domingo, 3 de marzo de 2019

“Alcheringa”, n. 1


Desde hace tiempo se hacía sentir la ausencia de una publicación regular del Grupo Surrealista de París, por mucho que su actividad nunca haya cejado, en forma de declaraciones y de entregas colectivas e individuales. La última revista del grupo fue S.u.rr… (siglas de Surréalime, Utopie, Rêve y Révolte), surgida en 1996 y que llegó hasta 2005, con cinco números. Ahora es la vez de Alcheringa, cuyo contenido no es tan rico como el del número último de S.u.rr…, pero también debe considerarse que su antecesora se fue “creciendo” con los años.
La palabra que da título a la revista pertenece al lenguaje de los aborígenes australianos arandas y designa su celebrado “tiempo de los sueños” (tiempo “de todas las metamorfosis”, en palabras de André Breton), por lo que no en balde este número deja gran espacio al tema onírico y se ve salpicado de breves sueños. Pero la palabra también nos connota otra, “alchimie”, que guarda para el surrealismo sus prestigios intactos.
Las colaboraciones son de Guy Girard, Ana Orozco, Élise Aru, Alfredo Fernandes, Joël Gayraud, Betrand Schmitt, Emmanuel Boussuge, Sylvain Tanquerel, Claude-Lucien Cauët, Hervé Delabarre, S. D. Chrostowska, Michel Zimbacca, Michael Löwy y Bruno Jacobs, añadiéndose en los sueños y poemas breves Michèle Bachelet, Massimo Borghese y Dan Stanciu. Como se verá, poca presencia de nombres externos al grupo, lo que significa para nosotros que se evita el escollo de ese internacionalismo a veces de poco o ningún carácter facilitado por las relaciones digitales. La revista en este aspecto resulta muy compacta, aunque más nombres aparecen en las imágenes, sobre todo por el espacio que se le dedica a la exposición internacional del collage surrealista en 2018, que incluía de los presentes en estas páginas a Kathy Fox, Patrick Lepetit, Marcos Isabel, Eloy Santos, John Richardson, Janice Hathaway, Michael Richardson, Enrique Lechuga, Ron Sakolsky, Noé Ortega, Eugenio Castro, Sergio Lima y Katrin Backes. La imagen de la portada es de Élise Aru, y por último debe destacarse la importancia de las contribuciones de otros dos nombres claves del Grupo, Virginia Tentindó y Pierre-André Sauvageot.
Hay tres actividades colectivas. En la primera, se interpreta un sueño ajeno como si fuera propio, solo sabiendo quien lo propone que se trata de un sueño de Freud. La segunda es el juego del “poema mejorado”, en que se parte de los “poemas en escalera” (mostrados en los cuadernos del grupo Poèmes en escalier y Le myriapode intermittent, ya comentados aquí), pero en este caso de uno desechado por su debilidad y que ahora se corrige (con eliminaciones o añadidos), para que se vaya la mala impresión que en su momento dio, pero señalándose que “no se trata de hacer excelentes poemas, sino de poder observar cómo las imaginaciones individuales se apoderan de un mismo material en cuyo origen estuvieron, para orientarlo más o menos diferentemente según sus propios catastros”. Por último, el juego del poema completo nos lleva a la divertida publicación de Guy Girard, también comentada aquí, en este caso Pierre des nautiles, que tomaba como objeto de la burla la poesía minimalista del surrealista renegado Pierre Dhainaut, quien vuelve a ser el bombo de la fiesta, aunque ahora es Michel Zimbacca quien se encarga de darle vida a unos poemitas tan mínimos como pretenciosos, práctica que por cierto en Canarias, donde escribo estas notas, encontraría un material suculento, aunque la ridícula plaga esté más o menos generalizada.

Élise Aru, sin título

En el capítulo ensayístico, señalemos el de Alfredo Fernandes sobre la libertad, que parte de una de mis frases más queridas de Bakunin y considera el espíritu de libertad como lo único movilizador y capaz de “abrir una perspectiva viable”, procediendo también a una feliz crítica del concepto de “esperanza”, así como el de Joël Gayraud “Amar es soñar”. Ensayo es también la extensa presentación o “puerta-ventana” de Guy Girard, que pone las cartas sobre la mesa, del mismo modo que Guy Girard es quien analiza la llave sobre la puerta de Alain Joubert, en esta caso con una muy atinada crítica de la noción batailleana de “transgresión”, aunque reconociendo la importancia de la noción de complementariedad que debe funcionar en casos como los de Breton y Bataille, o Artaud, o Nougé (al margen, yo aprovecharía, no insistiendo ya en el “enemigo del interior”, para aludir a las hagiografías de Nougé que no dicen ni una palabra sobre su siniestro estalinismo y para señalar que André Breton me sigue y seguirá pareciendo siempre la única piedra de toque que permite valorar el surrealismo de alguien, hasta el extremo de que me basta apreciar la insistencia en los resquemores o críticas a su obra o figura para mandar a alguien a la mierda como interesado en el surrealismo o, peor aún, pretenso surrealista).
Alcheringa cuenta, por último, con sendos homenajes a Sergio Lima (por Michael Löwy, quien diserta sobre su “erotismo incendiario”), Rik Lina (por Claude-Lucien Cauët, quien desentraña su peculiar automatismo) y Michel Zimbacca (por Sylvain Tanquerel, quien procede a una “onirocrítica” de su exposición de 2017).
¡Albricias por este resurgir de las revistas surrealistas parisinas!