Adrien Dax, Bajo la corteza de las piedras, 1960 |
Adrien Dax (1913-1979). Adrien Dax descubre la pintura surrealista a través de Le Surréalisme au service de la Révolution y hasta funda en Tolosa, en 1933, un efímero grupo surrealista, inaugurado con una exposición colectiva. Comprometido en la lucha antifascista, en 1940 es transferido a un stalag del norte de Alemania. Se acerca al grupo de París desde 1947, colaborando en todas sus actividades a partir del 49, cuando debuta en el n. 5 de Néon con un dibujo. No solo cultiva las artes plásticas, sino que relata sus sueños y escribe artículos teóricos, como, para empezar, en el Almanach surréaliste du demi-siècle, “Perspectiva automática”, texto extraordinario en que señala la coincidencia entre las creaciones automáticas y las formas de la naturaleza. Son años de gran creatividad, con sus azarosas “impresiones en relieve”, sus “carteles interpretados”, dibujos, objetos como El relicario. En 1951 y 1952 publica en Le Libertaire dos soberbios artículos, uno de ellos atacando las concesiones de los artistas (Matisse, Léger, Braque, Chagall, Dalí, Miró con sus tapices de lujosas poltronas... aunque la lista de nombres sería hoy interminable); en el 52, es uno de los surrealistas que responden a El hombre rebelde de Camus en la revista marsellesa La Rue. Ilustra libros de Cabanel, Mayoux y otros. Su presencia es notable en todas las revistas, hasta L’Archibras. Así, por ejemplo, en el n. 2 de la revista Médium vuelve los ojos a un oriente desorientador, y en el 4 se ocupa de la “Actualidad del arte celta”; en el 2 de Le Surréalisme, même, colabora con “En el gran bazar del Hotel de los Sueños”, relato de cuatro bellas aventuras oníricas (“El maestro de las apariencias”, “El narguile de Beardsley”, “El frontispicio esculpido” –donde refiere un encuentro con Péret– y “Visión de entresueño”); y en La Brèche, con sus “Caligrafías” (n. 1) y con un artículo sobre Fourier (n. 4). El 21-7-1958, Breton le dedica el callao interpretado El gran Triskèle. En 1960, comienza a participar en las actividades del grupo Phases. Tras la desbandada schusteriana, lo vemos en Coupure, afirmando en el n. 5 (1970) que “las vías definidas por el surrealismo guardan, para mí, un valor ejemplar”, si bien poco después, en la encuesta sobre el surrealismo de Gradiva, reconoce que ha aceptado abandonar el epíteto “para disipar todo equívoco” (en su respuesta a la encuesta de Vincent Bounoure “Rien ou quoi?” ya había intentado justificar esa posición, como señala Alain Joubert, “con un «buen sentido» un tanto masoquista”). Un admirable texto, “Lecture en blanc”, encontramos en la colección Maintenant, que animaron en los 70 Annie Le Brun y Radovan Ivsic, y Adrien Dax participa también en el juego de los “objetos de identidad”, como en 1953 lo había hecho en “Ouvrez-vous?”. Esta era sin duda mejor compañía que la del equipo Schuster, y además en 1976 –año en que celebró, en la galería surrealista La Marée de Bruselas, su única exposición– lo vemos a toda plana en el catálogo de la exposición mundial del grupo de Chicago “Marvelous freedom/Vigilance of desire”. La fidelidad al automatismo de este artista excepcional es toda una lección para los que se obstinan en señalar las supuestas limitaciones de una aventura creativa que se identifica con la aventura de la libertad. En 2010 se reunieron sus Écrits y en 2013, año de su centenario, se publicó en el n. XXXIII de Mélusine un buen trabajo sobre él, por Raphaël Neuville, quien también escribirá el texto del pequeño pero muy bello catálogo de su retrospectiva parisina de 2014.
(Caleidoscopio surrealista)