El número 201-204 de la revista Algérie
Littérature/Action, que tras muchos avatares ha llegado a mis manos con
varios meses de retraso, merece destacarse especialmente, ya que supone el
tratamiento muy amplio y serio de una materia importante en la historia
política del surrealismo y también en la de su proyección internacional.
La primera parte, bellamente ilustrada, se consagra a Baya y se abre con el
texto que escribió André Breton en 1947. Contiene una biografía, una entrevista
de 1994 (Baya moriría en el 98), otra con Hamid Nacer-Khodia sobre Jean Sénac y
ella, dos poemas dedicados por Sénac, textos sobre su obra y por último,
firmado por Mohamed-Karim Assouane, el artículo “Baya y Henri-Cachin Kréa, dos
argelinos en casa de André Breton”.
Este artículo nos conduce al apartado “Henri Kréa y los surrealistas”, que
comienza con una retahíla de recuerdos por Jean-Jacques Lebel, algo soporífera,
pero que incluye unas estupendas líneas sobre Éluard visto como “el menos
intenso de los poetas surrealistas”, como un surrealista de “postura
estetizante”, que Lebel opone con acierto tanto a Péret como a Artaud. Pese a
las cálidas dedicatorias de Kréa a Breton (que yo cito en la segunda edición de
Caleidoscopio surrealista), Lebel
concluye afirmando que “en el fondo la proximidad de Kréa al surrealismo fue
bastante episódica y frágil”. Alain Joubert completa el perfil de Kréa, de
quien se reproducen luego su texto en Front
Unique (“La revolución argelina o la victoria del espíritu”) y cuatro
páginas de las Occultations que hizo
con Erró en 1959.
En eco al encantamiento de Breton por Baya tenemos el que tuvo por la
cantante Taos Amrouche. El texto de Marie Virolle se acompaña de una página
inédita de azar objetivo bretoniano en la que el fundador del surrealismo
nombra a Taos Amrouche, que luego es evocada por Aube Breton.
Entramos en el tramo político con “André Breton y los surrealistas:
pensamiento/acción colonialista”, documentado de forma impecable. Está muy bien
haber comenzado con un estudio sobre la intervención del surrealismo naciente
en la cuestión de la guerra del Rif, ya que es el inicio de su constante y
siempre virulenta postura anticolonialista. Alain Joubert es entrevistado a
propósito del surrealismo y el colonialismo y luego, con Guy Ducornet (que se
exilió a América), da cuenta de lo que suponía en la época el llamado “servicio
militar”. Hay aquí la joya de una carta en clave hilarante que le envió Péret
desde Francia.
La única sección endeble es la que se titula “Los pintores surrealistas y
la revolución argelina”, ya que se enumeran en ella una serie de nombres de
surrealistas accidentales, como Cesare Peverelli, o que ya no eran exponentes
del movimiento surrealista, como André Masson. En uno de los textos, se
consideran “pintores del movimiento surrealista” a muchos que nunca lo fueron,
como Parré, Recalcati, Abidine, Arroyo o Kijno. El artículo de Fadila Yahou se
dedica al Gran cuadro antifascista
colectivo, “la obra más emblemática de la lucha anticolonialista”,
realizada por Baj, Lebel, Dova, Crippa, Erró y Recalcati entre 1960 y 1961.
Por último, hay un capítulo sobre el surrealismo en la literatura de
Argelia y del Magreb, centrado en las figuras de Habib Tengour y Kateb Yacine y
en el libro ya clásico de Hédi Abdel-Jaouad Fugues
de Barbarie, que tanta utilidad ha tenido para descubrir aventuras ignotas
–me encontré con este libro de preciosa portada, donde aparece una Mona Lisa bellamente arabizada, al
pasar accidentalmente por la librería Mona Lisait, en el viaje a París que hice
en octubre de 2003.
Ha dirigido este número, de un modo que sorprende por su competencia, Marie
Virolle, quien no merece sino felicitaciones por tan gran trabajo.
Baj, Crippa, Dova, Erró, Lebel y Recalcati, El gran cuadro antifascista colectivo, 1960-61 |