lectores. Tal vez no haya hablado con más claridad que en su prólogo al pronóstico de 1736: “Todos los aforismos astrológicos son sueños, delirios y embustes que han querido verter los profesores de esta patraña, fiados en que hay viejas tontas, gitanas embusteras y otros embelecadores que los apoyan y admiran. El curso de los cielos, los movimientos y alteraciones de los cuerpos de ambos mundos, es verdad que los profeso y explico.”
Es decir: Villarroel cree firmemente en la influencia planetaria sobre todo lo que vive. Esclarecedora resulta la consulta del volumen de Francisco Rico El pequeño mundo del hombre, que concluye con un capítulo dedicado a nuestro escritor. La idea del microcosmos, rechazada por las Luces, funciona plenamente en Villarroel, quien pertenece en esto no al barroco sino a la tradición de la analogía, que va a resurgir con gran fuerza con el romanticismo y hallar su mejor expresión en el siglo XX con los surrealistas. En ello opuesto a Feijoo, Villarroel es un temperamento mágico, pero a la vez actual, en tanto precursor del interés moderno por la magia y el ocultismo. Le atrae todo lo extraño y proclama su fascinación por “la contemplación de lo raro”. Ante lo raro cesa la oposición verdadero /falso: “algo habrá”, dice en su Vida (que es por cierto la más fascinante autobiografía de la literatura española junto con la Automoribundia de Ramón).
Su polémica con el médico Martín Martínez (y Torres ha sido, con Quevedo y Goya, el mayor enemigo que esta casta ha tenido en España) muestra todo lo que lo separaba de las Luces, a pesar de lo provocativo que fue para la anquilosada universidad salmantina y de sus burlas sangrientas de la escolástica. Cuando Martínez le dice que “los planetas, sobre no influir más que luz remisa e insensible calor, están demasiado altos para nosotros”, Torres responde insistiendo en la importancia de la astrología para la medicina: “Sin el respeto y conocimiento de las estrellas, es imposible curar la más leve enfermedad del hombre”.
En varios lugares de su obra, Villarroel compara el cuerpo humano con el “cuerpo orgánico de la tierra”. Él sigue la doctrina de las correspondencias de la tradición platónica hermética, en la que se describe el mundo como organismo vivo dotado de procesos metabólicos. Su visión del hombre es infinitamente más rica que la de los ilustrados, y tiene tan poco que ver con estos como con los escolásticos. El pasaje de Los desahuciados del mundo y de la gloria, en que habla de “las admirables sustancias que cada hombre lleva en el prodigioso mundo de su cuerpo” es digno de la Enciclopedia de Novalis:
“¿Qué reino es ese del hombre tan universalmente compendiado, que en su brevísima capacidad contiene todas las sustancias, producciones, vidas y muertes de ambas esferas? ¿Qué química tan milagrosa es la que abarca en sus cavidades para congregar, cocer y depurar con excelente distinción, ya las piedras, ya los líquidos, ya los vivientes, y todo el género y diferencia de habitadores que se dilatan en las oficinas interiores del mundo? (...) Sin salir el hombre de sí mismo hallará argumentos y asuntos que el más mínimo de ellos le pueda ser estudio de muchos años. ¡Válgame Dios! Con qué poco se contentaron los filósofos aristotélicos, que preguntándoles por el hombre sólo responden, y con mucha hinchazón, que era animal racional. A brevísima definición quisieron reducir un mundo tan maravilloso. En una cláusula encerraron la prodigiosa máquina que Dios hizo a su similitud. No repruebo su definición, sólo condeno la poca contemplación que han hecho en el sujeto más admirable de la naturaleza. (...) Infinito tiene que hacer el hombre consigo y dentro de sí. Estudio es que pasa más allá de su vida el del conocimiento solamente de su animalidad. Su fábrica tiene mucho que ver y que admirar. Innumerables y estupendos son sus secretos y maravillas”. Esta visión del mundo, insólita en el XVIII español, se puede rastrear en toda la obra del ingenio salmantino, y da título, soberbio, a uno de sus libros más peculiares: Anatomía de todo lo visible e invisible.
Ya exangües, pero aún simpáticos, aún sobreviven en España el Calendario Zaragozano y en Portugal O Seringador y el Borda d’Água, que continúan teniendo sus seguidores en los últimos restos del mundo rural tradicional o en curiosos como yo. La aparición de L’An 2016 supone un resurgir surrealista más cercano a los almanaques de Torres Villarroel que a los actuales. Para el año próximo prometo elaborar el mío propio, en el máximo estado de videncia que pueda alcanzar.

