jueves, 10 de junio de 2021

Her de Vries: cajas y otros objetos (1963-1995)


En su carta del 9 de marzo de 2002, Her de Vries me hacía llegar un objeto maravilloso, que es sin duda uno de los mejores regalos que se me han hecho en la vida: la colección de sus cajas y otros objetos, en preciosa edición artesanal inserta en una caja de habanos con la tapa llena de sellos (expresión del internacionalismo de Brumes Blondes) y el interior tapizado de un cielo estrellado. No era una novedad, ya que llevaba la fecha de 1996. Hoy me resulta sorprendente que Her de Vries, de una tirada nominativa de diez ejemplares (la total era de treinta), tuviera aún al menos uno, que vino a parar a mis jubilosas manos... de típico fumador canario de habanos (aún hoy tengo siempre bajo la colección de libros de Fantomas una caja de puros robustos Condal de la que extraigo tres o cuatro por semana).

Cuando en 2013 Her de Vries me envía Regardez attentivement (en edición similar y tirada de veinticinco ejemplares), con las imágenes de las cajas y los otros objetos posteriores a este volumen, yo no dudo en habilitar una de mis cajas de puros para guardar esa maravilla que completaba y complementaba a la otra.

Con gran placer presento el siguiente documento de las cajas y objetos elaborados por Her de Vries entre 1963 y 1995, que regocijará a los amantes del surrealismo, ya que pocos disponen de la edición:

boîtes et autres objets

Her de Vries, tras La jugadora de ajedrez

En una extensa carta suya del 23 de abril de 2002, me habla de Granell, que había muerto el año anterior, de Esteban Francés, de Onslow Ford, de Rachel Baes, de Jane Graverol. Estas últimas han sido objeto de una exposición en Anvers, que él considera absurda, ya que Rachel Baes le parece carente de interés al contrario de Jane Graverol, a quien por cierto había conocido en una exposición de objetos de Marcel Mariën. Le he dicho que su caja de puros la he situado entre Crimen de Agustín Espinosa y los libros de Benjamin Péret, sin que yo pueda discernir hoy por qué razón (que evidentemente no era la alfabética) le di esa colocación. Eso sí, para corresponder a su regalo le mandé la edición original de Crimen, o sea uno de los cuatro o cinco ejemplares que llegué a poseer por obsequio de la familia del escritor tinerfeño. Her de Vries se indignaba en esta carta con la exposición Pompidou “La Révolution Surréaliste”: “Esto no tiene nada que ver con la revolución surrealista”, y el catálogo abunda en “textos idiotas, estúpidos, falsificadores”, lo que me bastó para no pedirlo, aunque tuviera como excepciones las contribuciones de Gérard Dourozoi y Jean-Michel Goutier. Pero traduzco el párrafo completo:

“Después de Londres, es ahora el Centro Pompidou que nos «ofrece» su visión del surrealismo. En efecto, tú tienes sin duda razón calificándola como una exposición contra el surrealismo. Sobre todo el título está muy mal escogido. ¡Nada de esto tiene que ver con la revolución surrealista! Entiendo que Annie Le Brun haya publicado una protesta en Beaux-Arts Magazine donde critica violentamente la propia concepción de la exposición. Hay también una entrevista con ella en el diario belga Le Soir de que te adjunto fotocopia.

A pesar de todo, la exposición nos ofrece la posibilidad de ver (en algunos casos por primera vez) obras conocidas solo por su reproducción (más o menos buena) en un libro cualquiera. ¡Eso es todo! Y si se quiere publicar un catálogo, bien, pero no de textos idiotas, estúpidos, falsificadores. Es de lamentar, pero el surrealismo ha entrado desde hace tiempo en una fase «histórica», está a merced de historiadores, de profesores (es decir a merced de idiotas, de falsificadores) que nos ofrecen sus estupideces en salsa universitaria.

No olvidemos que un José Pierre, un Jean Schuster, un Édouard Jaguer, ellos también, han colaborado en eventos similares. Breton y Péret se agitan en sus tumbas”.

No sé si en mi carta de contestación rompí una lanza por Édouard Jaguer, quien estaba lejos de la actitud recalcitrante de Pierre y Schuster y se mostró cada vez más abierto a la continuidad de la aventura surrealista. Mário Cesariny, en una de sus cartas, me los diferenciaba de manera tajante, con el vigor y la contundencia que lo caracterizaban. Pero Her de Vries tenía en mientes al Jaguer que a fines de los años 80 aparecía aliado a ellos y firmando en 1987 el panfleto À propos de Péret, respuesta a la ácida reacción de Annie Le Brun contra la entrega del prefacio del tomo cuarto de las obras de Péret a Robert Sabatier, uno de los cantores del “honor de los poetas”; ese panfleto lo calificó justamente Nicole Espagnol de “repugnante”.

