sábado, 30 de abril de 2016

Imágenes recientes de Jacques Lacomblez

Jacques Lacomblez, La naturaleza resiste, 2014

De nuevo la galería Quadri de Bruselas presenta, hasta el 14 de mayo, obras de Jacques Lacomblez, muy recientes, ya que van de 2013 a 2015. Resulta exaltante que estas imágenes produzcan en nosotros la misma impresión de fuerza y autenticidad que los poemas de Fernando Palenzuela y los fotomontajes de Enrique Lechuga, anunciados hoy mismo en Surrealismo Internacional. Son la muestra de que, a pesar de la debacle general de un mundo que se hace día a día más hostil y vacío, nada está realmente perdido, de que, como titula Lacomblez una de sus piezas aquí ofrecidas, La naturaleza resiste.
Otros títulos que se pueden admirar, o mejor dicho, en los que podemos entrar a lo largo de las 16 páginas del catálogo son El sentido del paisaje, El perturbador, En otra parte, hace mucho tiempo, La colina del ruiseñor, La escala de las transmutaciones, La escala alquímica, En las colinas apátridas, Acantilado del crepúsculo, La llamada de los buitres, Septentrión austral, Nocturno, columna de Aurora, el bosque triangular
Escribe Pascal Goffaux: “Jacques Lacomblez pinta formas que semejan pedazos de minerales o de tejidos vegetales que reunidos crean un paisaje mental fragmentado como si el cuadro fuera constituido por múltiples planetas, por una constelación de formas despegándose del fondo. Hay un horizonte muy a menudo. Hay estratos geológicos. Fuerzas se ejercen y mantienen las  formas en un equilibrio tenso y frágil que evoca la visión del funámbulo de Paul Klee. Una construcción subtiende la imagen, incluso si la geometría euclidiana no es citada. Jacques Lacomblez es un constructor a escala cósmica. Un agrimensor del cosmos”.
Y traducimos a continuación, del catálogo, el texto configurado a partir de una entrevista con Lacomblez.

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Jacques Lacomblez, La escala alquímica, 2013

Nacido en 1934, Jacques Lacomblez, alimentado desde la infancia de pintura, música, literatura y luchas sociales (por su abuelo materno), hizo su primera exposición en 1952, en la galería Saint-Laurent, verdadero vivero de los jóvenes talentos. El encuentro, en 1948, del pintor y militante político Henri Heerbrant, fue decisivo: es significativo que este le pusiera en las manos, simultáneamente, el Manifiesto de 1848 de Marx-Engels y el Manifiesto de 1924 de Breton. En la misma época, el descubrimiento de la obra de Freud y de Schönberg, su pasión por el romanticismo alemán (Novalis, Tieck, Jean Paul, Schlegel) y por el simbolismo (Moreau, Rimbaud y sobre todo Mallarmé) ensancharon las fuentes con que trazó su camino. Para él, parece (como para los antiguos poetas chinos) que no sea lo que importa el punto de destino, sino el propio camino que convoca los encuentros. Estos fueron innumerables. Encuentros determinantes tanto en los libros y obras como en la vida. Citemos los de Édouard Jaguer, Georges Henein, André Breton y –esencial– Claude Tarnaud. Desde hace 65 años, Lacomblez prosigue obstinadamente su camino, sin preocuparse por las modas, hasta el punto de navegar, desde hace mucho tiempo, a contracorriente. Desconfiado de los que llama el “corporativismo” de los artistas, se declara “fabricante de imágenes”: en efecto, una lenta artesanía le es necesaria, en la germinación de la imagen tanto como en el “dejar llegar” del poema.
Si se considera el conjunto de las obras realizadas hasta este día, se puede, sin extrapolación, considerar que se trata de las de un imaginero (él prefiere este término al de “pintor”) paisajista –paisajes metamorfoseados, universo en nacimiento, en lenta proliferación, acogiendo cosmogonías desconocidas, y donde los horizontes parecen ora fragilizados, ora multiplicados. Se encuentran a menudo esas metamorfosis del paisaje en el surrealismo y en la parte de la abstracción lírica que le es vecina; entre tantos otros, en Yves Tanguy, Max Ernst, Jorge Camacho (sus territorios herméticos), Karl Otto Götz (tempestad de la Gesta y del gesto), Max Schoendorff (los “dépaysages”), Jean-Claude Charbonel (sus “reservas” de armorígenes) y singularmente, en un muy vasto universo, en Jacques Zimmermann, que Édouard Jaguer consideraba “uno de los más grandes pintores líricos europeos”.

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Aprovechamos para anunciar otra bella exposición en la misma galería: la de Lucques Trigaut, que abre a fines de mayo.


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Por último, anotemos, en la Fundación Granell, la exposición de Kathleen Fox (“Desvío: ciclistas, apéense”), hasta el 26 de junio, y la de Philip West (“Itinerarios equivocados”), hasta el 15 de mayo.