A raíz de la estancia de Guy Ducornet y su mujer Ghislaine en Tenerife, se instaló entre nosotros una sólida y hasta entrañable camaradería, que se interrumpió cuando dejé de tener noticias suyas. En sus últimas cartas me comentaba que, tras un desmayo, se había hecho una serie de pruebas cerebrales que no detectaban nada. Acababa de cumplir 80 años, lo que lo dejaba perplejo, y a veces comentaba su desazón por no tener porvenir de conservación su enorme colección de collages, una de las más novedosas y originales que ha generado el surrealismo (o cualquier otro movimiento) en las últimas cinco o seis décadas. Ante su silencio, inquirí a algunos amigos de París, señalándome Guy Girard que al parecer se había sumido en el mismo mal tenebroso de René Alleau. Cuatro años han pasado desde la última carta que me envió este surrealista que conservaba una jovialidad intacta y seguía extremamente alerta tanto en la creatividad personal como en esa antena con que percibimos el mal estado en que anda a trompicones o eructos el mundo. Con Guy Ducornet podía contarse para cualquier causa generosa, y era de los que no dejaban pasar ninguna impostura. Hoy puede que nos hubiera hecho más falta que nunca.
De mis anaqueles surrealistas extraigo una publicación y una serie de hojas de catálogos o de fotos que me mandaba. Mucho más habrá en su correo, pero eso lo dejo para otra ocasión. Ducornet aprovechaba cualquier oportunidad para mandarme publicaciones y noticias, y de él recibí el maravilloso catálogo de Other Air, ya que, viajero empedernido (su última carta es precisamente desde Holanda, a donde había ido a visitar a Her de Vries, "un muy querido amigo"), me hacía llegar desde Praga una publicación que me costaba conseguir (por cierto, se encontró con el collage con que contribuía arrimado, y cogió y se lo llevó, mandándome de ello testimonio fotográfico).
Hotel Cronstadt, Rue Buffault, París |