miércoles, 19 de junio de 2024

Surrealismo, ese rayo invisible

Mário Cesariny, El surrealismo, 1959

"El surrealismo es el rayo invisible que nos permitirá algún día superar a nuestros adversarios", escribe André Breton en el último párrafo del primer manifiesto del surrealismo. Georges Sebbag ha tomado de ahí el título de este nuevo libro en que reúne textos mayoritariamente conocidos para plantear la cuestión de los "aniversarios" del surrealismo. El resultado es un manual de primer rango, intensamente personal, por el que desfilan los grandes temas y motivos del surrealismo al modo de un collage de los escritos del propio autor, que para algunos serán conocidos y para muchos no, pero que para unos y otros supondrá una lectura apasionante, siempre regidos por los conceptos que Sebbag ha ido introduciendo a lo largo de sus años de reflexión sobre el surrealismo, en particular los de tiempo sin hilo, duraciones animadas, collagismo y pintura animada del sueño.

En la primera parte se pasa revista a las publicaciones periódicas, los "tracts", los experimentos, los juegos, las encuestas, las reuniones en los cafés, las ediciones surrealistas... Al tratar de la escritura automática, se abordan Los campos magnéticos, pero también El tesoro de los jesuitas, Ralentir travaux y la discutida disyuntiva entre los textos surrealistas y los relatos de sueños. Siguen los temas de la deriva urbana, el azar objetivo y el objeto. La polémica entre poesía y revolución. Las exclusiones y las adhesiones, la internacionalización del surrealismo.  La ética surrealista, el amour fou, la música y el cine, el humor negro.

La segunda parte se centra en el "tiempo sin hilo", concepto bergsoniano que originó el libro a nuestro juicio cumbre de Sebbag: Le point sublime. Aquí, aunque reaparezcan cuestiones como la del cine o la política, la parte del león se la llevan Nadja y la caracterización interesantísima del "futuro futurista", el "presente dadaísta" y el "tiempo sin hilo surrealista".

La tercera parte destaca tres tríos del surrealismo: Arthur Cravan, Jacques Vaché y Claude Cahun, Musidora, Nadja y Gradiva y Lam, Brauner y Matta, pero también hay apuntes profundos sobre Domínguez, los Grandes Transparentes y Marcel Duchamp.

Otros dos libros fundamentales de Georges Sebbag son los que ha dedicado al surrealismo y la filosofía, y esta vertiente suya ilumina la cuarta parte de Le rayon invisible, partiendo del proyecto filosófico de Breton y Aragon y llegando a los autores que trató en Foucault Deleuze, con parada en Grandville y su filosofía onírica.

Al final, Sebbag vuelve a la muerte de Carlos el Simple, verdadero y misterioso origen del surrealismo, que lo hace  encarnar "el movimiento perpetuo del sueño, de la revuelta y de la imaginación". Visto así, un primer período del surrealismo es el que va de 929 a 1918, con, por ejemplo, los nombres que se dan cita en las cartas del juego de Marsella (a los que, sin duda, se pueden añadir muchos más), un segundo período iría de 1918 a 1968, cuando se produce la ruptura en el grupo de París tras la muerte de André Breton, y un tercero de 1968 al presente, enumerando Sebbag las innumerables revistas que han seguido apareciendo, en una intervención de grupos ya menos estruendosos (un surrealismo "à bas bruit"). A su juicio, las actividades que más se han prodigado en este largo período son el collage, los juegos, los relatos de sueños y la deambulación en y fuera de la ciudad.

La cubierta de Le rayon invisible reproduce muy apropiadamente el fotocollage de Mesens La luz desconcertante (1926) y en las guardas hay dos poemas collages, uno de Simone Breton y el extraordinario que envió Breton a Vaché, estudiado por Sebbag en su formidable tetralogía sobre los dos amigos que echaron a rodar la aventura surrealista como la bola de una bolera. Esto sirve para recordar que Georges Sebbag viene llamando la atención desde hace algunos años sobre la trascendencia del poema collage, terreno que está por estudiar y cuya indagación reserva muchas sorpresas; yo recuerdo ahora mismo los de Mário Cesariny, los de Georges Hugnet o los del propio Mesens (al nombrar a Cesariny, evocaré la vez en que, tras tocar en su puerta cuando no nos conocíamos sino por carta, jugando a enfant terrible, le pregunté antes de presentarme, como Cravan a Gide, dónde estábamos con el tiempo, o cómo íbamos de tiempo, sin que captara la ironía, y lo digo porque es exactamente la célebre frase de Cravan la que abre Le rayon invisible).

Georges Sebbag ante los montes
de Taganana (Tenerife), mayo de 1997

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Y atención, porque esta publicación en Jean-Michel Place adelanta dos que, dios menguante, aparecerán para el próximo otoño: los manuscritos de Pez soluble y el Manifiesto del surrealismo. Para algo bueno sirven los centenarios.