Esta décima hoja de la Quimera que passa, boletín del Grupo Surrealista de São Paulo, aunque datada en enero de este año, solo ahora ha sido difundida. Está dedicada a los encuentros con el surrealismo, y se encarga del número Leandro Santos (surrealismo.sp@gmail.com).
Se reproducen las respuestas individuales del grupo brasileño a la encuesta hecha por el de Leeds para su revista Phosphor: “Cuándo y en qué circunstancias aconteció su primer encuentro significativo con el surrealismo? ¿Cuántos años tenía? ¿Dónde estaba? ¿Qué efecto inmediato tuvo ese encuentro?”.
Es una buena idea indagar en estas cuestiones, que nos permiten no solo calibrar la profundidad y la orientación del compromiso surrealista, sino también advertir el impacto de ciertas figuras y obras del surrealismo. Tal vez en el surrealismo de los primeros tiempos –y no solo– el nombre clave haya sido Giorgio de Chirico, aparte, por supuesto, André Breton.
Las respuestas son de Maria Regina Marques, Leandro Santos, Sergio Lima, Heloisa Pessoa, Fátima Roque, Paulo Leite, Deusdédit Ramos de Morais y, como “invitado”, Miguel de Carvalho.
Maria Regina Marques, de profesión terapeuta, es pintora, collagista y fotógrafa. En 1989 se hizo cargo del taller Bricoleur, donde desarrolla con enfermos psíquicos un trabajo de creación y expresión. De su encuentro, entonces, con la obra de Bachelard dice que fue “un acontecimiento volcánico que tuvo como esencia la experiencia de la «imagen»” y que “la intimidad construida en él me proporcionó un verdadero transporte y me lanzó a un estado de encantamiento” En medio de aquella “experiencia ascendente”, con su “apertura para nuevas realidades”, asiste a una importante exposición de Max Ernst, que le resultó “maravillosa e iluminadora”, y se fascina por la fotografía, realizando sus primeros collages. Ya a comienzos de los años 90 inicia su trayectoria surrealista al contacto con la obra y la persona de Sergio Lima, actuando como desencadenante la obra ya clásica de éste Collage: “Experiencia instigante de deconstrucción, de apertura, de nuevas articulaciones y ligazones viscerales. Mirada nueva. Verdadero acontecimiento. Yo tenía aproximadamente 35 años, residía en São Paulo, cuando sucedió mi primer encuentro con el surrealismo: actuación del espíritu que revoluciona la materia”.
Maria Regina Marques, collage, 2002. |
Leandro Santos descubre “indicios” de una revelación de sí mismo al contemplar largamente una reproducción de La siesta de Gauguin, así como algunos cuadros de Picasso. Surgen en seguida Nietzsche, Wilhelm Reich, De Kooning, Miró, Chagall, Redon y la revuelta tanto de Artaud como “de aquel que fue decisivo, Lautréamont”. Ya en la encrucijada propiamente surrealista hay dos encuentros capitales, con sendos compatriotas: un libro sobre la maravillosa Maria Martins, donde descubre las esculturas Imposible y El octavo velo, y El cuerpo significa de Sergio Lima, “un ensayo que, a través de un texto base que se articula a una inmensa bibliografía comentada, me ponía en contacto con nombres como Novalis, Gaston Bachelard, Georges Bataille, Malcolm de Chazal, Mariana Alcoforado, Pierre Klossowski, Hans Bellmer y André Breton, por citar algunos. Este trabajo no solo me dio una visión de las obras y de las discusiones propias del ámbito surrealista, sino, sobre todo, me indicaba el rastro de los movimientos e ideas que en él confluyeron. Y las perspectivas amorosas que allí encontré eran a la vez las más contundentes críticas y contestaciones a una visión realista del mundo. En verdad, aquello que me aportaba O corpo significa era lo que me dio la visión de aquellas esculturas de Maria Martins, obviamente de una manera más directa y velada, y todo ello resonaba en mí. El deseo, entonces, de conocer las fuentes de esas iluminaciones a través de las obras de estos hombres y mujeres, se mezclaba con otro, tanto más imperioso, de saber el origen de una intuición en que la cuestión de la presencia-ausencia me arrebató una tarde, y que corroboraba una de las más caras virtudes del surrealismo, la de un sagrado en un sentido no religioso. Por tanto, la convergencia de la espiral de mi vida con la luz centelleante del surrealismo se dio para mí en lo que concierne a la divisa de Fourier: «los encuentros son proporcionales a los destinos»”.
Sergio Lima, uno de los pilares del surrealismo internacional en su último medio siglo, es el más conocido del grupo. Su respuesta comienza con la cinefilia: el I Festival de Cinema celebrado en São Paulo, en 1954, donde accede, entre otras películas que nombra, a Un perro andaluz, La edad de oro, La estrella de mar, Emak Bakia, Entreacto, El gabinete del doctor Caligari y Nosferatu. Al año siguiente, la III Bienal de São Paulo le revela los nombres de Alfred Kubin y Maria Martins, pero además el surrealismo era un referente en figuras brasileñas como Teresa d’Amico, Aníbal M. Machado o Murilo Mendes. “El surrealismo ya me interesaba directamente en esos idus de mis 15 años. Pero debo resaltar que la cuestión del movimiento y de su actuación, de su praxis, estaba como sumergida, era una cuestión subterránea o prohibida. Veíamos sus luces, pero siempre oscurecidas por un texto de otro orden”. Es el momento de devorar Le surréalisme et le cinéma de Ado Kyrou, Mi vida secreta de Dalí, el n. 4 de Médium, Nadja, la Antología del humor negro, Los vasos comunicantes, El amor loco... Entonces, lee un día la noticia del encarcelamiento de Péret en Rio de Janeiro, cuyo “Núcleo del cometa”, texto clave donde los haya, acababa de leer en el citado número de Médium. Y como es sabido, Lima rastreará los pasos de Péret en las tierras brasileñas, cuestión a la que dedica los párrafos siguientes, para concluir con la relación de sus primeras experiencias rigurosamente surrealista, en 1955 y 1956: los collages de Las aventuras del Máscara Negra, los escritos automáticos de Amore, los cuadernos de dibujos automáticos y oníricos. “A partir de ahí, la aventura de los surrealistas se confunde enteramente con mi vida”.
Sergio Lima, "El sueño de Pentesilea", 2008 |
La declaración de Paulo Leite es muy bella, funcionando el surrealismo como la respuesta a la tristeza que lo embargaba a los 30 años. El detonante fue el libro Sí o la paranoia de Dalí, en cuya portada venía El espectro del sex-appeal: “El Sí era alternativa correcta para la Paranoia. Y la Paranoia era, al mismo tiempo, alternativa correcta para el Sí”. Título e imagen lo afectaron “como una respuesta única a cuestiones que traía en mí, pero que me era imposible formular”. La lectura del libro lo condujo a la de otros autores y al deseo de dibujar, “deseo que me orientó, me orienta, en el descubrimiento de los «lazos subterráneos» que me llevaron al encuentro con el surrealismo y, más recientemente, al encuentro con los artistas de nuestro grupo”.
Paulo Leite, "Innumerables 2", 2007 |
Heloísa Pessoa, artista espléndida, responde muy brevemente, pero la intensidad de su revelación surrealista es manifiesta. El “pre” fue académico, pero no ya el momento clave, al seguir un curso de collage impartido por Sergio Lima hacia 1984, ya que lo define como un rayo que la fulminó. “A partir de ahí se produjo un cambio drástico en mi trabajo y en mi vida en general. Yo tenía 45 años”.
Heloisa Pessoa, "Pantanella bianca", 1996 |
Interesantísima es la respuesta de Fátima Roque, que remite a una foto de Eugène Atget, en un “caso” que hubiera encantado a Edouard Jaguer: “La imagen de una camisa blanca con chaleco ceniciento fluctuando en el aire, sin un cuerpo que lo sustentara, y a través de la cual se podían ver dos mesas de café, fue el primer encuentro significativo que recuerdo con el surrealismo”. Tenía ella 14 años y ya se interesaba por la fotografía como registro, pero esta de Atget le hizo visibles “otras relaciones imperceptibles”: “Lo «real», al final, poseía muchas facetas detrás de las cuales comencé a caminar”. Tras referirse a Man Ray, concluye: “La comprensión de la complejidad de lo que allí se presentaba vino con el surrealismo. Fue necesario entender que la vida no era una opción técnica para idealizar lo «real»”. Esta es la foto de Atget:
Para Deusdédit Ramos de Morais, en una respuesta muy bella e intensa, el surrealismo asume la forma de una alternativa a lo poco de realidad de un mundo infame, con los jalones de André Breton, Un perro andaluz, Amore... Y “la vida finalmente abriéndose como plena en la libertad de la vida-como-poesía-como-vida, sin los filtros de lo real y de lo domesticado, la vida como vida”.
Por último tenemos la respuesta, muy poética, de Miguel de Carvalho, quien señala para empezar la importancia del azar (numérico) desde su propio nacimiento, con su papel de “ejercer sobre mí, sin esfuerzo, la fuerza oculta de no seguir otro camino que el suyo”. Tras un pasaje sobre la importancia para él del tan bretoniano “lenguaje de las rocas”, concluye refiriendo el acceso, por su profesión de librero, al expolio bibliográfico de Ernesto Sampaio, lleno de joyas surrealistas, y la relación amistosa con Mário Cesariny y con Cruzeiro Seixas, figuras cardinales del surrealismo, cuya antorcha portuguesa estaba llamado precisamente Miguel de Carvalho a recoger.