El año 2002 prosigue en mi correspondencia con Her de Vries intercambiando impresiones sobre el polémico libro de Alain Joubert Le mouvement des surréalistes ou le fin mot de l’histoire (con cuya perspectiva, por supuesto, coincidimos) y sobre “la horrible venta” de la subasta Breton. De viaje siempre por Portugal, le envío la foto del tranvía Novalis y la de Fernando Pessoa en una tasca del Arco do Bandeira, junto a la plaza del Rossio, “apanhado em flagrante delitro” (azulejos hechos a partir de una foto que Pessoa envió a su novia Ofélia con esa simpática leyenda), encontrando él “magnífica” esta imagen y regocijándose por “el tranvía nostálgico que me recuerda mi juventud en Amsterdam, donde existía el mismo tipo de tranvía”.
Ya en 2003 le
envío la traducción que he hecho para la prensa tinerfeña de la proclama
surrealista “El grimorio sin la fórmula” (sobre “la horrible venta”) y lo pongo
en contacto con Mauricio Barrientos, quien le envía su libro sobre Mandrágora,
mojón decisivo en la recuperación de la principal proyección surrealista en la
América hispana.
Al año
siguiente publiqué Disparos del archibrazo, libro de cuatrocientas fotos
que ha tenido una difusión estrictamente entre amigos y que fue él uno de los
primeros en recibir. Le gustan en especial las fotos de castillos (“como los
del divino marqués”) y las de “monstruos de piedra”. La cueva de la Redinha le
parece “un monstruo que da envidia a los monstruos de Bomarzo” (por cierto que,
según una leyenda local, allí estaba la tumba de Herodes). Como la foto de la
puerta de la república estudiantil de Coimbra Bota Abaixo lleva el pie “...y en
Coimbra, huésped de honra de las viejas repúblicas estudiantiles. ¡Abajo todas
las cadenas! ¡Viva la revolución!”, él añade un “¡Arriba las faldas, abajo los
pantalones! ¡Viva la revolución!”, pero también le parece que la puerta hubiera
gustado a Duchamp para su Étant donnés en el museo de Filadelfia, al
igual que la otra de Ponte de Lima.
Nuestra
correspondencia prosigue siempre muy cálidamente. sobre todo girando en torno a
libros y exposiciones, y lamentando él no poder conseguir muchas cosas a causa
de las “phinances”, lo que no le impidió tener ya por entonces cuatro o cinco
mil publicaciones del surrealismo. No dejábamos pasar, claro está, lo
principal, como el catálogo L’Impossible, que nos hacía asequible con
toda categoría lo esencial del surrealismo yugoslavo, gustándole en especial
las fotografías de Nicola Vuco. En ese año ha aparecido también el facsímil de Dyn,
igualmente ineludible.
El año 2005
llega con sus habituales felicitaciones, pero tiene el añadido de anticiparme
con “La pareja holandesa” su venidero libro de cajas y otros objetos:
El primer
número me llega con unos comentarios de otro maravilloso libro que disfrutamos
él y yo a la vez: el de Laure Missir sobre Joyce Mansour, iluminación
definitiva de una figura fabulosa del surrealismo y sin duda el libro que se
merecía Joyce Mansour.
El 15 de enero
de 2006, Her de Vries me comunica que soy el primer abonado de la nueva Brumes
Blondes (¡todo un honor!) y acusa recibo del número 2 de A Phala,
que ha relanzado Sergio Lima. Él tenía el número 1, casi cuatro décadas
anterior: “Las antiguas revistas tendrán pues un renacimiento”, ya que lo mismo
ha ocurrido no ya también con Brumes Blondes sino con Analogon,
resurgida mucho tiempo después de su primer número, y que desde entonces no ha cesado
de salir con la pasmosa periodicidad de tres números al año. Pero Her de Vries
ha perdido el contacto con el bastante insular grupo checo y eslovaco tras la
muerte de su amigo Ludvik Svab.
Hablamos
también a menudo de un amigo común: el incomparable Zuca Sardan. Y de nuevas
adquisiciones: los libros de Sebbag en la colección de Jean Michel Place y el
catálogo Drouot de la venta Breton; en este caso, el precio elevado valió la
pena, y a él le ha divertido descubrir la sorprendente fascinación de Breton
por las pilas bautismales. Celebra la reedición de Crimen: “¡Hay que
distribuirlo en las escuelas!”, comentario que hace pensar en la denuncia que
hicieron las asociaciones de padres cuando la República porque Espinosa leía
pasajes de su libro en el instituto donde impartía sus clases. Esta larga carta
concluye deseándome un nuevo año “lleno de hallazgos y actividad”.
Nuestras
cartas, como se ve, son un inventario de las grandes novedades que van
jalonando la historia reciente del surrealismo. En la del 9 de marzo comentamos
el catálogo que Emmanuel Guigon ha dedicado en el museo de Estrasburgo a uno de
nuestros personajes favoritos, Arthur Cravan, y me anuncia la aparición de Debout
sur l’Oeuf, mostrando su aprecio por la actividad surrealista de Miguel de
Carvalho y por sus collages.
Del mismo
modo, la carta del 24 de noviembre trata de la revista de Alexandrian Supérieur
Inconnu y del tomazo de Henein, coincidiendo conmigo en calificar de
“imbécil” la introducción de Bonnefoy a un libro extraordinario, que permitía
acceder a infinidad de textos dispersos e inencontrables de un gran señor del
surrealismo.
Otro de
nuestros puntos en común era haber tenido como lengua de elección en los
estudios medios el francés y no el inglés, que luego se haría casi exclusivo.
Allá por los años 60, en efecto, los institutos españoles tenían tantos alumnos
de francés como de inglés, y lo mismo parece que ocurría en los Países Bajos
durante los años mozos de Her de Vries. Ello no dejó de ser una suerte para
ambos, ya que esa ha sido por excelencia la lengua del surrealismo.
Un Supérieur
Inconnu que le mando posteriormente, va a permitirle conocer al fin mi
“apariencia”, ya que era el correspondiente al relato ilustrado con fotos que
hizo Alexandrian de su visita al congreso de surrealismo en Tenerife, donde
estuvieron Sergio Lima, Jorge Camacho y George Sebbag y donde pudieron haber
estado Édouard Jaguer y Laurens Vancrevel, aquel fallecido poco antes, al igual
que Mário Cesariny: “Ya solo nos restan algunos de nuestros viejos camaradas”,
lamenta al referirse a ambos. Esta es una carta del 26 de diciembre, que
registra por cierto una confusión habitual: se ha encontrado con una
publicación de Espinoza y piensa que es el autor de Crimen, cuando se
trata de Henrique Espinoza, artista pirenaico que estuvo relacionado con los
surrealistas en los años 30. El catálogo de una exposición francesa de hace no
muchos años escapó al dislate gracias a que me contactaron a tiempo,
convencidos de que ambos eran el mismo.
La carta del
24 de enero de 2007 es curiosa porque anticipa dos de sus futuras
publicaciones. “Uno de mis amigos ha hecho fotos de mis objetos recientemente.
Estoy así en condiciones de preparar un librito del que te enviaré copia desde
que lo haya fabricado”. Y también está elaborando su ensayo sobre la traducción
americana de Fata Morgana, el poema escrito por André Breton en Marsella
antes de exiliarse en los Estados Unidos. El libro de objetos solo saldría en
2013, y del estudio de Fata Morgana solo va a hacer una tirada de 20
ejemplares, hasta que lo edite Le Grand Tamanoir también en 2013. Esta carta
concluía con palabras españolas:
“Abrazos fuertes y saludos surrealistas”.