jueves, 12 de junio de 2025

Sade y el surrealismo (1930-1931)

Los años 30 son la década sadiana del surrealismo por excelencia, y se abren de modo glorioso, con La edad de oro, en cuyo episodio final el Duque de Blangis, personaje central de Los 120 días de Sodoma, aparece representado con las facciones tradicionales de Cristo. (Sobre Sade en Buñuel, véase por ejemplo este enlace.)

La carta de Heine a Buñuel sobre ese final, admirable aunque algo quisquillosa, se publicó en el número 3 de Le Surréalisme au service de la Révolution, diciembre de 1931:



En el número anterior de la revista, aparecido en 1930, Maurice Heine presentaba la primera "Actualité de Sade", que incluía una carta inédita de Sade y una polémica carta del propio Heine, seguidos aparte de un fragmento de Justine y un vibrante homenaje por René Char:





Al final de ese número encontramos esta ilustración, Hommage à D.A.F. de Sade, por Man Ray:


En realidad, Man Ray ha partido de un montaje de Lee Miller, dedicado a su amiga Tanja Ramm, la alteración mereciendo, por supuesto, la típica simplona interpretación feminista:


Pero Lee Miller, a su vez, se ha inspirado en una serie de autorretratos de Claude Cahun, realizados hacia 1925 y de los que vemos aquí uno de ellos:


El homenaje de Man Ray va a traer cola, como veremos cuando en 1950 firme su Aline y Valcour. Man Ray es vecino y amigo de Maurice Heine, quien lo guía en su descubrimiento de Sade; visita entonces el castillo de Lacoste y lee todas sus novelas, de las que considerará la más "importante" Aline y Valcour, porque "trata todas las cuestiones políticas y muy poco la pornografía".

Volviendo al número 3 de Le Surréalisme au service de la Révolution, en las páginas 34-35 se reproducen los juicios clarividentes de Sade por Petrus Borel (1839) y Algernon Swinburne (1862) antecediendo la de un plumífero anónimo de un pasquín periodístico, o sea "Sade visto por el genio de los poetas" seguido de "Sade visto por el orificio de una vagina"; para el cagatintas de turno, exponente perfecto de la reacción periodística a la celebración surrealista del Marqués, Sade es "un monstruo estúpido" y los surrealistas forman "una capilla de farsantes o de pánfilos", cuya reivindicación de Sade "es un triste signo de la estupidez y de la demencia que reinan en nuestro tiempo". La revista concluye con la sección de imágenes, entre las cuales esta página memorable de Dalí: un rostro paranoico en el que Breton ha visto el de Sade:


Dos simples años llenan este capítulo de nuestro "Sade y el surrealismo", tal es su riqueza. En el número 4 de la revista, también de 1931, aparece una nueva "Actualidad de Sade", con un largo "pensamiento inédito de Sade", sobre el sofisma de "dios", rescatado por Maurice Heine. Que abra la revista es inequívoco signo de la relevancia extraordinaria que asume Sade en este momento clave del surrealismo.