El n. 4 de los “Noa-noa” está dedicado a una de las figuras más luminosas del surrealismo británico: Ithell Colquhoun, a quien Cesariny debe haber visitado en su casa de Inglaterra por estas fechas. Obsérvese al fondo la famosa foto tomada durante la gran exposición internacional surrealista londinense, en junio de 1936. Aquí la recordamos, aunque Ithell Colquhoun no aparezca en ella. De pie están Rupert Lee, Ruthven Todd, Dalí, Éluard, Roland Penrose, Herbert Read, Mesens, George Reavey y Hugh Sykes-Davies; sentadas, Diana Lee, Nusch, Eileen Agar, Sheila Legg y una amiga:
Ithell Colquhoun tenía a la sazón 83 años, y aún viviría dos más. En 1939, tras encontrar a André Breton en París, se había unido al grupo surrealista inglés, colaborando en el London Bulletin, con textos maravillosos como “Las mariposas”, “El eco de la herida”, “El pueblo doble” o “El volcán”, todos ellos traducidos por Michel Remy en la antología del surrealismo en Inglaterra Au treizième coup de minuit, un libro esencial, como lo es Surrealism in Britain, también suyo.
Goose of Hermogenes, un gran libro, se publicaría en 1961, y antes había aparecido The Crying of the Windcomo después Grimoire of the Entangled Thicket y The Living Stones. Y es que Ithell Colquhoun fue tan interesante artista como escritora. Su orientación hacia el esoterismo no puede hacérnosla sino más atractiva aún, pese a que le acarreara discrepancias con el equipo de Mesens. Michel Remy la llama “pintora y poetisa de la vida alquímica de los minerales y de los vegetales”, y también la define así: “Ithell Colquhoun o el surrealismo en perpetuo estado de fantasmagia sobre los caminos convulsivos del ocultismo”.
Goose of Hermogenes, un gran libro, se publicaría en 1961, y antes había aparecido The Crying of the Wind
Remy es el afortunado poseedor de la más célebre composición de la artista: Dreaming Leaps. Sonia Araquistain. Estamos en 1945, cuando la hija de un embajador de la república española se suicida, a los 23 años, en Londres. La prensa, con su habitual bajeza, se ceba en ella, y en la versión oficial se culpabiliza a su afición al psicoanálisis. Georges Henein, en El Cairo, se indigna y le escribe a Toni del Renzio, compañero entonces de Ithell, para que orqueste un homenaje surrealista un poco al modo del que se había hecho a la parricida Violette Nozières. El homenaje no cristaliza, pero deja dos bellas muestras: el poema de Henein y el cuadro de Ithell, óleo y calcomanía sobre papel y lienzo:
El poema de Henein apareció en el n. 2 de Troisième Convoi con esta nota suya: “Sonia Araquistain se ha suicidado en Londres, lanzándose desnuda desde un tercer piso. Este suicidio ha dado lugar, según la abyecta costumbre inglesa, a un proceso contra la difunta, donde el procurador público encontró una ocasión inesperada para escupir sobre todo lo que resta de poesía en este mundo”.
Junto al interés por el esoterismo, hay que señalar el gusto experimentador de Ithell Colquhoun. Citemos al respecto este párrafo de Michel Remy:
“Ithell Colquhoun no cejó nunca en su empeño por descorrer el velo de Isis mediante una acción sistemática, casi científica, sin desmayo, de una riqueza no igualada en el conjunto del surrealismo inglés. En el plazo de unos cinco años (1944-1950), pergeñó, en el laberinto de lo oculto, muy diversos procedimientos: la constelación, una técnica mediante la cual se cubre una superficie de agua con partículas muy finas de tiza de colores o de polvo de carbón, de tal modo que al pasar una hoja por debajo y levantarla, el papel retiene algunas de esas partículas; el surautomatisme, un tipo de dibujo automático en el que se sombrean algunas partes previamente seleccionadas con el fin de otorgar relieve a lo informal; la stilomancia, que consiste en plegar en dos y abrir una tela o una hoja de papel sobre las que se ha proyectado tinta o pintura; la grafomanía entóptica, que parte de las irregularidades, por muy imperceptibles que sean, del papel o de la tela y que une los puntos así seleccionados. Por no hablar, claro está, de la decalcomanía, que utiliza de la forma más sublimadora posible en Dreaming Leaps con el fin de dar a los girones de cuerpos en caída a cámara lenta un carácter a la vez material y aéreo, en una precipitación absolutamente alquímica”.
Ithell Colquhoun es otro de los afortunadamente abundantes casos de fidelidad a la estrella surrealista. Así, en 1973 la vemos colaborar en el n. 5 de TransformaCtion, la revista del amigo John Lyle, con el juego del poema encadenado: