Ramsès Younan, La ciudad mágica, 1960 |
La edición
de Zamân Books es impecable, con trescientas páginas llenas de textos,
documentos y reproducciones de muchas de sus piezas, más un catálogo razonado
al final. La organización del volumen es muy adecuada y permite configurar una
imagen de Younan sin fisura alguna.
La primera
sección la integran cuatro ensayos que esbozan la personalidad de Younan. El
mejor, datado en 1990, es el de Michel Fardoulis-Lagrange, quien participó en La
part du sable y caracteriza muy bien su pintura al final de su texto. El de
Alain Roussillon (1987) contiene la habitual denigración de André Breton y los
tópicos para el surrealismo de la “capilla” y el “dogmatismo”. Peor es cuando
Patrick Kane (2019) afirma que Henein y Younan se distanciaron del surrealismo
a causa de que “la directiva de postguerra de André Breton buscaba establecer
una liga artística internacional pro-estalinista” ¿No hay nadie que controle
este tipo de dislates? Ya que no se trata de una opinión sino de una falsedad
cruda y dura, de un completo disparate; son casos en que no parece que el autor
sepa lo que está diciendo.
El segundo
capítulo es el de las pinturas de juventud y el período surrealista, y el
tercero el de los dibujos, “tracts” y poemas surrealistas, con el legendario
manifiesto “Viva el arte degenerado” (1938), el de la primera exposición de
arte independiente en El Cairo (1940) y las detonantes “Notas sobre una ascesis
histérica” en colaboración con Henein (1947). Esta es una sección muy rica, con
textos que le dedicó Henein en 1945, 1959 y 1977 y el reciente poema de Marc
Kober “Antropofagia íntima”.
Alternando
las imágenes con los textos, siguen sus gouaches del período 1946-1960 y una
serie de textos críticos sobre ellos. Dos son de Henein, pero como siempre
quien está deslumbrante es Édouard Jaguer, de quien se reproduce el ensayo que en 1991 publicó el catálogo Sueños de
tinta. Óscar Domínguez y la decalcomanía del deseo. Este dato no se aporta,
echándose en falta una bibliografía final, lo que hubiera permitido señalar,
por ejemplo, que el propio Jaguer dedicó a Younan en el número surrealista de Opus
International, del mismo año, un artículo que nosotros reproducimos al
final de esta noticia.
Sorprendentemente
para mí, encuentro superiores las pinturas “abstractas” de Younan a las de su
período surrealista. Son de veras soberbios cuadros como Ebullición, Amenaza
de tempestad, La lucha de las formas, Cristales rocosos, La
ciudad mágica, El carro lunar, Silencio, Arabescos, Fantasmas
totémicos, Fuente y rocas, Abstracción inspirada por la montaña
roja, Abstracción de rostro rocoso y otros carentes de título.
Interesantísimo
es el capítulo de escritos, con grandes reflexiones sobre el arte y las
críticas que formuló al marxismo y al surrealismo. Entre estos textos, que
abarcan las décadas 40, 50 y 60, varios son antológicos: “La parole est aux
peuples”, “El arte y la historia”, “La desagregación de los mitos”, “El rostro
del hombre”, “La visión del artista y la lógica de la naturaleza”. Las palabras
con que concluye “El peligro del fascismo”, de 1942, hacen pensar en el tiempo
presente: “Sabemos que la multinacional fascista no carece de fuerza, ni
de recursos, ni de poderosas instituciones, ni de colaboradores... Será pues un
largo y sangriento conflicto... Pero, confiantes en las fuerzas potenciales de
los pueblos, nos negamos a desesperar”.
Los
“textos filosóficos” muestran su atracción por Albert Camus, a la vez que el
rechazo de la vulgata existencialista (y una carta a Henein incluye una burla
de la deprimente Beauvoir). Magníficos son “Variaciones sobre el verbo cubrir”,
“Al margen de Max Stirner” y “Literatura y sociedad”. Este último es explosivo,
alineándose Younan con los “hors-du-classe”, por oposición a la burguesía y el
proletariado: “Volvámonos completamente inútiles... ¡Renunciemos a jefe, padre
y oficio! ¡Reforcemos los rangos de los desclasados! ¡Y que nuestra locura se
extienda hasta paralizar todo funcionamiento de esta sociedad criminal!...” Y
en el texto sobre Stirner: “Pronto el mundo se va a convertir en un inmenso
Campo correccional, donde los Grandes Médicos de Todos los Males del Mundo y
los Dispensadores de Todos los Bienes le van a prescribir a cada uno la dosis
que le conviene... Es lo que se llama Seguridad social”.
Otros
escritos y correspondencia inéditos cierran el volumen, dos de las cartas
dirigidas a su aliado de siempre, Georges Henein.
Como
apéndice, la biografía, la serie de exposiciones y el catálogo razonado hacen,
al estar muy bien, aún más extraña la ausencia de un listado bibliográfico.
Ramsès
Younan, en el libro que merecía y que le hace entera justicia.