Mucha
actividad reciente ha habido en Cádiz, donde el maestro de ceremonias, Bruno
Jacobs, montó dos simultáneas exposiciones callejeras, una de Javier Gálvez titulada “Palabras mediúmnicas”
y otra, también con palabras aunque muy diferente en su sentido, de Jesús
García Rodríguez, titulada esta “Fractura de confetti, confitura de grafitti”. La
segunda, como se verá, batió el récord de duración que ostentaba la de mis
disparos del archibrazo, arrasados por una tormenta oceánica en menos de 24
horas.
A la vez vio la luz el tercer folleto de la serie de El Caminante, dedicado
a los “corrales” de Chipiona y Rota, que en seguida me recordaron los
“caneiros” del Guadiana, trampas de ramas y cañas,
con forma de cesto enormemente alargado, para atrapar los peces. Aún pude yo
hablar, cerca de Mértola, con un viejo que tenía un molino de sumersión y
pescaba con aquel comodísimo sistema.
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Ya hay
afortunados que tienen en sus manos el tercer número de A Phala, editado
ahora por lulu.com. En un ritmo endiablado, Sergio Lima anuncia ya un número
cuarto.
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Georges Sebbag
vuelve a ponerse en el candelero con otro volumen de pensamiento y surrealismo,
en la secuela de su imprescindible Potence
avec paratonerre. Surréalisme et philosophie: Foucault Deleuze.
Nouvelles impressions du Surréalisme. Aunque los apellidos del título puedan
llamar a engaño, Sebbag aborda de nuevo infinidad de cuestiones y motivos del
surrealismo, en un trabajo apasionante, que ya reseñaremos con detención.
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Ody Saban, Hada Capucine, 2011 |
Para el 13 de
mayo se anuncia en Marsella la exposición “Ody Saban. El amor recíproco. En las
fronteras del art brut”. En la hoja de invitación, su pintura Sobre el
puente del barco Deseo. Como se habrá advertido, casi nunca
nombramos aquí exposiciones, pero sí lo hacemos en los raros casos en que tienen
un componente de revelación y de requerimiento de lo imaginario, como es
el caso de una Mireille Cangardel, de un Patrick Hourihan o de una Ody Saban.
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La Collection
de l’umbo anuncia dos nuevos cuadernos, de nombres que forman parte del actual
grupo surrealista parisino: Claude-Lucien Cauët, Les trois cris, y Mauro
Placì, Où mes ruines sont fixes. Se suma a ellos, en La Rivière
Échappée, de Alice Massénat, Les dieux-vases (conclusion). Un trío de
gran poesía, en la lengua natal del surrealismo.
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“Git-net”, el
poema de Jean-Paul Martino incluido en el reciente Osmonde suivi de Objets
de la nuit, sigue siendo objeto de traducciones. Tras que fuera vertido al
chino, al inglés y al italiano, ahora es la vez del castellano, por Enrique Lechuga
y Fernando Palenzuela. Todas estas versiones han ido apareciendo en Soapbox,
la bonita hoja del umbo que, recordemos, es enviada solo con demandarla:
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Sobre David
Martí, puede verse este fino cortometraje de Marc-Gabriel Malfant (sin cháchara
ni música babosa):
Tras publicar
el artículo que dediqué a las maravillosas visiones maldororianas de David
Martí, busqué en Infosurr si habría alguna referencia a él, llevándome
la agradable sorpresa de encontrar en el n. 55 (donde Édouard Jaguer daba breve
noticia de mis Disparos del archibrazo) una nota firmada por mi amigo
Jean-Pierre Lassalle, tan atento siempre a las aventuras singulares.
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Gallimard publica
de Gilbert-Lecomte La vie l’amour la mort le vide et le vent et autres
textes. La vie l’amour la mort le vide et le vent apareció en 1933,
recibiendo los elogios de Artaud. Gran, esencial poesía, sin nada que ver con
esa atonicidad, sin pasión ni riesgo alguno, que es el dechado poético más
habitual de estas últimas décadas.