“El Gran Juego”


Pepitas de Calabaza acaba de publicar una antología de textos de Le Grand Jeu, seleccionada, traducida y editada por Julio Monteverde. Se trata de una publicación de referencia, que da al lector hispano una visión amplia y certera de este grupo tan importante en la propia historia del surrealismo, aunque su breve evolución se haya situado en zona autónoma.
Un largo estudio, titulado “El Gran Juego: Historia de un cataclismo”, presenta la materia con inteligencia y conocimiento. Sigue la selección de textos de cada uno de los cuatro números (1928-1932), para acabar con unas notas biográficas de los componentes del grupo.
Una revista de estas características no tiene desperdicio. Es por tanto difícil si no imposible hacer una selección, y así, señalemos en el primer número que podrían haber ido igualmente el demoledor ataque de René Daumal a Lévy-Bruhl, la entusiasta declaración de Gilbert-Lecomte a René Guénon y, de Gilbert-Lecomte también, la magnífica crónica de “Puericultura”. A muchos sorprenderá también saber que este número incluía la traducción de un pasaje de La quinta de Palmyra, novela “portuguesa” de Ramón Gómez de la Serna. Sobre Guénon hay también, en el número segundo, una crítica, igualmente admirativa, de René Daumal.
Sí están, obviamente, todos los textos claves, como, en el tercer número, “La horrible revelación la única”, de Gilbert-Lecomte, y, de Daumal, “Nerval el nictálope” y su noble carta a André Breton.
Hubiera estado bien hacer una descripción de cada número, con la referencia a las colaboraciones plásticas, que las hubo de Mayo, Dida de Mayo, Sima, Arthür Harfaux, Maurice Henry, Man Ray y André Masson.
En suma, una publicación valiosa y útil, y que además no se presenta como historicista, sino como reivindicadora de una actualidad viva, a diferencia de la apestosa que los llamados medios de comunicación vomitan a diario.

Dibujo de Maurice Henry, en Le Grand Jeu

En Pepitas de Calabaza, Monteverde ha editado y traducido La necesidad del ateísmo y otros escritos de combate, de Percy Shelley, ha traducido En pos del milenio. Revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos de la Edad Media, de Norman Cohn, y ha hecho el epílogo de El concilio de amor, de Oskar Panizza (en el prólogo el gran texto de Breton). Lo que revela cuán perfectamente afinada tiene su brújula.

Un catálogo definitivo sobre la exposición surrealista de Tenerife


Los surrealistas en Tenerife es un trabajo impecable de Pilar Carreño Corbella, investigadora conocida por sus publicaciones, siempre serias, sobre la vanguardia canaria. A lo largo de cerca de 300 páginas, maravillosamente ilustradas, se evoca la visita que hicieron Breton, Péret y Jacqueline en mayo de 1935 a Canarias, celebrándose así, de la mejor manera, los 80 años del evento.
El meollo del trabajo está en la tentativa de reconstrucción de la exposición en sí, que tuvo lugar en el Ateneo de la capital, a la sazón dirigido por Agustín Espinosa, quien había regresado a su isla tras sus años tan fructíferos en Gran Canaria. En la reconstrucción, sorprende el elevado número de obras de las que se ha perdido el rastro, ya que algunas son de artistas de la envergadura de un Max Ernst, un Tanguy, un Styrsky. Varias de esas obras supongo que se colgaron con títulos diferentes a aquellos por los que habrán acabado de ser conocidos, o pertenecían a series, como señala Pilar Carreño al referir sus detectivescas pesquisas. Un desplegable reconstruye en tres dimensiones el salón principal, pero aquí solo me es posible reproducir una de sus vistas:


La primera parte trata de “La excursión a Tenerife”, y la segunda reúne exhaustivamente, por primera vez, todos los escritos y documentos. El texto de Pilar Carreño es muy fino, y se agradece esté exento de los tópicos y falacias académicos y periodísticos sobre el surrealismo y sobre Breton en particular.
Con un verdadero lujo editorial, y encuadernado en capa dura, estamos ante un libro de referencia, y de interés ineludible, en un plano internacional, para todo aquel que se interese por la historia del surrealismo.

Avalancha de novedades

Numerosas publicaciones han aparecido en este inicio de año, y meses anteriores. Algunas pertenecen al surrealismo en su proyección checa/eslovaca y sueca, cuya lectura (y hasta a veces acceso) nos es prohibitiva, pero al menos intentamos dar aquí noticia de ellas. En el ámbito del grupo de Analogon, citemos estas de Frantisek Dryje y de Eva Valková y Karel Sebek:



De John Andersson y Niklas Nenzén, componentes del grupo sueco, son otras dos, en Styx Förlag:






















En la América Latina, a la vez que se acerca la exposición costarricense “Las llaves del deseo”, Alfonso Peña y Amirah Gazel, sus auspiciadores, publican el libro de poesía visual Paralelo centrífugo, con prólogo de Enrique de Santiago, y Floriano Martins lanza en México, con presencia de Susana Wald, Un poco más de surrealismo no hará ningún daño a la realidad. Ya para de aquí a unos meses se anuncia un libro de prosas poéticas de Carlos Barbarito, Materia desnuda, con dibujos de Víctor Chab, de los que vemos aquí dos.

  





En los Estados Unidos, Bill Wolak da a la luz una selección de sus poemas de amor:


Por último, en Francia, hay que sumar todos estos títulos: Et mes mois l’un après l’autre décrochent, de Régis Garaudy, con frontispicio de Bruno Montpied, en Passage du Sud-ouest; Le grand chosier, de Laurent Albarracin; Dans la frontière errante, de Mauro Placì; Paris Thèbes, de Claude-Lucien Cauët y Pierre-André Sauvageot; y Andrée Acézat, oublier le passé, de Bruno Montpied, en las ediciones L’Imsomaniaque, colección La Petite Brute.

Pintura de Mireille Cangardel

En el capítulo de exposiciones, Mireille Cangardel inaugura el 29 de febrero una en el Espace Bouquières de Tolosa y, por lo que se refiere a las retrospectivas que se salen de lo sabido y consagrado, merecen anotarse la de Enrico Donati en San Francisco desde el 20 de febrero (Wenstein Gallery) y la de Ithell Colquhoun en Penzance (Cornwall) hasta el 19 de marzo (Penlee House).

