El "objeto misterioso" no es otra cosa que la cajita de espuelas que se hizo en su tiempo Francisco Dorta, más conocido como Pancho "el Músico", así llamado porque, en el semestre en que no trabajaba como cuidador, tocaba el fiscorno en la banda de música de Santa Cruz de Tenerife. Fue el mayor cuidador de gallos de todos los tiempos.
En Canarias se peleaba con espuelas naturales, que o eran del propio gallo o de otro gallo porque las propias no eran las más adecuadas para la riña. El Músico también era quien mejor sabía hacerlas, siendo este un apartado de la artesanía canaria; las suyas llaman la atención por lo pequeñas que eran: otros galleros más burdos han pensado que mientras más grandes, mejor. Como esta figura típicamente genial también era carpintero, él mismo se hizo esta cajita para llevar el día de las peleas las espuelas de sus gallitos. En Canarias se ritualizó la afición a los gallos como no se ha hecho en ninguna otra parte, creándose el sistema de partidos que celebraban una contrata de varios meses con jornadas de siete riñas, y de ahí las catorce oquedades, que a mí me recuerdan las del piso de la Alicia de Svankmajer, por las que se metían y salían frenéticamente varios calcetines.
Esta caja y la otra con las espuelas me las regaló el hijo del Músico, ya fallecido a provecta edad (la época dorada del Músico fue de los años 10 a los 60). Y me contó que casi todas las espuelas pertenecían a gallos que habían hecho peleas legendarias, pero que la identificación de cada una solo la sabía su padre.
Quizás un par de estas espuelas fueron las armas de uno de los gallos más famosos de todos los tiempos, "el Mulato", campeón en 1915, al que se le hizo un banquete en que se le otorgó una medalla de oro. En el menú, confeccionado por el Hotel Drago de la población tinerfeña de Icod de los Vinos, hubo entremeses, puré de garbanzos, pastelillo al Mulato, filetes de ternera, pastelón de pollo, pudín a la reina, ensalada, frutas, vinos, champán, coñác y café, leyéndose al final la "biografía" del gallo, que luego fue publicada en un folleto, reeditado por mí en 2006. El Mulato recibió otros regalos, como un brazalete de oro para la pata y un jaulón de metal amarillo. Pancho fue uno de los cuidadores que lo prepararon (sus siete primeras riñas, ya que luego él se fue a cumplir el infame "servicio militar"), pero en esta foto lo vemos con su propietario, don Antonio Ponte, que no deja de recordarnos a Landrú:
Por regalo del hijo del Músico, tengo yo este otro homenaje que le hicieron en seda al Mulato, enmarcado y colocado en una pared de mi casa: