También “en espíritu” pensamos
estar en la nueva exposición de Mireille Cangardel, que tendrá lugar en el
Espace Bouquières de Tolosa del 19 al 31 de enero.
He aquí una de las raras
perduraciones del más puro espíritu de lo maravilloso que ha alimentado el
surrealismo desde sus orígenes. De un
sentido mágico que desde Nadja ha viajado hasta Mireille Cangardel, pasando,
entre otros nombres, por una Baya o una Mimi Parent.
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A las pocas horas de acordarme de
Baya, hojeo el catálogo La maison de verre. André Breton initiateur
découvreur. En la página 33 se reproduce esta foto suya en la galería
Maeght, junto a una de sus esculturas, año de 1947, cuando Breton hizo el texto
para esa exposición. Baya tenía entonces 15 ó 16 años. Inmediatamente, con ese
viejo gusto mío por las lecturas salteadas, entro en la sección “¡Más
realidad!”, del último número de Salamandra, recibido el mismo día que
el catálogo de Breton, y, en el precioso texto de Julio Monteverde, veo que se
habla de Nadja y de sus ojos. Mi tercera lectura surrealista del momento es el
enorme volumen sobre Stysrky de Srp/Bydzovská, y las páginas que me leo ahora
están dedicadas al omnipresente motivo de los ojos en esta figura capital del
surrealismo –y a Julio Monteverde le gustará saber que el título del libro de
Nezval Rue Gît-le-Cœur, que él se compra y se lee en su viaje parisino
al que dedica su comunicación de azar objetivo, alude no solo a una vieja calle
de París sino al infarto de su amigo Styrsky durante el viaje que hicieron
juntos a París, 75 años exactos antes del suyo. Por fin, en esta pequeña
cascada de coincidencias, la portada del catálogo de Breton reproduce el molde
del guante de Lise Deharme que esta amiga de Breton le hizo llegar para que
ilustrara Nadja y que Breton tenía sobre su mesa de trabajo de la Rue
Fontaine, ocurriendo que la ilustración de Mireille Cangardel que encabeza esta
nota no solo muestra unos guantes, sino que el que está boca abajo remite a la
imagen en que se ven dentro de un corazón el número 13 (que a la vez forma las
iniciales de André Breton) y el nombre de Nadja (“una mirada de oro”, dirá
Breton de sus ojos en este autorretrato) y a su vez la composición del conjunto
a otro de los célebres dibujos de Nadja, el del “verdadero escudo de Aquiles”.