domingo, 14 de febrero de 2016

“Caleidoscopio surrealista”, edición definitiva

Il. de Sasha Vlad, Graal Flibuste, 2014

Ayer llegó a mis manos la edición definitiva de Caleidoscopio surrealista, que pronto (eso espero) será distribuida por Amazon, donde están vendiendo la primera al exorbitante precio de 230 euros. Esta nueva edición anula por completo la anterior, y ya no habrá una tercera, aunque sí es posible que sigan apareciendo reimpresiones con introducciones actualizadoras.
Reproduzco a continuación la nota introductoria a esta segunda edición.
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La publicación en 2011 de Caleidoscopio surrealista tuvo como principal efecto haber contribuido, al menos en alguna medida, a derribar las limitaciones temporales que se le han venido asignando al movimiento surrealista. En la misma dirección publiqué en 2014 el primer tomo de Surrealismo: el oro del tiempo. Llevado de un espíritu internacionalista que es el del propio surrealismo, pero que en mí arraiga en el descubrimiento lisboeta de los Textos de afirmação e de combate do movimento surrealista mundial, de Mário Cesariny, para verse luego reforzado gracias a la amistad que tuve el privilegio de sostener con Édouard Jaguer, también la visión de un surrealismo sin fronteras, no reducido al grupo en torno a Breton y a las proyecciones más conocidas y estudiadas del surrealismo, puede considerarse otra de las aportaciones claves de la obra. El resultado fue un caleidoscopio de ventanas abiertas a la Aventura y a lo Maravilloso, sin esas fronteras tempoespaciales.
En un mundo que propicia y propugna la mediocridad y la muerte, el surrealismo lleva cien años defendiendo la vida (verdadera, plena). Su revelación y exaltación de la poesía –sin la que, debe añadirse, ni el amor ni la libertad son nada– no puede conducir sino al espíritu de la revuelta contra ese mundo ignominioso. Al panorama del pensamiento radical al que pertenece, el surrealismo aporta una tecla ineludible, ya que algo falta siempre en las expresiones individuales y colectivas de ese pensamiento, tantas veces asfixiante y ceñido a la superficie de las cosas, cuando no completamente desnortado.
La introducción a la primera edición la conservo casi tal cual. La única rectificación importante se refiere a mi valoración del panorama del surrealismo “actual”, que me parece hoy más “halagüeño” que entonces, cuando me dejé llevar quizás demasiado de mis enojos por algunas cosas que no me gustaban, pero también de cierto desconocimiento de algunas otras. La revuelta surrealista sigue abriéndose paso con energía y frescura siempre renovadas, por muchas vías y en los lugares más dispares del planeta, como muestran modélicamente el almanaque de Brumes Blondes Ce qui sera/What will be/Lo que será (2014) y mi propio blog de actualidad “Surrealismo internacional”, cuyas intervenciones han sido recogidas en papel en el citado Surrealismo: el oro del tiempo.
Con posterioridad a la primera edición, han sido muchos los nombres que me han aportado información, a veces esencial como es el caso de Michael Vandelaar para Australia o Gregg Simpson para el área de Vancouver, y a veces con útiles sugerencias, como ocurre con Jean-Pierre Lassalle, Laurens Vancrevel, Guy Girard, Richard Waara, Jean-Pierre Paraggio, Alex Januário o Steven Harris. Con entradas nuevas hay en esta edición segunda 90 nombres, a saber:
