Le valet de
trèfle es un nuevo poema amoroso de Claude-Lucien
Cauët, en la estela del reciente La fiancée vésperale, ya saludado aquí.
La tirada, en las Éditions Apa, es de diez ejemplares (¡!). Y la sota de trébol,
nada menos que el gentil caballero de la carreta.
Alain Roussel,
siempre brillante, dedica una preciosa nota a La fiancée vésperale de
Claude-Lucien Cauët, que merece destacarse. Y es que, además, me recordó cómo,
hace un par de años, un colectivo surrealista, al solicitar colaboraciones para
una revista, rogaba evitar la poesía amorosa, lo que a la sazón me hizo pensar
que hubieran rechazado “La unión libre” o “Yo sublimo”.
*
El surrealismo
nos reserva a veces estas decepciones, como también (aparte periódicas
genuflexiones ante los dioses científicos y tecnológicos y hasta una ante el
mismísimo papa romano) cuando aflora el solapado estalinismo de considerar que
la caída de los siniestros regímenes de dictadura policiaca del Partido por
excelencia supuso una pérdida de “horizontes”. Ya lo expresaba así en 2008
Jean-Marc Debenedetti en el flácido “elogio de la libertad” que fue su
autobiografía Les mangeurs d’horizons: “La caída final de la Unión
Soviética ha acarreado un marasmo espiritual, bajo la forma de una resignación
en la que parece que no haya ya nada que esperar de un cambio de orden social”.
Porque si el “horizonte” estaba en aquellos regímenes, o en algo que se les parezca,
preferimos el “marasmo espiritual” de quienes antes estaban tan ilusionados (y
tampoco hay que quejarse tanto, cuando aún mantiene la llama más o menos pura
Corea del Norte, y siguen vigentes Cuba o China). Y como aparte: ¿nadie quiere
recordar, sin necesidad de alejarnos mucho, ni en el tiempo ni en el espacio,
la lección de muchas pequeñas sociedades rurales europeas que fueron un modelo
de comunitarismo sin sombra de autoritarismo?
(Y me permito
otro aparte: hacia 1971, cuando yo comencé a leer a André Breton, mi revuelta
contra la sociedad burguesa y el estado era total y absoluta –y poco he
cambiado desde entonces– sin que ni por asomo se me ocurriera mirar hacia la
Unión Soviética y sus satélites, o pensar que allí había cualquier
“horizonte”.)
*
Pero la poesía
de Claude-Lucien Cauët cabalga por encima de todo eso.