Hasta el 16 de septiembre se exponen 90 obras de Agustín Cárdenas en el Château de Biron y los jardines del Manoir d’Eyrignac.
Al morir en 2001 este gran artista, que fue uno de los mayores escultores del surrealismo y que participó en su aventura desde fines de los años 50 hasta 1969, Jean-Michel Goutier le dedicó en el número 39 de Infosurr la siguiente semblanza:
“Agustín Cárdenas, «el escultor surrealista por excelencia» según André Pieyre de Mandiargues, nacido en Matanzas (Cuba) en 1927, el mismo año que su biógrafo Jose Pierre, ha muerto en La Habana el 9 de febrero de 2001.
Educado de1943 a 1949 en la Escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro de la capital cubana, Cárdenas, después de haber realizado en 1947 sus primeras obras en un espíritu próximo al de Bourdelle, rompe definitivamente con la enseñanza académica. Sus búsquedas lo llevan a interrogar la tradición de la escultura africana, en especial la de los dogones, y a inclinarse con atención sobre todos los documentos que testimonian la revolución lírica emprendida por Hans Arp, Constantin Brancusi y Henry Moore.
Llegado a París a fines de 1955, Cárdenas expone por vez primera en mayo de 1956 en la galería À l’Étoile Scellée con su compatriota Fayad Jamís, ambos saludados en el folleto de invitación por Jose Pierre y Jacques Sénelier. El primero insiste sobre «el flujo de sangre nueva, acontecimiento tan raro entre los muros anémicos de las galerías», mientras que el segundo señala, en los dos artistas, el poder de «liberar el fuego en toda su pujanza original y de extraer de él el principio activo».
Tres años después, en 1959, André Breton escribirá un prefacio para su primera exposición personal, en la galería La Cour d’Ingres, y a partir de esa fecha el creador del «gran tótem en flor que, mejor que un saxofón, enarca la cintura de las bellas», participará en todas las manifestaciones artísticas organizadas por los surrealistas.
Quiero terminar esta noticia con una cita de Jose Pierre, el amigo dedicado, autor en 1972 de la obra de referencia sobre el escultor cubano (Agustin Cárdenas, Éditions de La Connaissance, Bruselas), al cual consagró algunas de sus más bellas páginas y en cuya obra ha sabido revelar y exaltar, más allá del prodigioso magisterio de la materia trabajada, pero igualmente, y es ahí donde Cárdenas es universal, más allá «de las exclusividades étnicas o estéticas», la exigencia y la gracia:
«La exigencia y la gracia, para los espíritus superficiales, son nociones contradictorias o, como mucho, complementarias. Para mí, Cárdenas aporta la prueba de que, si se arraiga profundamente en nosotros, en nuestro trasfondo mítico, la exigencia creadora se viste infaliblemente de las más valiosas seducciones»”.
Ilustración: “La bolita”, 1972.