José Antonio Arcocha, Will Alexander, Byron Baker, André Bernard, Jan Bervoets, Jean-Claude Biraben, Dave Bobroske, Eugène Brands, C. Buddingh’, Edward Bullmore, Ronnie Burk, Alan Burns, Claude-Lucien Cauët, Ira Cohen, Les Coleman, Neil Coombs, Aurélien Dauguet, William A. Davison, John Digby, Paul Duchein, Edgar Ende, Merl Fluin, Amirah Gazel, Jan Gabriel, Patrícia Galvão (Pagu), Ángel García Lamolla, Jesús García Rodríguez, Pnina Granirer, Josse de Haan, André Hardellet, Janice Hathaway, Beatriz Hausner, Rodrigo Hernández Piceros, Patrick Hourihan, Miguel Ángel Huerta, Patrick Hughes, Josef Janda, Hector Kaknavatos, Ted Kingan, Jan Kohout, Jan Krizek, Roman Kubik, Don LaCoss, Jean-Pierre Le Goff, Jorge Leal Labrín, Henry Lejeune, Miguel Lohlé, Carlos M. Luis, Frantisek Maly, Dusan Marek, Premysl Martinec, Jean-Paul Martino, Alice Massénat, Richard Misiano-Genovese, Bruno Montpied, Julio Monteverde, Rodrigo Mota, David Nadeau, Niklas Nenzén, Noé Ortega, Benjamín Palencia, Jean Palou, Nelson de Paula, Seixas Peixoto, Pierre Petiot, Gilles Petitclerc, Alain-Pierre Pillet, Katerina Pinosová, Antonio Ramírez, Raman Rao, João Rasteiro, Brooke Rothwell, Ody Saban, Ron Sakolsky, Marcus Salgado, Enrique de Santiago, Pierre-André Sauvageot, Pieter Schermer, Bertrand Schmitt, Renato Souza, Sotère Torregian, Dan Stanciu, Wijnand Steemers, Debra Taub, Roman Telerovsky, Lucques Trigaut, Adriano del Valle, Michael Vandelaar, Rodrigo Verdugo y Ángel Zapata.
Sobra decir que en ningún momento se ha tratado de engrosar la lista, puesto que el rigor absoluto sigue siendo mi criterio calificativo, según señalo en la introducción.
Esta edición definitiva va dedicada a Sasha Vlad y Dan Stanciu, los continuadores de la gran aventura surrealista rumana de los años 40, y que para mí son ejemplo impecable de la renovación surrealista en toda su frescura creativa, sin abandonar un ápice de sus exigencias éticas, que se resumen en una fidelidad y afirmación de la poesía en todos los órdenes de la existencia. A lo largo de estos cinco años (en que tampoco, por supuesto, ha faltado la hostilidad pestañeante de algunos cretinos y cretinas como los que avizoraba Agustín Espinosa), también he contado, por lo que se refiere a “Surrealismo Internacional”, con el apoyo de muchos amigos viejos y nuevos, como los citados antes o en la nota introductoria y otros como Guy Ducornet, Beatriz Hausner, Renzo Margonari, Raman Rao, Víctor Chab, Seixas Peixoto, Guy Cabanel, Kenneth Cox, Michael Löwy, Eugenio Castro, Ángel Zapata, Noé Ortega, Fernando Palenzuela, Raúl Henao, Enrique Lechuga, Paul McRandle, Miguel de Carvalho, Rik Lina, António Cândido Franco, Fátima Roque, Enrique Carlón, Pedro José Morillas Rosa, Zuca Sardan, Georges Sebbag, Richard Misiano-Genovese, Eloy Santos, Rodrigo Verdugo, Nelson de Paula, J.K. Bogartte o Pierre-André Sauvageot.
Numerosos errores y despistes de la primera edición han sido subsanados en esta (espero que casi todos, y que en ellos estén todos los más abultados), y la información nueva es muy grande, habiéndose hilado más fino en algunas entradas, a tenor de una mayor prospección bibliográfica o de alguna que otra rectificación de juicio. No he regateado, en fin, esfuerzos porque esta edición haya salido lo más documentada y fiable posible. Su carácter “definitivo” tiene que ver con el cumplimiento de un proyecto lustral (2010-2015) en que he querido servir en la medida de mis fuerzas al surrealismo, esa “cause libre au cœur d’hommes qui marchent”, como lo definió Stanislas Rodanski.
NOTA: Por desgracia, esta edición solo sería puesta a la venta en amazon.es, razón por la cual al poco tiempo decidí subirla a esta página como pdf de descarga gratuita.

