Este magazín de gran formato lo elaboran Eugenio Castro,
Marcos Isabel y Eloy Santos, y dedica su número inicial a las estatuas de
piedra, que ya llamaban la atención de los primeros surrealistas en el París de
los años 20. Al final encontramos el Juego de la Estatua y el Obrero,
cuestionario sobre una fotografía al que responden Agustín Calero, Aurora
Feijoo, Beatriz Regaliz, Eugenio Castro, Marcos Isabel y Maribel Pradillo.
Bruno Jacobs también colabora en la revista, con una foto comentada de
Veracruz.
El Ojo Tópico –que tuvo en Madrid una presentación
diferente a todo, y de la que vemos seguidamente una foto– erige la mirada
poética contra “la imparable avalancha de imágenes producidas sin desmayo por
la maquinaria industrial y cultural”.
“Consideramos prioritario que el ojo recupere su
actividad tópica, es decir, que se fije en el lugar exacto de su elección, para
observar parsimoniosamente algunos de sus accidentes, parte de su relieve, y
poder así adentrarnos –quizá– en su seno. Pues es importante, sí, fijar la
mirada, dando así un primer paso contra la domesticación a que someten al ojo
todos los afectos calculados de la hipervisualidad”.
*
La mirada es también la cuestión central de la última
edición de Javier Gálvez en El Ojo de Buey, esta vez en un trabajo de
colaboración con Silvia Guiard, precisamente titulado Álgebra de la mirada. Reencontramos aquí una de las fotos
emblemáticas de Gálvez, quien nos informa que “fue al mirar desde el otro lado
que descubrimos el reverso por el anverso”.
“La mirada es algo más que una mera captación de lo real
mediante el sentido de la vista.
Está la mirada especular, que fija en un molde todo lo
que ve.
Está la mirada oculta, aquella que especula
siniestramente con espejismos.
Pero también está la mirada que, mediante una operación
de álgebra poética, reúne y resuelve,
ampliándola, aquella realidad que el ojo no es capaz de percibir más que de
modo disperso y contradictorio”.
*
Aunque publicado hace un año, anotemos en la colección de
poesía Sol y Sombra, que animan en Santander Noé Ortega y Alba Pascual, este
pequeño cuaderno de textos automáticos de Eugenio Castro: Las insomnes.
Leyendo el flamante libro de Alain Joubert, La clé est sur la porte, estas palabras
me hicieron exactamente pensar en las páginas desgarradas de Las insomnes, que había leído unos pocos
días antes: “La escritura automática es una
prueba, no una obra. Los textos
así producidos son el resultado de una experiencia interior que se aventura
hasta poner a plena luz lo que el ser oculta de más secreto para sí mismo, lo
que se disimula en los pliegues de su inconsciente. Esa prueba designa la fuente de la poesía, y asigna al lenguaje –a la
escritura– una exigencia que se ha de encarnar”.
Acompañamos esta noticia con uno de los gommages de
Eugenio Castro, perteneciente a una serie caracterizada, como muchas de sus
producciones plásticas, por un absoluto e inquietante extrañamiento de la
sensación.