Verónica Cabanillas Samaniego, mixta de la nueva luz, 2016 |
Nacida en Lima en 1981, Verónica Cabanillas Samaniego ha hecho por sí sola
resurgir el surrealismo en una de sus tierras de elección. Con ella, el Perú
vuelve a inscribirse en la geografía planetaria del surrealismo, y con una
fuerza pasional arrolladora, que es precisamente de lo que estamos siempre
necesitados. Véase si no la semblanza que de sí propia hace en su blog “Visión
cosmogónica”, y que es todo un manifiesto:
“Surrealista desde el vientre hasta consumarse. Poeta del ser. Pintora y
dibujante; vertedora de universos paralelos. Soñadora ferviente de todos los
mundos imposibles para hacerlos posibles aquí y hoy. Sombra negra que atravesó
el delirio para poder ver los subterráneos mundos del cosmos interior y
exterior, y sacar de allí la fórmula de una salvación en curso. Luz violenta y
brillante que subvierta nuestra terrible condición humana. Manos –maga. Mente –alas”.
Participante en proyectos colectivos del surrealismo internacional, merecen
destacarse ahora dos de sus investigaciones más recientes: “Mixtas de la nueva
luz” y “Tintas automáticas”. A la primera pertenece la imagen de portada del número
último de La Vertèbre et le Rossignol,
y esto es lo que ella dice de estas imágenes cuya técnica incluye de modo
variable tintas, carbón prensado, lápiz carbón y pasteles:
“Este es un proyecto donde la técnica mixta prevalece y mediante ella se es
portadora de una nueva imagen, una luz otra. Siempre en el camino del
descubrimiento y no del re-conocimiento o de lo pre-establecido o conceptual-izado.
Este es el camino de la imaginación que obra de manera libre y espontanea sobre
el soporte cual sea. Este camino no está trazado, se construye sobre el abismo
de lo que sigue, para reafirmar ese paso y dar continuidad al siguiente, siempre
invisible. Por eso la sorpresa es manantial diario de los ojos y la mirada que
se deja llevar y sorprender de sí misma”.
La sorpresa y la poesía rigen no menos la serie de las “Tintas automáticas”:
“La pulsión de las energías en perfecta continuidad y armonía, encontrando
cauce, los vasos comunicantes entre ese ser interior y los medios y lenguajes,
la tinta sobre el papel, el automatismo, el mundo exterior que emerge; la
imagen, el arte. Así en directa conexión, sin pre-conceptos, la idea se modela
en sí misma sobre el vacío, el silencio. Nada interviene entre la intuición y
la acción. El sentimiento de ser una onda, pero que muestra la visceralidad, la
realidad resarcida hasta los aleros de la mente fatigada, que grita, excitada
siempre. Tintas que recorren la mente –como un laberinto– en el mismo instante
en que aparecen y diagraman la herida interior. Tintas a la velocidad idéntica
entre el tiempo de pensar y hacer. Es el mismo punto en que los paralelismos
confluyen donde emerge la huella interior, aquí mía”.
En los enlaces que damos pueden verse otras felices series anteriores, en
concreto “Acrílicos surreales”, “Dada art work” (nuevo capítulo de ese
surrealismo que ha seguido bebiendo en lo mejor del hontanar dadaísta) y “Dibujos
surrealistas”. Emerge de todo esto un mosaico creativo en verdad fascinante.
Verónica Cabanillas Samaniego, mixta de la nueva luz, 2016 |