Continuación

Tras la publicación de Caleidoscopio surrealista en su edición definitiva, continuaremos aquí dando cuenta de la actualidad del surrealismo, con notas escuetas, hasta al menos la aparición del segundo tomo de Surrealismo: el oro del tiempo, que será para mayo o junio.
Por otra parte, una vez he podido dejar el pudridero universitario –donde la enseñanza de la literatura, en lo que puede tener de válido y aliciente, o sea, como descubrimiento a los jóvenes más inquietos de horizontes de belleza, de imaginación, de poesía, de pensamiento vivo, de humor, de revuelta, ya ha sido arrasada por el virus tecnológico y por las imbecilidades pedagocráticas–, mi dirección pasa a ser la siguiente (mucho más sencilla, aunque mejor hubiera sido La Espera que La Esperanza):
M.P. Corrales
Apdo. 57
38290 La Esperanza
Tenerife-España

domingo, 7 de febrero de 2016

“Dreamdew”

El boletín onírico Sundew pasa a llamarse Dreamdew, y su cuarto número es editado de nuevo por Bruno Jacobs, pero ahora en tándem con Sasha Vlad.


Nivaria Tejera

El pasado 6 de enero murió en París la escritora Nivaria Tejera. Nacida en 1930 en Cienfuegos (Cuba), de madre tinerfeña y padre cubano, se trasladó aún niña a Tenerife, sorprendiéndola la guerra civil. Viajó a París en 1954, donde contactó con los surrealistas y donde, en 1958, Maurice Nadeau le publicó  su primera novela, El barranco, que versa sobre la guerra sufrida en plena infancia. Regresó a Cuba y participó en los albores de la revolución, para salir al cabo de unos pocos años asqueada de aquello en que se fue convirtiendo. Siguieron, de nuevo en París, varias novelas y poemarios, la última de aquellas Espero la noche para soñarte, revolución, calificada por Antonio Álvarez de la Rosa como “bisturí narrativo que disecciona las tripas de la revolución cubana y de todo poder omnímodo”.
Nivaria Tejera estuvo casada con Fayad Jamís, poeta y pintor nacido en México (y de padre árabe), pero que pasó su infancia y adolescencia en Cuba. Jamís vivió en París entre 1954 y 1959, exponiendo en 1956 con Cárdenas en la galería surrealista À l’Étoile Scellée. De vuelta ambos a Cuba, mientras que Fayad Jamís se acabaría convirtiendo  en un comparsa del régimen castrista, Nivaria Tejera abandonaba “la pesadilla de un yo manipulado de manera absoluta, silenciado”, regresando a París. Fue no solo una fina escritora, sino una persona muy noble y de gran vigor intelectual. Y una amiga del surrealismo, a diferencia de tantos ingratos. Así recordaba sus primeros años parisinos: “Fue el conocer a Breton y Péret lo que me integró a esta ciudad. Asistiendo a algunas de sus reuniones, el viaje a París tomaba su real dimensión. Puesto que el surrealismo me filtraba otra manera de ver y sentir el mundo, me adherí a él sin reservas. Aquellos alucinados plasmaban con su pendular hasard objectif la poesía de lo cotidiano; cualquier gesto convertía en algo más la función del ser-existir; el mito regía los actos, como en la Grecia antigua: todo era un presente, una «exigencia-enigma» autómata al acecho de todo. Yo no creía a mis ojos... Las prisiones y libertades asfixiadas que cargaba dentro se justificaban al descubrir, con Nadja, que París estaba «atravesada de significaciones mágicas»... Es otro modo de caminar por la vida, este movimiento de individuos, y me integré a ellos como uno más. Era un movimiento y no un partido. El único al que he pertenecido”.
En Espero la noche para soñarte, revolución, recordaba así su experiencia “revolucionaria”: “Mi trabajo como agregada cultural consistía en casi nada, obedecer consignas, hacer propaganda rodeada de monstruos vigilantes. El Partido, en esto se convirtieron los rebeldes de la montaña”. Y muestra de su lucidez absoluta, sin las concesiones propias de todo el mundo, es este reciente juicio sobre el París de sus amigos surrealistas: “Todo aquel París se acabó. Se ha convertido, como otras ciudades europeas, en una especie de deambulación turística de seres anónimos que se siguen unos a otros”. No es de extrañar que a una personalidad tan inequívoca se le hayan cerrado no pocas puertas editoriales y que haya cosechado no pocas hostilidades de los intelectuales “comprometidos”.
“Para mí la escritura es vitalidad.” “No hay patria en mí.” “Me siento un poeta, no un novelista. No sé mucho de escribir hechos sino que más bien soy una creadora de atmósferas con la palabra. Quiero inventar palabras, imágenes.” “He querido inventar un camino donde sienta la poesía.”

Miscelánea

Un enlace que no habíamos advertido es el de Sergio Lima. Configurado el sitio hace un año, aunque no está completo incluye información y documentos importantes sobre uno de los pilares del surrealismo desde hace ya medio siglo.

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Víctor Chab, Músicos primitivos, 2012

La exposición de obras recientes (2010-2015) que celebró Víctor Chab, uno de los grandes artistas del surrealismo actual, originó un pequeño catálogo con la reproducción de doce de sus inconfundibles y poderosas pinturas, de las que vemos aquí la titulada Músicos primitivos (los otros títulos son Drama, Saltarín birmano, Personaje iniciático, Exilio, Desarmado, Encuentro accidental, Música nocturna, Pajarracos, Compañeros, Escultor makondé y Ceremonia).