(Este Robert Sabatier, todo un figurón de la literatura francesa, es autor de un divertido Dictionnaire de la mort que ahora estoy repasando, pero ya se verá su idea del surrealismo cuando se lee esto en la entrada de “Estética”: “Jack el Destripador mataba a sus víctimas con habilidad de artista. Colocaba miembros cortados, senos o entrañas sobre el cadáver siguiendo un orden estético, de una manera muy surrealista”.)

Her de Vries me amplia en su carta la información que yo precisaba de Brumes Blondes. Me dice que solo tiraban unos cien ejemplares y que me va a mandar los pocos números que tiene, así como fotocopias del catálogo de la exposición organizada en Leiden por él, en 1961, y un ejemplar de la titulada “Permanencia del surrealismo”, celebrada en 1967 (y por cierto hace unos años reproducida en este mismo espacio).

Otra carta amplia es la siguiente, de 1 de junio de 2002. Le he enviado una entrevista a Annie Le Brun que acabo de publicar en las páginas de “Archipiélago Literario”, donde durante varios años tuve cancha libre que me daba mi ex jefe de departamento de literatura y muy buen amigo Sebastián de la Nuez, una de las personas más auténticamente “liberales” que yo he conocido, y no son muchas. Recuerdo que al publicar material erótico (fotos y textos) sin la más mínima intención de “epatar”, un poeta y artista tinerfeño comentó que “Sebastián de la Nuez se dedica ahora a la pornografía” (imagino lo que habrá pensado de la traducción que hice de “El Marqués de Sade enseñado a los niños” de Marcel Mariën, que en cambio gustó tanto a Raúl Henao como para reproducirla en una revista colombiana prosurrealista). Her de Vries, como ha ido recibiendo todo el material que yo iba publicando sobre el surrealismo en la prensa tinerfeña, me comenta: “Esto sería imposible aquí en Holanda”. También hoy ya lo es en Tenerife, con una prensa además totalmente corrompida y vendida a la plandemia de las élites (los dos periódicos que sobreviven en Tenerife, hasta hace muy poco estrictamente provinciales, pertenecen a grandes empresas extrainsulares, en el proceso de concentración y jerarquización total que estamos viviendo).

También le he mandado a mi amigo el número 1 de la revista Ellebore, que él no tenía a pesar de incluir un gran ensayo de Édouard Jaguer donde se trata de uno de sus objetos, Le cadeau renvoyé. El pasaje de Jaguer merece ser recordado aquí. El artículo se titula “Sobre algunos mitos volantes no identificados y sus apariciones en el campo de lo visible” (¿para cuándo una recopilación de los ensayos de Édouard Jaguer?). Anotemos con respecto al objeto de Her de Vries que en el Dictionnaire général du surréalisme et de ses environs (1982, o sea tres años posterior al número de Ellebore), Jaguer en la página que ilustra su entrada sobre el objeto surrealista va a reproducir el objeto de Man Ray... y el de Her de Vries. Y que Her de Vries selecciona para acompañar la imagen de este objeto un comentario de Jaguer publicado en 1977.

Primer número de Ellebore (1979),
con cubierta de Eugenio Granell 

Como le he señalado que nació el año del segundo manifiesto del surrealismo, o sea en 1930, me escribe: “Sí, soy de 1930. He descubierto el surrealismo hacia los años 1950, después de Cobra. Primero por las reproducciones de Dalí y luego por la lectura de los libros de Breton. Solo en 1961 me he encontrado con Breton por primera vez en París y he conocido al grupo surrealista. Desde entonces he mantenido contacto sobre todo con Jean-Louis Bédouin y José Pierre (por correspondencia) y aun he podido visitar La Promenade de Vénus en los años siguientes, hasta la muerte de Breton”.

Preguntado por Ted Joans, me dice que sí lo ha conocido, en Amsterdam, y de Óscar Domínguez, de quien acaba de obtener su reciente catálogo de exposición en Madrid, manifiesta gustar sobre todo de su obra de los años 30. A su vez, me envía su texto en recuerdo de Willem Wagenaar, fallecido en 1999: “Wagenaar ha sido un verdadero bohemio surrealista. Pintor genuino, aunque solo hizo algunos cuadros: él fue sobre todo la persona que sabía inspirar a los otros”.

Willem Wagenaar, en su casa

Esta carta concluye dándome noticia de dos jóvenes alemanes que ha conocido en Colonia: “uno publica la pequeña revista Surrogat y el otro hace collages y objetos bastante divertidos”. El primero supongo que es Heribert Becker, llamado a convertirse en el gran baluarte del conocimiento serio del surrealismo en Alemania. Yo solo tengo el número 4 de Surrogat, excelente, dedicado al surrealismo argentino, y que aparecería en 2003. En cuanto al segundo nombre se trata de Peter Schneider Rabel, quien descubro que mantiene la página de internet que me facilitaba Her de Vries en 2002:

psrabel

Ya se extiende demasiado esta nota, por lo que dejo para otro día su continuación con las palabras que cierran la carta de Her de Vries, contento por haber conocido a los dos jóvenes alemanes:

“Vous voyez, le surréalisme n’est certes pas mort!!”