Hoy, 20 de febrero de 2012, hace 100 años que nació, en Malmoe, Max Walter Svanberg, un artista muy estimado por muchos surrealistas y que fue, pese a algunas reservas suyas, un amigo del surrealismo.
“Toda la pintura de Svanberg glorifica la feminidad universal, sea que imagine un reloj que se metamorfosea en mujer, sea que describa una mujer maravillosa con dos cabezas o tres piernas, una boca en forma de mariposa o de flor, senos parecidos a pájaros, un cuerpo de contornos de paisaje” (Sarane Alexandrian).
En 1953 pintó “La visión y la copa del amor. Homenaje a André Breton”. En 1954, el n. 3 de Médium llevó 22 ilustraciones suyas. Siete años después, le hacen un homenaje colectivo André Breton, Robert Benayoun, Vincent Bounoure, Radovan Ivsic, Gérard Legrand, Jehan Mayoux, Pieyre de Mandiargues, Joyce Mansour, Jean Schuster y Jose Pierre. A Breton debe Svanberg las mejores páginas que se le han dedicado; de Joyce Mansour había ilustrado en 1958 Les gisants satisfaits; Jose Pierre le consagraría en 1975 una extraordinaria, definitiva monografía: Max Walter Svanberg et le règne féminin; Robert Benayoun pondrá una ilustración suya en la cubierta de su precioso libro Érotique du surréalisme (1965), en concreto el collage “Jornada de la constelación de Géminis”:
Entre sus creaciones más sorprendentes se encuentra la serie dedicada a las Iluminaciones de Rimbaud (1958), una de las cúspides de ese rico apartado del arte moderno que es la ilustración de libros poéticos.
Pieyre de Mandiargues no solo le dedicó el largo poema en el citado homenaje del 61, sino un bello texto de 1967, incluido en el Troisième belvédère, al que pertenecen estas palabras con que cerramos esta breve evocación del “maravilloso Max Walter”:
“Difícil, muy difícil, en verdad, es la distinción entre lo que en el arte es maravilloso y lo que no es más que fantástico. Más que argumentar, es preciso recurrir a los ejemplos. Lo que desde mi punto de vista se impone ante todo en la época actual es el hecho de la obra pintada, dibujada, grabada o pegada de Max Walter Svanberg, pues no hay nada en los trabajos de este gran inspirado que no sea puro deslumbramiento para el espectador y que no testimonie un deslumbramiento parecido del creador. Svanberg es un iluminado que nos ilumina (y es con todo derecho que ha escogido los poemas de Rimbaud como tema de sus ilustraciones). Una ilustración es definida de alguna manera porque nada bajo puede entrar en ella sin destruirla. Así, las bizarrerías más extremas puestas en imagen por Max Walter no dejan nunca las más altas y las más nevadas cimas del espíritu”.