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Virginia Tentindó, Homenaje a La Inmaculada Concepción de Paul Éluard y André Breton |
Mélusine dedica su n. XXXV al erotismo. Los trabajos se ocupan de Marcel
Duchamp, Sade (en Man Ray, Magritte y Bellmer), el aspecto táctil del erotismo
en el surrealismo (sin que Martine Natat-Antile descuide a Jan Svankmajer), el
“erotismo combinatorio” de Virginia Tentindó (de quien es la ilustración de
portada), Nelly Kaplan y sus Mémoires d’une liseuse de draps, el
erotismo y la creación poética en Ghérasim Luca y César Moro, la “cartografía
del imaginario erótico” del grupo de Bucarest, Julien Gracq, Léo Malet (un buen
trabajo de Maryam Morel), la exposición de 1959 (revisitada por Marc Kober), la
fotografía, un intercambio epistolar de Aragon y Breton en 1918, el automatismo
pictórico como “expresión erótica del deseo” (a través de Matta, Lamba, Hérold
y Roszda)... Un par de trabajos cogen la materia por los pelos, al tratar uno
de Jean Fabre y otro de Merleau Ponty y el surrealismo.
No puede
faltar Georgiana Colvile, con su harén habitual de mujeres “mal integradas en
el grupo surrealista”, harén de difuntas en que ocupan siempre posición
predominante la ridícula Leonor Fini y la esperpéntica Frida Kahlo. Por ella
nos enteramos de que “la evolución de las teorías anglosajonas de la igualdad
de los géneros, después de haber defendido a las mujeres por el feminismo, luego
a la homosexualidad y toda forma de tercer y cuarto sexo por la Queer Theory,
se focaliza ahora en los derechos de las especies, es decir de los animales”.
Toda esta insulsa caterva de biempensantes profesores yankis denuncia entre
otras cosas el “sadismo gratuito” de las peleas de gallos, mostrando así su
ignorancia supina de la naturaleza de tan admirable animal totémico (el gallo
fino nació para pelear y su placer es la pelea a muerte, intervenga o no el ser
humano; no querer reconocerlo es dar muestras del peor antropomorfismo).
Pierre-Henri
Kleber, a quien se debe la edición de la enciclopedia Da Costa, se encarga del
“Léxico sucinto del erotismo”, señalando en la concepción surrealista del
erotismo tres tendencias: la anarquista, la cortés y la transgresiva. Tras un
buen trabajo, acaba derrapando estrepitosamente
al tomarse en serio la cafrada de Queneau sobre el humor negro surrealista.
El todo lleva
como prefacio un texto de Alexandrian no exento de confusiones: se ve como un
“dinosaurio”, o sea un sobreviviente del surrealismo; califica a Patrick
Waldberg de “disidente del surrealismo”; y afirma que el acuerdo entre Breton y
Bataille por lo que respecta al erotismo era “total”, afirmación que una Annie
Le Brun o un Pierre Peuchmaurd podrían rebatirle en un quítame allá esas
pajas.
Lo que sí debe
reconocerse es que con este número, en su conjunto, estamos ya muy lejos de los
caricaturescos ataques que se le han hecho en esta materia al surrealismo y a
André Breton en particular, canalizados algunos por la propia Mélusine.
La sección de
“Variedades” incluye un análisis de las Mnésiques de Marcel Jean, una
arqueología de la recepción del surrealismo en Perú a través de Mariátegui y
del poeta masoquista César Vallejo, un artículo sobre surrealismo e inconsciente,
otro sobre los retratos del grupo surrealista y otro dando una visión de la
trayectoria de Aldo Pellegrini. Por último, dos “reflexiones críticas”: una
reseña de tres textos no muy interesantes sobre etnografía y surrealismo (¡qué
abismo con el ensayo “Antropomancia” de Merl Fluin!) y un trabajo sobre la
reciente exposición que, en el mamarracho parisino suplantador del Mercado de
Les Halles (por las noticias que me llegan, aún no demolido), se dedicó al
objeto surrealista. Firmado por Paolo Scopelliti, se trata más bien de una
reflexión acrítica, ya que pone por las nubes tanto la exposición como el
catálogo, lamentables una y otro, como ya tuvimos ocasión de señalar aquí, para
después polemizar con el ensayo de Georges Sebbag y Emmanuel Guigon Sur
l’objet surréaliste, o sea con lo único de valioso que dio el evento.
El legendario "Mulato" de La Orotava, en bordado de seda de Margarita Dorta |