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Estos músicos primitivos se hubieran sin duda incorporado a las acciones tanto de David Nadeau como de Mal Occhio, lo que aprovecho para señalar que el último tema del disco de Mal Occhio, de 18 minutos de duración, es la recitación parcial que hace Will Alexander, acompañada, claro está, de los sonidos del grupo, de su enorme poema “Asia”, virulenta diatriba contra las masacres “marxistas” del Tibet. A no perder.


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Raman Rao, en Spectra

También queremos señalar que Spectra, el espléndido cuaderno de fotos de Ramon Rao reseñado aquí en su momento, es distribuido por Blurb.com y puede verse o descargarse en la siguiente seña:

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Falleció el pasado 22 de enero, a los diez años de edad, el grupo Slag, que deja tras de sí una buena cosecha de juegos surrealistas y algunas bellas aventuras individuales que confiamos tengan continuidad. Puede consultarse su certificado de defunción en la página del grupo, que también ofrece imágenes de su entierro.

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Rosa Rolanda, Autorretrato, 1958, Museo de Arte Moderno de México

Hace unas semanas se clausuró en São Paulo la exposición “Frida Kahlo. Conexiones entre mujeres surrealistas en México”. El catálogo, con más de 200 páginas, y dejando a lado la repugnancia que produce el patrocinio bancario, ofrece interés, con los textos de Tere Arq bastante bien, pero sin que falten, por supuesto, las sandeces, en este caso de un “Miembro del Sistema Nacional de los Creadores de Arte de México” y de una “Historiadora de Arte formada por la Universidad Iberoamericana, comisaria e investigadora independiente especializada en artes plásticas y fotografía en el siglo XX”. La segunda se parapeta desde el primer renglón en una colosal cita de la abominable Whitney Chadwick: “Las surrealistas viven en un mundo de fantasía e imaginación en que los hombres, frecuentemente, son enemigos de los poderes mágicos de las mujeres”. El otro es aún peor: “Como sabemos, no era fácil para una mujer adherirse al movimiento surrealista, adoptando el papel de subalterna en el círculo masculino”. Dice después que Frida Kahlo se mantuvo en México a distancia de Remedios y Péret porque este “continuaba siendo trotskista”, o sea no porque ella se hubiera convertido en una hedionda estalinista después de que su amigo Trotsky fuera asesinado. Parafraseando un viejo dicho, cree el bergante que todos son de su mismo talante, y el miembro del Sistema Nacional, al comentar cómo Breton pidió que se llevaran a Inglaterra tanto los cuadros de la Kahlo como el arte popular mejicano, considera que fue porque “esperaba vender para financiarse y eliminar sus deudas”. Por último, se refiere despectivamente a los “jueguitos surrealistas” que hartaron a Frida Kahlo, y cita a chorro abierto sus abyectas cartas a Rivera, incluida una alusión racista de este encanto de mujer al “judio Seligmann”.
El interés del catálogo radica no en la folklórica y ya hastiante Frida Kahlo (todos los días se ve su efigie de mascota en las bolsas de compra que circulan por las calles histórico-comerciales), sino en las figuras “menores” que aparecen iluminadas, como sobre todo Bridget Tichenor (prima de Edward James que se relacionó con Max Ernst, Matta, Dalí, Leonora, Alice Rahon, Remedios, Kati Horna), Rosa Rolanda (mujer de Miguel Covarrubias, que aprendió con Man Ray la rayografía y colaboró en Dyn), Olga Costa (autora de una serie de naturalezas simbólicas impregnada de surrealismo) y la ya casi centenaria Sylvia Fein (muy bella es su pintura La maga). Más conocidas son Bona, María Izquierdo, Kati Horna (con su serie Oda a la necrofilia, de 1962), Lola Álvarez Bravo, Alice Rahon (con dos formidables marionetas de alambre), Leonora Carrington, Remedios Varo y Jacqueline Lamba.

