Desde 2005
había yo abandonado los viajes de avión, harto de los horrendos aeropuertos y de
aviones en que se hacina a los pasajeros como sardinas en lata (en el último,
me metieron tan al fondo que ya ni siquiera había una ventana). Ahora por fin,
en 2015, Zuca Sardan reanuda los felices tiempos de los enormes, lentos y suntuosos
zepelines, que solo sobrevivían en algunas películas y novelas. Voe no
zeplin da cuenta de ello, en típica edición artesanal de “atribución no
comercial sin derivados”. Ya mi reserva está hecha –basta con arrojar unos
dados y al segundo lance ya tenemos el número del asiento– para una probable
línea entre la isla de San Borondón y la playa de Knossos, famosa por haber
encallado en sus arrecifes el nuevo zepelín, cuando hacía su primer viaje.
Ello lo
refiere este folletín en sextillas, que comienza con las visiones del sol y la
luna, cuya eterna relación de amor y odio puede ser seguida desde un medio
locomotor que se presta a estos lujos. Ni los más poderosos y atentos telescopios
han logrado lo que Zuca Sardan con su zepelín: ¡sorprender al sol con unas
gafas Rayban! Luego, ya entramos en el relato del interior, con sus pasajeros
como Xarlox –que bebe absenta en una calavera de fraile– y la simpática Carmita,
o el Barón Bock, que no necesita ese incordio de los correos electrónicos, ya
que un cartero albatros se lo trae todo, incluido el cotidiano Manax Kolax
Illustrex. La invasión inesperada de murciélagos, cucarachas y “kakerlaks”
no supondrá un problema, ya que, con colocar en la ojiva un retrato de Lady
Godiva y en el gramófono un disco de Gardel, se pondrán a bailar y dejarán de
dar la tabarra.
Tras varios
agüeros, el zepelín encalló en los arrecifes de Knossos, donde se encontró con
el Minotauro, con Ariadna, con Pasifae, con Baco, en el entierro del disgustado
Barón... que al punto resucita. En fin, para más detalles, remitimos a los
últimos números del citado Manax Kolax Illustrex.
Voa no
zeplin, antídoto contra los malos humores que
produce la reinante miseria mental, cuenta con un epílogo constituido por una
“anotaciones de lectura” de Francisco Alvim, y qué mejor decir de él sino que
se impregna tan bien del espíritu de las sextillas precedentes como para hasta
parecer una continuación de ellas. Un texto de Francisco Alvim traduje yo en el
n. 73 de La Página, que estuvo monográficamente dedicado a Zuca Sardan.
Celebramos
este éxito de la editora Maria Papelão, que a la vez nos ha brindado un nueva
publicación de Zuca Sardan y la noticia universal del retorno del zepelín.