Bridget Tichenor, ante las cajas de Encarcelados (1965).
Foto de Kati Horna

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Nunca se aburrirá quien quiera entretenerse con las memeces que se repiten sobre y contra el surrealismo. Hace unos días me llegaba el trabajo de otro profesor universitario, en este caso sobre Domingo López Torres, donde se llamaba a Breton “pontífice de la escuela surrealista”. Valga lo de “pontífice”, ya que lo debe haber leído tanto que se lo ha creído y lo repite como un papagayo (no debe conocer en cambio la declaración en que Octavio Paz llama “cerdos” a quienes designan así a Breton), pero trabajar sobre el surrealismo y pensar que es una “escuela” ya lo dice todo acerca del grado de incompetencia de estos estudiosos universitarios del arte y la literatura.

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Michel Remy prepara un libro sobre Eileen Agar y otro sobre Les Coleman. Lo curioso es que esto lo anuncia con una carta a la página del Centre de Recherches du Surréalisme donde, no sabemos si para ponerse en sintonía con sus colegas, habla de Desmond Morris como “el último surrealista histórico británico” y de Les Coleman como un surrealista “tardío”. Lejanos, muy lejanos van los tiempos en que Michel Remy animaba el combativo grupo Marges y, evidentemente no creía en surrealismos “históricos” ni “tardíos”. Acaba por merecerse el varapalo que hace unos meses le daba en su blog Mattias Forshage, con motivo precisamente de su perspectivismo historicista.

lunes, 1 de febrero de 2016

David Nadeau y el surrealismo musical


De David Nadeau sabíamos que era poeta, colagista y creador de objetos, aparte animador infatigable del surrealismo con las publicaciones y actividades de La Vertèbre et le Rossignol y de la Liaison Surréaliste à Montrèal. De él ya han aparecido La mémoire intraveineuse par-delà processus et saveurs (2003), Chantiers de l’ombre (2007, con ilustraciones de Zoé Laporte, Alexandre Fatta, Claudia Gendreau y Gaétan Blais), Décembre dans la femme (2008) y L’Émeraude charnelle (2011), y siempre sugestivas son sus colaboraciones en revistas del movimiento surrealista, como Hydrolith, The Annual y A Phala.
Ahora, David Nadeau sorprende con un álbum titulado Le labyrinthe de la mort symétrique, que edita el sello de música experimental suRRism-Phonoethics, feliz y fértil iniciativa de Jaan Patterson, donde apareció recientemente un álbum de Mal Occhio, cuya audición recomiendo no menos vivamente. Le labyrinthe de la mort symétrique se compone de seis piezas que duran entre diez segundos y diez minutos, interpretadas a la guitarra eléctrica, al teclado defectuoso y al amplificador de guitarra.
El tema que da título al álbum es el más extenso, y en él David Nadeau dota de un movimiento de balanceo a un imán colocado sobre la guitarra despojada de sus dos cuerdas agudas, frotando ligeramente las restantes con un cuchillo de mantequilla, en lo que viene a ser el último estadio del slide de los bluesmen negros, una invención casera que ya era puro surrealismo. El resultado es extraordinario, en un tema por completo hechizante. Las cuerdas son frotadas con el mismo cuchillo en “La era de la dispersión” y “Los profetas vacilan”, mientras que “Efervescencia opaca” y “Arquitectura contaminada” (el otro tema largo) son registros en un teclado de pilas defectuosas. Por último, en “Andrógino-hidrógeno”, ha conectado el cable de su guitarra también a la toma de los auriculares del amplificador. En conjunto, un sexteto de órdago, que ha producido tanto placer al intérprete como se lo produce al oyente.
Estos discos de David Nadeau y de Mal Occhio han acabado de derribar por completo mis reservas acerca de una música surrealista. Recordemos además las dos muestras discográficas misceláneas aparecidas no hace mucho, en el n. 4 de Patricide (“The sound of surrealism”) y en el catálogo La chasse á l’objet du désir.
El álbum es asequible gratuitamente en el sitio de internet Free Music Archive, cuya consulta, por lo que se refiere a la sección suRRism-Phonoethics, es estupenda, y en donde, como ya señalé, debe escucharse también la no menos fantástica música de Mal Occhio.